8 de marzo de 2012

LA MORA


 La Mora
 
Marlene María Pérez Mateo

"¡Ay de Zoraida! que echó la perla al mar y luego 
se pasó la vida en la orilla llorando por la perla".
José Julián Martí y Pérez.

"Una mora de Trípoli tenía..." es el primer verso de uno de los pocos poemas de autoría propia en "La Edad de Oro". "Los dos príncipes" de Helen Marie Hunt Jackson y otras tantas obras se tradujeron para su publicación. La narraciones comprendían foráneas y propias. Así creó Martí un sano equilibrio para sus lectores, los niños de América, en un Revista de sólo cuatro números. 

"La Edad de Oro" (The Golden Age) se imprimió en Nueva York desde julio hasta octubre de 1889, bajo el auspicio de A. Dacosta Gómez. El editor impuso al escritor el uso del temor de Dios como requisito para continuar sacando la publicación. El creer incompatible el amedrentamiento con el sentir pedagogicamente humano hizo corta la existencia de la publicación. Aún así, "La Edad de Oro" ha vivido hasta nuestros días y con ello en sus páginas todo lo bueno de su autor para los niños y niñas del mañana.

En el número 2, entre las narraciones "Nené traviesa" y "las ruinas indias", se encuentra bajo el título "La perla de la mora" un poema de dos estrofas de cuatro versos, rima de alternancia consonante y métrica decasílaba. Los relatos que escoltan al obra son de contenido ético y estético en esencia por sus valores. En esa inflexión de los caminos de la prosa, ubica Martí unos versos re-valorizando lo perecedero y constante.

Moro, mora, morena, morisca, son entre otros muchos términos identificadores de rasgos aún presentes siglos después en el acervo socio-cultural hispano americano. El sur de la península ibérica estuvo 781 años bajo el dominio musulmán. Allí están aún para decirlo y recordarlo, La Alhambra de Granada, la Mezquita de Córdoba o la Aljaferia de Zaragoza. También cuando leemos al filósofo cordobés Averroes, quizás al decir atalaya, olé, albóndiga, empanada, algodón, azulejos y etcétera. Más prosaico, pero no menos delicioso, si en nuestras mesas al arroz con frijoles negros le nombramos "moros y cristianos" con justa razón.

Es francamente difícil dejar de admirar todo lo bello y lo bueno del hacer del medio oriente en los siglos de existencia de la civilización humana, además de una ignorancia. A Martí tal  realidad no le fue ajena. A sus 16 años escribe "Abdala", una puesta teatral donde disfraza con motivos árabes sus juveniles y maduras convicciones del amor patrio:

"El amor, madre, a la patria
no es el amor ridículo a la tierra,
ni a la yerba que pisan nuestras plantas;
es el odio invencible a quien la oprime,
es el rencor eterno a quien la ataca;
y tal amor despierta en nuestro pecho
un mundo de recuerdos que nos llama
a la vida otra vez, cuando la sangre
herida brota con angustia el alma;
la imagen del amor que nos consuela
y las memorias plácidas que guarda"

Asigna a su hijo el sobrenombre "Ismaelillo" en clara alusión bíblica al hijo del patriarca de Urs.

¡Oh Jacob, mariposa, Ismaelillo árabe!

Hace unos años, por la referencia halagüeña a él de un antiguo profesor, releí más de cerca el poema que encabeza este artículo.

Valdría preguntarse: ¿Quién es o fue esta mora? ¿Por qué la perpetuación de su dolor ante un acto de rechazo de lo propio? Lo segundo es un tema tan fácil como filosófico de responder. Es lo perenne y perpetuo como valor en sí mismo. Lo primero me ha llevado a varias hipótesis; a dos en específico: la cervantina y la mitológica, debido a la falta de identificación concreta del personaje.

Cervantes, en la primera parte del Quijote, más concretamente en el capítulo XXXVII describe bajo los nombres "El cautivo y la mora Zoraida" a una joven pareja. Junto al fuego del mesón, un español recién llegado de una prisión en Argel y su bella prometida, una musulmana conversa al catolicismo, narran sus experiencias ante don Quijote, Sancho Panza y otros huéspedes que le escuchan la reseña de los andares del cautivo Rui Pérez de Viedma, su idilio y la conversión de la joven por amor a su novio y a "lelia Mari" (La Virgen María), así como ha renunciado ella a lo que hasta ese momento había sido su mundo y huida a territorio español. 

Todo ello era muy característico en la época, que daba una visión idealizada del ambiente morisco. Es en ese capítulo donde Quijote dice lo que ha dado en llamar el discurso de las armas y las letras. Puede haber sido el mismo Cervantes quien se auto retrató: él mismo estuvo preso en Túnez por largos años según sus propias palabras... Allí aprendo a tener paciencia ante las adversidades".

La mitología ibérica pre-cristiana tenía las xanas en la hoy Asturias, y  las mauras gallegas. hadas y seres fantasmales con formas femeninas con perfiles de gran belleza, durante la época pre-cristiana. Luego de la estancia árabe en tierras hispánicas, a estos personajes fantásticos se añadieron rasgos moriscos bajo lo que pudiéramos llamar una especie de sincretismo místico, dando como resultado el surgimiento de leyendas como la de "La encanta´a" (La encantada). En ella se cuenta de Zoraida o Zoraiara, princesa morisca que va tras su amor y por ello es dejada a su suerte por su padre, un sultán de la región. Ante su frustración, hasta hoy su espíritu sigue vagando por bosques y cuevas. En ocasiones ha sido vista peinando su larga cabellera en las aguas del río, en especial en noches de San Juan.

Todo esto no han sido más que conjeturas y aproximaciones en el contexto de un mensaje perpetuo y sólido, sobre la real identidad de la libanesa del verso. No deja por ello de ser un enriquecedor cuestionamiento y una grata búsqueda. La identificación tan específica del personaje es válida pero no definitiva, el mayor peso está en el mensaje a través del texto.

Estas líneas iban a alcanzar su conclusión para el 28 de enero. No ha sido así. Mas mi empeño y mi deseo de tributo es igualmente sentido. Cierra este artículo el poema a cuyo autor y obra estos renglones se rinden.

Una mora de Trípoli tenía
una perla rosada, una gran perla,
y la echó con desdén al mar un día:
"¡Siempre la misma! ¡ Ya me cansa verla!"

Pocos años después, junto a la roca
de Trípoli... ¡la gente llora al verla!
Así le dice al mar la mora loca:
¡Oh mar!, ¡Oh mar! ¡Devuélveme mi perla!

Marlene María Pérez Mateo,
Febrero 2012

 3 Comentarios
  1. Anónimo   Mar 7, 2012 10:24 PM
    Gracias, interesante y bellísimo.

    María del Carmen Expósito
     
  2. Marlene María es hija de Monina Mateo y sobrina de Juana Mateo, ambas antiguas alumnas de nuestro colegio, asi es que podemos considerarla de la familia teresiana aunque por su edad no tuviera la oportunidad de educarse con nuestras inolvidables profesoras. Celebro que hayas disfrutado su artículo, un tema novedoso, interesante y bien expuesto.
     
  3. Gracias a Maria del carmen y a Lolin. Les aprecia. la autora

3 comentarios:

  1. Anónimo3/08/2012

    Gracias, interesante y bellísimo.

    María del Carmen Expósito

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  2. Marlene María es hija de Monina Mateo y sobrina de Juana Mateo, ambas antiguas alumnas de nuestro colegio, asi es que podemos considerarla de la familia teresiana aunque por su edad no tuviera la oportunidad de educarse con nuestras inolvidables profesoras. Celebro que hayas disfrutado su artículo, un tema novedoso, interesante y bien expuesto.

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  3. Anónimo3/08/2012

    Graciasa Maria del carmen y a Lolin. Les aprecia. la autora

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