7 de junio de 2010

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La “Ordenación” del Padre Alberto

Juan Larraín

En su edición dominical, el diario “The Miami Herald” publicó en las tres columnas centrales de su primera página una fotografía del ex-sacerdote católico Alberto Cutié, hoy convertido a la religión episcopal, en el día de su “ordenación” en ella. Lo anterior, complementado con un largo reportaje que se extendía al interior del matutino, con otra fotografía de la mano de su esposa, acerca de su nueva vida, pensamiento y planes para el futuro, entre otros su próxima paternidad.

No me corresponde juzgar su decisión de colgar los hábitos y faltar a sus votos de obediencia y castidad, que libremente asumió hace quince años; es Otro quien lo hará. Pero si merece un comentario la forma escandalosa como lo hizo, la publicidad de la que se rodeó en ese momento y el tremendo desengaño que le causó a quienes creyeron en él.

Alberto Cutié, hasta que fue sorprendido por un fotógrafo de los que alimentan la prensa amarilla en una playa de Miami en una actitud no solo reñida con su condición de sacerdote, no había tenido el coraje de enfrentar la doble vida que llevaba. Antes de exponerse desvergonzadamente a ser descubierto en la forma en que ocurrió, ha podido acercarse a la jerarquía, exponer su situación y solicitar su relevo de las funciones sacerdotales, DISCRETAMENTE. Al contrario, en lugar de retirarse por la puerta ancha, optó por hacer las cosas de la manera que las hemos visto y con las consecuencias del caso.

Entrevistas en televisión y publicaciones de la prensa escrita fueron el preludio a su renuncia formal a la Iglesia Católica, a la que además se permitió criticar por su postura en contra del matrimonio del clero, a su incorporación a la Iglesia Episcopal y más tarde a la gran boda, que revistió el carácter de una verdadera “soap opera” y que llenó páginas de diarios y revistas que se nutren del escándalo.

Pudo pensarse entonces después de todo esto que el ex-sacerdote se alejaría de las candilejas para llevar una existencia quitada de bulla con su pareja, mientras se acomodaba en su nueva fe. Lamentablemente, no fue así y el “Herald” le facilitó una vez más publicidad destacada como si no tuviera algo más importante que informar --pero tal vez no tan taquillero-- con que llenar sus columnas. Es así como nos enteramos, por ejemplo, que tuvo el mal gusto de “ordenarse” con la misma túnica blanca con que lo hizo en la Iglesia Católica y que hoy, según dice el diario, apoya al clero homosexual, el control de la natalidad y el aborto cuando peligra la vida de la mujer.

Es penoso comprobar cómo se desdibujan estos personajes, que se marean con la fama y el halago y terminan vendiendo su primogenitura por un plato de lentejas. La forma con que actuó Alberto Cutié fue un duro golpe para la Iglesia que lo vio nacer y le encargó la misión de propagar el Evangelio y la Verdad. Como asimismo fue un golpe para los feligreses de su parroquia, los televidentes y lectores que lo seguían como pastor y veían en él un ejemplo, un consuelo o una esperanza.

A pesar de los embates que ha sufrido a lo largo de los tiempos y, últimamente acosada también por la perversión de algunos de sus pastores, la Iglesia que nos legó Cristo y nos guía desde Roma a través del sucesor de Pedro, se repondrá de estas y muchas más crisis que la puedan afectar en el futuro. Ha sido y será así pues se trata de una obra divina y que, como tal, perdurará hasta la consumación de los siglos.

Juan Larrain,
Diario Las Américas,
Domingo 6 de junio de 2010

El autor es profesor de la Universidad de Miami y ex Embajador de Chile en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la OEA.
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