8 de marzo de 2011

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REQUIEM POR AGUSTÍN TAMARGO

Por Ena Curnow

El jueves 8 de marzo de 2007, al debutar la mañana, interrumpieron la programación en Radio Mambí. Y fue muy raro que interrumpieran la programación en Radio Mambí y que segundos después cedieran los micrófonos a Armando Pérez Roura. La voz del director general no sonó igual de resuelta y firme. Se escuchó quebrada, un tanto apagada y sin su potencia característica. Luego, la noticia fatal, la descarga de dolor compartido: “Ha muerto Agustín Tamargo.”

El sol de Miami, que a esas horas brillaba, se escondió tristón detrás de las altas nubes y un rato después, se apagó por completo. “Hay hombres que compiten con la luz del sol y el sol lo sabe y es respetuoso con sus rivales”.

Debió haber urgencia de mentes superdotadas en el cielo para que Dios mandara a buscar a Agustín Tamargo, para privar a este mundo de mortales de su sonrisa franca, su mirada pícara, iluminada, sus ademanes de hombre de salones importantes, de su porte de príncipe, siempre de guayabera o de traje; con su barba cuidada y su inseparable pipa (que como una novia enamorada jamás abandonó sus labios y que cuando desesperada temió que la echaría a un lado prefirió arrastrarlo a las profundidades de un sueño interminable).

Dejó de existir materialmente Agustín Tamargo, el intelectual brillante, el cubano redondo, el caballero de la prosa, el estelar periodista, el hombre cortés, sabio; el amigo fraterno; el conductor de la radio, amado por todos. Muchos escritores y personalidades invitados a su programa la “Mesa Revuelta” debieron rendirse ante su sabiduría; muchas damas ilustres lo adoraron por su cultura y por qué no también por su irresistible encanto varonil, su trato delicado, su cortesía de hidalgo.

Agustín Tamargo ya no se encuentra entre nosotros. No puede prodigarnos su verbo “en vivo y en directo”; no puede fundirse en un abrazo, en un estrechón de manos con tantos y tantos seguidores y admiradores. El vacío es enorme en las ondas radiales y en los círculos intelectuales y patrióticos de este Gran Miami. Ya no se escucha a diario sus inteligentes columnas de análisis, “Al pan y al vino, vino” que cerraba magistralmente con un “Cuba primero, Cuba después y Cuba siempre”. 

El exilio cubano está de luto desde hace ya cuatro años. El tiempo pasa volando, pero el recuerdo queda; el dolor permanece… Nadie es imprescindible, dijo algún tonto antes de que dejara de existir Agustín Tamargo. Después, no se atrevería a repetirlo, por muy tonto que fuera. El mundo del periodismo continúa de luto… Ha perdido fuego, lustre, cubanía, la palabra. Nos falta Agustín Tamargo.

Del pensamiento de Agustín Tamargo (En entrevista con la autora de este escrito)
“Yo me voy a Cuba aunque me queme allí… (Si tengo vida para ese tiempo). Creo que en Cuba hay una labor grande que hacer. Hay que limpiar las ciudades y los campos; levantar puentes y caminos y edificios. Establecer industrias y reconstruir los ingenios. Yo creo que en Cuba lo que hay que hacer es rehacer entero el espíritu de la nación… Ese país está perdido, pero yo me quiero perder allí”.

“He vivido bastante, sólo por el mucho vivir me ha tocado mucho conocer. De modo que de alguna manera he estado presente como observador, como periodista en el conocimiento contemporáneo. En Cuba he visto varios presidentes, he visto la dictadura de Castro, conozco el exilio”. 

“Yo soy un hombre de pueblo, un hombre de abajo, que llegué a tener en el periodismo algunas posiciones por mis esfuerzos. Me gustaría describir (en mis memorias) cómo un muchacho de pueblo llega a La Habana y ejerce ahí el periodismo”.

“No hay nada en mi vida excepcional, no aspiro a premios… Los detesto…

Soy un liberal, un demócrata liberal. No estoy a favor de ningún privilegio ni de persona, entidades o de algún país”.

“Nunca pensé sentarme delante de un micrófono a discutir un tema. Y ahora lo hago, quizás de una manera irresponsable…”

Datos sobre su vida

Agustín Tamargo (Puerto Padre, 14 de agosto 1924) se incorporó al periodismo apenas con 15 años, en el semanario La Idea y la revista Alborada, donde publicó algunos poemas de juventud. A los 17 años, contrajo matrimonio con Rosalba Nápoles, su hoy respetable viuda. 

Trabajó en el periódico Hoy, donde se desempeñaba como redactor y crítico cultural y fue columnista en el periódico Avance, en 1944. En 1953 comenzó a escribir en la prestigiosa revista Bohemia. En 1956 viajó a Nueva York, (“fue un viaje de aventura”, dijo después) y permaneció allí hasta 1951, que regresó a Cuba. Fue entonces que alcanzó la plenitud en su profesión, trabajando en Unión Radio con su columna “Póngale el cuño”, que publicó también en el diario “Tiempo en Cuba”, donde fue redactor-jefe.

En 1958, se desempeñó como director del Canal-2 de televisión a colores, cargo al que renunció en 1959 en protesta contra la intervención del régimen de Castro. En 1960 emprende el camino sin regreso al exilio. Radicó en Nueva York donde trató de seguir publicando Bohemia, con igual propósito se trasladó a Venezuela, ahora bajo el nombre de Bohemia Libre, que desapareció en 1969. En Caracas también fue director de la revista Kena y redactor-jefe de la revista Resumen. Regresó a Nueva York donde dirigió los diarios en español: El Tiempo y La Prensa.

En 1980 vino a Miami, y fungió como director de noticias y comentarista en en WRHC-Cadena Azul, Unión radio, WQBA-La Cubanísima, WSCV-Canal 51 y alcanzó la cima de la popularidad en la radio hispana con el programa La Mesa Revuelta, trasmitido por Radio Mambí, La Grande, 7:10 AM bajo la dirección general de Armando Pérez Roura, su colega y amigo, de quien dijera “irrumpe en las ondas radiales cada día con el ardor, el apasionamiento y la fuerza del soldado que está en la primera línea de la trinchera. En él no hay sitio para la neutralidad, en él la tibieza es un delito”.

Al mismo tiempo, se desempeñó como columnista dominical de El Nuevo Herald desde 1987 hasta el 19 de marzo de 2006. En el momento de sus desaparición se disponía a escribir sus Memorias, pero la vida no le alcanzó.

Los restos mortales de Agustín Tamargo descansan en paz en el Cementerio Woodlawn Park (Calle 8 y la 32 avenida) de Miami, la segunda capital de los cubanos.

Reproducido de
http://palabracubana.com

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