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EL MUNDO REAL DE UNA SOCIEDAD FICTICIA
Por Amelia M. Doval
Las noticias abarcan desde tsunamis hasta movimientos telúricos, asesinatos y macabros hallazgos; en el mismo centro un tema: la liberación de otro grupo de presos cubanos entre ellos Oscar Elias Biset. El mundo se carga de crisis y protestas, tiranos y aberrados. Nosotros los de siempre esperamos un cambio, ellos, imponen voluntades.
Mencionar la atrofiada, amnésica y desvinculada realidad cubana que ha quedado registrada para siempre con palabras ficticias a través de la Constitución, es demarcar los límites de nulidad existencial de los cubanos. Enumerar injusticias y exigir derechos en un intento de preludiar un futuro que no se vislumbra, es crear expectativas, pero vivir la opresión sin derecho a réplica es tocar las puertas del infierno perdiendo en el camino la voluntad, el honor y el decoro.
El aparato represivo de los Castro se hace magnánimo y dueño absoluto de la vida de cada cubano. Las leyes decretadas y desconocidas por la población ponen de manifiesto el poder absoluto del gobierno para encarcelar, reprimir y torturar con el propósito de exterminar opositores y transformar en aliados-delatores a todos aquellos que no resistan las presiones impuestas.
Un encarcelado por motivos políticos puede ser recluido en calabozo por tiempo indefinido, sin notificar a sus familiares y sin recibir visitas que le aclaren su condición. Los servicios jurídicos le son negados hasta tanto el régimen no tenga estructurado el caso para condenar al preso que ha decidido mantener sus criterios. El mundo ha olvidado y se deshace de culpas con la causa cubana. Denunciar los crímenes que se cometen a diario es necesario y primordial.
Para aquellos que aún aplauden estrujando en el vacío el alma reprimida y menospreciando el derecho universal de ser libres, les impongo una meta, deshágase en preguntas y constrúyanse respuestas, ¿por qué permanece prisionero de su propia nulidad un ser humano? ¿qué puede transformar a un hombre sano, en un ser humano enfermo y dependiente de la caridad ajena? ¿ cómo es posible que mueran tantos en su afán de salir como toros en feria de San Fermín, sin importar la sangre o la vida que se pierda?
Si usted denunció y denuncia las brutalidades en sociedades menos represivas entonces, tómese un minuto para pensar que una isla bañada de calor, minúscula entre tanta inmensidad, necesita que sus habitantes recuperen el derecho de salir de las cavernas, de su burdeles mentales, sus cuevas vivenciales para incorporarse con dignidad y respeto al siglo XXI. Sólo con pensar en ellos y por ellos, usted le regala un segundo de libertad, una piedra en el camino a liberarse.
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