1 de julio de 2010

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Más preguntas que respuestas:

CUENTO PEQUEÑO
PARA SALVAR UN PUEBLO GRANDE

Lic. Amelia M. Doval

Imaginar es el arte de pensar y proyectar los hechos como ocurrirían en la realidad. El bravío mar que separa las dos Cubas, sirve de colofón para establecer, en calma y sosegadamente, un encuentro entre al menos cuatro cubanos representantes de varias ideas. Tratando de responder y preguntar sobre el futuro de la isla, decidieron establecer un camino para alcanzar un mundo mejor.

Los cuatro elegidos son un nacido en Cuba después del 59, en contraposición con un nacido antes de esa fecha con tiempo suficiente para haber vivido las dos etapas aunque apoya la dictadura. Sin sus cuestionamientos no podremos entender lo nefasto de un gobierno que se sostiene por el apoyo de su crueldad.

El exilio tiene sus representantes definidos entre los que salieron hace años cuando la Historia no había abierto los caminos que ahora se vislumbran y otro que hablará por los más recientes, llegados después de haber pasado una parte de su vida tratando de sobrevivir.

Fantaseando respecto a la cordialidad, los cuatro se saludaron entendiendo que en este encuentro puede quedar definido un concepto sobre el porvenir del país. Como nunca podría faltar un moderador, el quinto visitante, imparcial y preocupado por abrir la nombrada puerta de la felicidad, un niño. Un ser indefenso, preparado para asumir la vida, marcado entre dos variantes; quedarse en la isla sin más expectativas que el sueño de irse, o lograr escapar y vivir soñando con volver a su patria.

La primera pregunta provoca una reflexión que para algunos es habitual, para otros un dilema. El futuro de Cuba aún a 51 años de gobierno es totalmente incierto, se han presentado planes anuales, quinquenales, proyectos, perspectivas, deseos, se habla de cambios en las estructuras de gobierno, se expulsan ministros, entran otros. Militarizan al país, se firman convenios, se cierran y se abren mercados, se condena al campesino, al intermediario, al productor, al consumidor, en fin se habla mucho pero concretamente no hay solución. La pregunta es: si los campos de Cuba son fértiles, si es una isla que por lógica el mar le puede servir de fuente de alimento, si el clima es favorable. ¿por qué se pasa hambre, por qué el pueblo no tiene sal, azúcar, alimentos básicos, por qué el campesino abandona la tierra?¿por qué, -es lo primero-, no hay respuestas para tantas preguntas?

Todos, como cubanos, tienen una valoración diferente, desacertada o no, pero el niño, sagaz, desprejuiciado y con visión de futuro concluye:

«Con un sistema totalitario, sin propiedad privada, sin interés de producir, un pueblo explotado, con miopía política, cansado del día a día, descontento, agotado de un gobierno de mentiras, decide sentarse a esperar. Lo más denigrante es reconocer que el gobierno, para demostrar su omnipotencia, le ha inculcado al pueblo la idea de dependencia total. Le roba la iniciativa utilizando el miedo, la coacción mental, corporal y como conclusión culpa, vendiendo la imagen de vagancia, a un pueblo que su único delito es estar débil por cargar una culpa ajena» Todos se miran con certeza, este pequeño sabe pensar.

El viejo, comunista o partidario, siempre declara a favor de sus ideas, que antes de la revolución había pobres, desalojo, analfabetos y la revolución terminó con ellos.

El joven que aún vive en Cuba responde casi en un grito, -si, supongamos que dices la verdad pero, ¿a qué precio?¿qué nos cuesta esa política? -interrumpido por quien nació allí pero ahora vive fuera, puede documentarse y comparar las dos realidades.

«Disculpen, analicen algo, primero hubo desalojos, es cierto, ahora también los hay en el campo, en la ciudad sólo basta con que el gobierno determine que quiera algo para que se tome el derecho de expropiar bajo sus leyes. Analfabetos hubo, las condiciones socio-económicas y culturales de aquella época lo propiciaban, ahora es una escolarización sin educación si no comprueben en aulas, entrevisten maestros. Antes había clases sociales ahora hay gobernantes dueños del país, el pueblo, sus riquezas, su ganancias y un puñado de cubanos que viven en la ilegalidad para sobrevivir, el resto, casi el 95%, en la total pobreza. Antes había clínicas, policlínicas, hospitales, médicos. Ahora hay trabajadores de la salud mal pagados, vendidos como mercancía, y vetustas construcciones que sirven de puesto médico».

Un señor mayor, cuyas canas guardan la sabiduría y su voz la decisión de encontrar respuestas rápidas para poder disfrutar del triunfo, pide la palabra y sin mirar a nadie pregunta:

-«Si usted que se fue, y aquel que aún vive están inconformes ¿por qué no se quedó y luchó?¿por qué no derrocar el gobierno? Ésa es la única manera».

«Es cierto -dicen los dos jóvenes a la vez- ¡sería lo ideal!! ¿Dónde está la lista de voluntarios, dónde están las armas, dónde el dinero necesario para comprar la traición de los más cercanos al gobierno, dónde la voluntad de apoyarnos, dónde está todo lo que se necesita?...»

El niño, sabiendo que la discusión se puede acalorar y éste no es el fin, declaró que la reunión era para encontrar un punto en común: «Todos tienen la razón desde su visión. A usted que apoya el gobierno le concedo el derecho de dudar porque sería excelente si pensara un poco en lo siguiente. Un gobierno tiene la responsabilidad y el deber de dirigir a su pueblo sobre las bases justas. Un gobierno que se prostituye, abusa de sus ciudadanos, no le confiere identidad, ni futuro. Mostrar la mentira como argumento final. Es ante todo un mal padre de familia pues no sabe dirigir con buenos métodos. Su sistema es obsoleto, gastado y mal oliente. El pueblo tiene derecho y el deber de expulsarlo aunque para ello necesita la ayuda y el apoyo de quienes pueden o deben unirse, no importa si piensan o no bajo la misma ley».

Todos están encantados cómo un ser tan pequeño puede razonar con tanta certeza. Esto sólo lo explica la experiencia que da observar desde abajo la grandeza, callar e ir razonando.

«Ahora -dice el niño- para concluir esta primera sesión dejemos algunas preguntas claras que deberíamos hacernos todos:

¿Por qué la juventud prefiere huir, enajenarse, pensar en otras cosas antes de enfrentar al gobierno?

¿Por qué el pueblo siente el peso del hambre, el desespero y continúa sin gritar, salir a la calle?

¿Por qué permitimos llegar a 50 años de fallido mandato?

¿Por qué el mundo no entiende la lucha del pueblo cubano?

¿Por qué es más fácil criticar que tratar de entender?

¿Por qué el ejército cubano no se siente responsable de defender a su pueblo?

¿Por qué nos hacemos tantas preguntas y tenemos tan pocas respuestas?

¿Por qué llegamos a otras tierras y nos olvidamos del sufrimiento?

¿Por qué siempre nos culpamos, criticamos, valoramos para no llegar a una conclusión final?

¿Por qué no entendemos que tener partidos, líderes, proyectos es algo necesario?

¿Por qué no practicamos la democracia, el respeto y el sentido de lucha?

¿Por qué aún existen personas que viviendo en la miseria no piensan en el cambio?

Al final les quiero dar las gracias- dijo el pequeño- porque haber podido reunirnos es una señal de reconocernos, de comenzar a estrechar los lazos entre nosotros. Preguntas hay muchas, respuestas no tantas. Comprender que diferente ubicación geográfica, edades dísímiles, pensamientos encontrados no nos hacen más o menos cubanos. Cubanos somos los que entendemos que el país necesita un cambio. De pequeños pasos se hace una escalera.

Lic Amelia M. Doval
Miami, Fl
dovalamela@yahoo.com
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