GAMBAS AL AJILLO
Receta tomada
del Portal Gastronómico de Pepe Iglesias:
del Portal Gastronómico de Pepe Iglesias:
Este debe ser uno de los platos más sencillos del recetario español, pero, a pesar de ello, creo que todos hemos sido testigos de verdaderas atrocidades, hasta las he visto precocinadas, cuando el único misterio para que resulten verdaderamente exquisitas, es que partamos de gambas frescas y que apenas si pasen por el calor para quedar bien jugosas y con todo ese sabor casi dulce que contrasta con el picante del aceite de ajos.
En una cazuelita de cerámica (las de barro están prohibidas y además son peligrosas porque trasmiten residuos de plomo), ponemos los ajos, la guindilla cortada y los llevamos al fuego con un poco de aceite, o mucho, según tengamos más o menos ganas de mojar pan.
Cuando empiecen a dorarse los ajos, retiramos del fuego y añadimos las gambas, el perejil, sal y un chorrito de vinagre.
Sólo con el calor residual estarán hechas más que de sobra, porque deben quedar casi crudas por el interior para conservar su sabor a crustáceo y no asemejarse a neumático recauchutado, como es habitual en los bares españoles.
Esta es la forma tradicional, pero incluso, como la cerámica mantiene mucho el calor, yo las hago en una sartén, sólo rehogarlas un par de vueltas para que les cambie el color, y las paso a un plato de servicio para romper el proceso de cocción.
Lo que mejor acompaña las gambas al ajillo es una buena cerveza helada. En su defecto y si queremos mostrarnos más finos, podemos substituirla por un cava muy seco, pero no se hagan ilusiones, las gambas al ajillo no son plato muy romántico, porque lo más rico es mojar pan en los ajitos y eso canta soleares toda la noche. Además en Andalucía y Madrid, que es donde son más castizas, siempre se toman con unas cañitas heladas.
INGREDIENTES
1/2 kilo de gamba blanca
4 dientes de ajo
1 guindilla
Aceite, vinagre, perejil y sal
La receta
Pelamos las gambas y reservamos las cabezas para hacer un delicioso caldo de marisco, base, por ejemplo, para una deliciosa Crema de marisco. En una cazuelita de cerámica (las de barro están prohibidas y además son peligrosas porque trasmiten residuos de plomo), ponemos los ajos, la guindilla cortada y los llevamos al fuego con un poco de aceite, o mucho, según tengamos más o menos ganas de mojar pan.
Cuando empiecen a dorarse los ajos, retiramos del fuego y añadimos las gambas, el perejil, sal y un chorrito de vinagre.
Sólo con el calor residual estarán hechas más que de sobra, porque deben quedar casi crudas por el interior para conservar su sabor a crustáceo y no asemejarse a neumático recauchutado, como es habitual en los bares españoles.
Esta es la forma tradicional, pero incluso, como la cerámica mantiene mucho el calor, yo las hago en una sartén, sólo rehogarlas un par de vueltas para que les cambie el color, y las paso a un plato de servicio para romper el proceso de cocción.
Lo que mejor acompaña las gambas al ajillo es una buena cerveza helada. En su defecto y si queremos mostrarnos más finos, podemos substituirla por un cava muy seco, pero no se hagan ilusiones, las gambas al ajillo no son plato muy romántico, porque lo más rico es mojar pan en los ajitos y eso canta soleares toda la noche. Además en Andalucía y Madrid, que es donde son más castizas, siempre se toman con unas cañitas heladas.
INGREDIENTES
1/2 kilo de gamba blanca
4 dientes de ajo
1 guindilla
Aceite, vinagre, perejil y sal
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