El Cementerio de Camagüey
Ana Dolores Garcia
Después de ciento noventa y cinco años de fundado, el cementerio de Camagüey resulta ser el más antiguo de Cuba que permanece al servicio de la comunidad. Se dice que la primera persona que fue enterrada en él lo fue el propio alcalde, don Diego Antonio del Castillo, el que dos años antes había sido comisionado por el ayuntamiento para que acometiera su construcción. Ya desde 1790 se venían haciendo gestiones para la creación de un cementerio, obteniéndose del obispo de Santiago de Cuba el permiso necesario para la adquisición de un terreno contiguo a la Iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje, por entonces una pequeña ermita. No fue hasta mucho después, en 1812, que entre las demoras de las gestiones y la burocracia ya imperante, el Ayuntamiento pudo comisionar al alcalde para que emprendiera la obra. El cementerio estuvo terminado en 1814 y se inauguró en mayo de ese año.
En Camagüey, y durante mucho tiempo, no existieron cementerios públicos, tal como era la costumbre de la época en muchas ciudades pequeñas. Generalmente se enterraba a las personas en las iglesias o a su sombra, pues se han descubierto osamentas en el Callejón de la Soledad y en el de Joffre, aledaño a la Iglesia de Santa Ana. También se daba sepultura en las fincas. Excavaciones realizadas en las iglesias de La Merced, la Soledad y Santa Ana, mostraron osamentas reveladoras de aquella costumbre. En la iglesia de La Merced actualmente se pueden visitar las llamadas «catatumbas» debajo del presbiterio, que han devenido en ser una atracción turística más. A los pobres y a los esclavos generalmente se les enterraba, muchas veces en fosas comunes, en el llamado «Hato Viejo» cercano al lugar donde después se creó el cementerio.
En sus inicios, nuestro cementerio fue un pedazo de sabana bordeado por arbustos y con una sencilla portada de madera en la que se leía «Respetad este lugar». Esta portada fue sustituida años más tarde por un arco de mampostería con una inscripción en latín: «Beati mortui qui in Domini moriuntur», (Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor, Apocalipsis, 14,13), inscripción que se conservó hasta años recientes, cuando fue cambiada por «Dios dé gloria y paz a los que aquí reposan».
Desde su fundación, el camposanto camagüeyano ha ido aumentando sus dimensiones paulatinamente. Y, evolucionando desde aquel rústico inicio, llegó a contar con hermosos mausoleos y panteones. Hoy languidece con muchas bóvedas abandonadas o destruidas, y no pocas profanadas en busca de pequeños objetos de oro que pudieran hallarse en los cadáveres.
No sé si aún persistirá la costumbre de «alumbrar» las tumbas para estas fechas de los Fieles Difuntos. Al menos existía durante mis años vividos en Camagüey. Estos días los muertos se sentirían acompañados por sus familias, porque algunas gastaban el día entero en el cementerio, que se convertía en un amasijo de gentes y de alambres eléctricos, generalmente bajo una llovizna pertinaz, mientras los pedidos de responsos no daban descanso al cura de la iglesia del Cristo.
No faltan tampoco en el cementerio de Camagüey epitafios llenos de dolor o de bufa, epitafios patrióticos o con simples fechas, y a veces hasta sin nombre para ocultar el de algún ultimado ante el fatídico paredón.
El más aleccionador y conocido de todos los epitafios de este cementerio es el de Dolores Rondón, recitado de memoria por todo camagüeyano que se precie de serlo. (La historia de esta legendaria mujer puede leerse en otra entrada de este blog).
Sobre la tumba del patriota Agüero se leen los siguientes versos:
«Víctima infausta de un amor sincero,
sentido por el hombre y por la gloria
yace aquí el adalid Joaquín de Agüero.
Su vida guarda la cubana historia,
su muerte llora el Camagüey entero.»
Para la tumba de un conocido trovador, pareció oportuno el siguiente epitafio:
«Te debemos un trozo de vida empapado en alcohol»
Pero quizás la frase más jocosa que se pudo leer sobre una tumba camagüeyana fue la que apareció en la bóveda donde fuera enterrada la Sra. Rosalía Batista, fallecida en 1879. Su compungido viudo le dedicó el siguiente epitafio:
«Si el ruego de los justos tanto alcanza
ya que ves mi amargura y desconsuelo
ruega tú porque pronto mi esperanza
se realice de verte allá en el cielo.»
Sin embargo, a los tres años de estar solo el desconsolado viudo contrajo nuevo matrimonio. Y alguien, el mismo día de la boda, escribió lo siguiente bajo los versos del epitafio:
«Rosalía, no me esperes»
Ana Dolores García
Foto: Google
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Estimada Ana Dolores: Cuánto placer una vez más. En ese cementerio están enterrados mis abuelos, mis padres, mis tíos y algunos sobrinos que por cosas de Dios no llegaron ni a la adolescencia.
ResponderEliminarEscribo actualmente un artículo para mi blog en el que hablo de las iglesias de Camagüey al mismo tiempo que camino por las calles de Montreal, ciudad llamada "La ville de cent clochers" de tantas iglesias que hay.
Si algún día vuelves a hablar o hablas del Parque Agramonte, te diré que en la esquina de Martí e Independencia se encontraba la billetería "El Cambio" "La casa del dinero" como rezaba una publicidad en una de sus paredes. Ese establecimiento fue de mi abuelo Don Leopoldo Mozo desde el año 1907 cuando había comenzado con una tienda de abarrotes.
Mi abuelo murió en 1958 y mi padre no pudo seguir explotando el negocio ya que había llegado el hombre de las barbas y había mandado todo a parar. Durante mi niñez veía con mucha frecuencia a los veteranos de la guerra(mambises)cuando iban a cobrar su pensión pues mi abuelo tenía autorización para cambiarle sus cheques. Mi abuelo, quien había conocido a Martí en Sto. Domingo, sentía mucho respeto por estos mambises.
Saludos y hasta el próximo artículo.
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Los cementerios son lugares místicos, donde vive el recuerdo de los seres queridos. Son lugares especiales. Gracias por la historia.
ResponderEliminarQuerida lolita.La calle del cristo empieza en la iglesia Catedral y termina en el Cristo que tiene al lado el Cementerio.A este lugar iba con mi tia todos lo fieles de difuntos a poner flores a mis abuelos ,tambien el dia de su onomastico el 30 de octubre. Me llamaba la atencion en la entrada la tumba de Dolores Rondon.En cuya calle habia muchas florerias ,siempre recuerdo a un señor grueso creo que de apellido Terrero, en ese lugar tenian de diferentes clases de flores.Tambien iba al panteon de veteranos porque mi abuelo materno fue a la guerra .Iabamos en carro lo que mas me llama la atencion es que es una de las calles de Camaguey mas rectas,porque nuestro terruño como dice Joaquin Estraca Montalvan es como un plato partido en muchos pedazos. Un abrazo de Carmen,
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