6 de noviembre de 2009



Durante la próxima Feria del Libro a punto de abrirse en Miami, se presentará el libro «Los Funerales de Castro», escrito por el periodista español Vicente Botín, quien durante varios años fuera corresponsal en Cuba de Televisión Española (TVE). Creemos oportuno publicar ahora esta entrevista que le fuera realizada por Tania Quintero en el mes de mayo pasado, y que ha sido tomada de su blog http://taniaquintero.blogspot.com. Agradezco a Gladys Gutiérrez el haberme facilitado esta información. adg

Con una mezcla de sorpresa e incredulidad, en la mañana del sábado 9 de mayo descubrí en El País el artículo “Fidel Castro: tres entierros y un funeral.” Mi reacción no tenía que ver con el título, sino con el autor: Vicente Botín, quien seis meses antes había sido corresponsal de Televisión Española en Cuba. Inmediatamente me propuse entrevistarlo. Pensé que entre mi deseo y la realidad podrían transcurrir varias semanas. Pero ese mismo día, gracias a una amiga común, le envié el cuestionario. Me contestó enseguida: hasta el 18 de mayo se encontraba de vacaciones en el sur de España, en cuanto regresara me respondía. El 19 de mayo, no sólo recibí las respuestas, sino también una foto suya y dos del libro Los funerales de Castro (Editorial Ariel), que con prólogo del periodista Lluis Bassets será presentado el próximo 4 de junio. A continuación, la transcripción del diálogo, cien por ciento digital.

Vicente, le estoy muy agradecida por el interés y prontitud con que ha respondido. Primeramente, me gustaría que se presentara a los lectores de los tres blogs donde publicaré su entrevista: Penúltimos Días, Desde La Habana y en mi propia bitácora.

Nací en Burgos, Castilla y León, estudié Periodismo y Ciencias Políticas y Sociología en Madrid. En 1967 y hasta 1972 trabajé en la “Revista SP”, semanario de información general. Fui corresponsal volante en Latinoamérica, con sede en Chile donde, entre otros trabajos, realicé varias entrevistas al presidente Salvador Allende. En 1972 comencé a trabajar en Televisión Española, donde me he desempeñado en diversos programas y viajado por todo el mundo, especialmente por Latinoamérica, donde he realizado más de un centenar de reportajes para programas como “Informe Semanal” y “En Portada”. En 1999 fui nombrado corresponsal de TVE en el Cono Sur, con sede en Buenos Aires, hasta diciembre de 2004. Después sería enviado a La Habana.

¿Qué tiempo permaneció en Cuba como corresponsal de TVE?

Casi tres años. Desde enero de 2005 hasta octubre de 2008.

¿Cuándo nació la idea de aprovechar esa estancia para escribir un libro?

Cuando llegué a Cuba me di cuenta de que sabía muy poco sobre el país y la revolución, a pesar de todo lo que había leído y de mis dos estancias anteriores en la isla, en 1982 y 1984. En ese último año, 25 aniversario de la revolución, realicé una larga entrevista a Fidel Castro. Pero puedo decir sin rubor que no conocía a cabalidad la verdadera naturaleza del régimen ni las penosas condiciones de vida del pueblo cubano. Por eso comencé a escribir el libro, a los pocos meses de llegar, en julio de 2005.

La mayoría de los libros que había leído sobre Cuba no reflejaban lo que yo veía a diario: la lucha por la vida, la doble moral para sobrevivir, la “resolvedera”, las infraviviendas, los derrumbes, los apagones, el problema del transporte, la mentira de la educación y de la sanidad, las fantasías de los periódicos y la televisión, los problemas de los disidentes y de los periodistas independientes, el enorme control de la Seguridad del Estado, el miedo, la parálisis de la gente, etc, etc. Por eso comencé a escribir el libro. Cuba era una “aldea Potemkim” una gran mentira oculta detrás de los discursos de Fidel Castro, y tenía que reflejarlo en un libro.

¿Tuvo dificultades para hacer investigaciones y entrevistas?

Nunca le dije a nadie que estaba escribiendo un libro. Tomé muchas precauciones para que la Seguridad del Estado no interfiriera mi trabajo. Encripté mi ordenador, del que nunca me separaba, hice muchas copias en USB y periódicamente, a través de amigos o familiares, enviaba a Madrid lo que tenía escrito. Mis investigaciones, entrevistas, búsqueda de documentación y lecturas las realizaba en el marco de mi tarea diaria como corresponsal de televisión, sin insinuar siquiera que realizaba un trabajo en secreto.

¿En algún momento la Seguridad del Estado lo llamó a contar, como se dice?

La Seguridad del Estado controla férreamente a los periodistas extranjeros, pero yo no les di ningún motivo para que pensaran que estaba escribiendo un libro. Recibí muchas llamadas de atención por parte de “funcionarios” del Centro de Prensa Internacional, porque no les gustaron varias de mis crónicas televisivas, pero nunca sospecharon que estaba escribiendo un libro.

Como la corporación RTVE no acostumbra aclarar por qué de pronto “desaparece” un presentador, locutor, periodista o corresponsal, no llamó demasiado la atención su relevo por Sagrario García-Mascaraque, joven y agraciada, como gusta a los jefes del Centro de Prensa Internacional, adjunto al ministerio cubano de Asuntos Exteriores (y como todo en Cuba, controlado por el Departamento de Seguridad del Estado). Pero a mí, debo confesarle, me hizo sospechar de que algo pudiera haber ocurrido. Por eso quisiera saber la razón de su salida de Cuba.

Los corresponsales no desaparecen porque sí. Los contratos para cubrir una corresponsalía son anuales y se suelen renovar hasta un máximo de cinco años, a veces menos. Mi salida de Cuba y también la de mis colegas de Washington, Londres, París, Lisboa, Pekín, Bogotá, Jerusalén y Moscú, se debió al Expediente de Regulación de Empleo que realizó la empresa para prejubilar a los mayores de 52 años. No hay gato encerrado.

De todas maneras, la mayoría de los corresponsales extranjeros en Cuba somos “conflictivos” para el Centro de Prensa Internacional, porque no nos sometemos a su chantaje permanente para pregonar los “logros” de la revolución, aunque procuramos no cruzar la invisible raya que traza la prudencia para evitar ser expulsados del país.

¿Podría ponernos algunos ejemplos de las dificultades que enfrentan los periodistas, que como usted, se percatan de la realidad en que viven los cubanos, tienen valor y no se dejan manipular por las autoridades castristas?

El control que ejercen las autoridades cubanas sobre los corresponsales en general, se agrava con los periodistas de televisión por una razón bien simple: las cadenas de televisión extranjeras no pueden utilizar medios propios de transmisión y tienen que enviar sus crónicas a través de la Televisión Cubana, que es la encargada de “subirlas” al satélite. Eso es ya de por sí una razón para mantener un cierto equilibrio y evitar que interrumpan la transmisión, algo que cuando quieren pueden hacer y que a mí me hicieron en algunas ocasiones.

Es más eficaz una crónica posible que una crónica prohibida. Prefiero que se emitan imágenes de las Damas de Blanco jaleadas por las turbas, por ejemplo, con un texto más o menos “tolerable”, y no tener que “comerme” las imágenes sin que las vea nadie. El maximalismo es poco inteligente, más propio de quienes juzgan los hechos desde la distancia en lugar de batirse el cobre, como hacen muchos en la isla, a pesar de los zarpazos de la Seguridad del Estado.

A los que desde fuera critican el trabajo que realizamos los periodistas extranjeros en Cuba y les exigen más compromiso, habría que decirles, con el mayor respeto, que quizás ellos deberían ser los primeros en comprometerse, al fin y al cabo es su país, y jugarse el tipo, vivir en Cuba y luchar por la democracia como hacen los disidentes.

Para quienes la mayor parte de nuestra vida transcurrió bajo aquel régimen totalitario, no nos fue difícil darnos cuenta de su perplejidad a la hora de reportar el cambio de batón el 24 de febrero de 2008. Me gustaría ahora conocer cómo vivió usted aquellos días y cómo ya en España recibió la noticia de las defenestraciones de Felipe Pérez Roque y Carlos Lage, entre otros dirigentes que usted debe haber conocido.

En una de mis crónicas dije (y no me censuraron) que en Cuba no se podía decir esa frase tan socorrida de “El rey ha muerto. Viva el rey” porque Fidel Castro, desde la sombra, seguía manteniendo el cetro. Y eso lo he dicho en todas mis crónicas y lo repito en mi libro. Quien manda en Cuba es Fidel Castro y su pobre hermano no puede realizar las “profundas reformas”, económicas por supuesto, que anunció y que no serían ninguna novedad, porque ya las puso en práctica durante el período especial (“son más importantes los frijoles que los cañones”), y que Fidel, con paciencia franciscana, ha ido desmontando una por una.

Las defenestraciones —de Lage y Pérez Roque, en este caso— son una constante en todos los regímenes estalinistas. La revolución siempre devora a sus propios hijos y les exige, además, el supremo sacrificio de declararse culpables. Esas dos “muertes” son necesarias para Raúl Castro, quien tiene que rodearse de centuriones de su máxima confianza para no perecer en esa batalla sorda que libra contra su hermano. Veremos qué ocurre en el Congreso del Partido Comunista de Cuba, en noviembre. No hay que olvidar que el comandante sigue siendo Primer Secretario.

Una anécdota humana, vivida entre la población, la disidencia o con la propia militancia del partido.

Los cubanos son gente entrañable, muy cariñosos y afables… y resignados también. “No es fácil” es la muletilla que repiten y que me decían cada vez que les preguntaba que por qué no se rebelaban, por qué no salían a la calle a protestar, como en la España de Franco que había incluso cárceles para los curas contrarios a la dictadura. Aún así me siento muy orgulloso de haber conocido tanta gente buena y como anécdota, quiero decir que me siento muy feliz de haber facilitado la salida de Cuba hacia Miami de un buen amigo a quien poco después se le unió su mujer y su hijo, quienes pudieron escapar también gracias a un matrimonio de conveniencia.

Su estancia en Cuba coincidió con la de un embajador español bastante amigo de la Revolución y sus dirigentes. Ese hecho ¿fue una ventaja o un obstáculo? ¿Contó con el apoyo de la Embajada y Consulado de España, o sólo con el personal de algunos diplomáticos?

La postura del embajador de España en Cuba y la política del Ministerio español de Asuntos Exteriores no fueron un obstáculo para mi trabajo. Mantuve buenas relaciones personales con el embajador y con muchos diplomáticos, independientemente de su trabajo o de su compromiso con Cuba.

Finalmente, una valoración de la situación cubana a la luz de la actual crisis económica global, la nueva administración estadounidense y el cambiante panorama europeo e internacional, donde de pronto una epidemia o una catástrofe pueden centrar los titulares.

En mi libro Los funerales de Castro sostengo la tesis de que, a corto plazo, el objetivo de Raúl Castro, cuando se libere de la “tutela” de su hermano, será realizar reformas de tipo económico, al estilo chino o vietnamita, pero que, a largo plazo, los herederos de la revolución podrían intentar una salida “a la rusa”, es decir, “blanquear” el sistema con unas elecciones en las que al Partido Comunista de Cuba, travestido de Partido de la Nueva Cuba o algo por el estilo, no le resultaría difícil ganar unas elecciones para seguir controlando “democráticamente” al país y sus principales recursos, ahora en manos del holding GAESA, de las FAR. Los cubanos todos, los de dentro y los de fuera, están llamados a impedirlo.

Tania Quintero, Lucerna
http://taniaquintero.blogspot.com/Lucerna
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