5 de noviembre de 2009


Recordando a Monseñor Adolfo

Mirtha Padrón

Hoy, desde aquí quiero hablar de Monseñor Adolfo. Es dos de noviembre y en México se acostumbra a recordar las personas fallecidas a las que uno admira o quiso. No sé si él estaría de acuerdo, sólo puedo intuirlo y por eso me atrevo a hacerlo. Lo conocí desde una perspectiva diferente a otras personas. Yo no era creyente y no iba a la Iglesia.

En el año 1990 o 1991, trabajaba en el Poder Popular Municipal y atendía la Educación, la Cultura y el Deporte. En esa etapa, la Catedral de Camagüey, se estaba cayendo, literalmente hablando. Si me acuerdo bien, iniciaba un proceso lento de restauración; era lento porque los organismos gubernamentales ponían muchas trabas la verdad para esa labor y dicha iglesia está ubicada dentro del entorno del Parque Agramonte; bueno, los camagüeyanos saben. La cuestión es que llegaba la Semana de la Cultura y alguna actividad debía hacerse en una explanada ubicada en un costado de la iglesia, que a ellos pertenece, por lo que debía obtenerse el permiso de allí.

Me encargaron a mí la conversación con las autoridades eclesiásticas, que por las características de esta iglesia sería Monseñor Adolfo el único con quien podría hablarlo y me preocupé, en primer lugar porque eso no estaba en mis funciones, en aquel entonces era algo bien complicado, no sentía que estuviera preparada emocionalmente para una conversación que consideraba trascendental, pues además de ser bien joven (yo), la figura de Monseñor se me hacía impresionante e imponente.

En fin, pedí la entrevista y fue concedida rápidamente por lo que asistí a la que ha sido una de las mejores, amables y más cálidas conversaciones que he tenido sobre religión, cultura, literatura, amistad y muchas cosas más, con alguien. Me di cuenta que sabía mucho sobre mí, le pregunté y contestó abiertamente que sí, como yo de él. Concedió amablemente el permiso sin ninguna condición. Salí del lugar totalmente feliz. A partir de ese momento fui una defensora a capa y espada de agilizar los trámites de restauración, hasta donde mi nivel y jerarquías dieron posibilidades.

Años más tarde, era Directora del Telecentro de esa ciudad y se anunciaba la vista del Cardenal Ortega a Camagüey .Pedí a quienes pude y cómo pude que me ayudaran para filmar la misa en la Iglesia de La Caridad, aquello fue difícil, pero lo logramos,(esa es otra historia). Se transmitió una buena parte en el canal local y en el noticiero nacional pusieron un minuto y medio, algo verdaderamente inaudito en aquellos años.
Monseñor Adolfo sabía bien, sabía muy bien, el significado de aquello y me mandó un libro como regalo, que yo atesoro. Es sobre la vida del Papa Juan Pablo II. Desde el fondo de mi corazón agradezco todos los días las palabras de esa dedicatoria y hoy lo hago públicamente.

Mirtha Padrón
http://cubatijuana.blogspot.com
foto: Ana Dolores García
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