19 de octubre de 2009

Reflexiones...
(de otro viejo)

Luis Amador

Mi padre nació en 1878, se llamaba Liborio Manso, murió de un paro masivo en 1959. Mi madre vino al mundo en 1902, se llamaba Libertad Cordero. Aunque era 24 años más joven que mi padre, murió de complicaciones múltiples el mismo año 1959. Yo soy hijo único. Mi nombre es Inocente Manso Cordero. Nací constitucionalmente en 1940. Crecí con la leche de Esperanza, que así se llamaba la vaca que ordeñaban en casa. Tomé leche «no hasta los siete años», sino hasta que Esperanza murió. Siempre es bueno tener vaca propia, las demás vacas sólo producen disculpas.

Antes de continuar, quiero dejar constancia de mi discreción, soy incapaz de apuntar nada que contravenga al concierto gubernamental. De todas formas el concierto lo tocan a su manera, es un solo de violín, hay otros instrumentos pero todos mudos.

Continúo con vida pero la perdí sin apostarla, se desvanecieron mis aspiraciones como vapor de agua. Fui estafado por crédulo, sólo yo soy culpable. Lo peor de mi existencia es que engendré hijos que cayeron en la misma falsedad, ellos -siguiendo la inercia de mi proceder-, también han tenido hijos. Todos juntos nos ahogamos en un bache similar al lago Titicaca, mejor dicho, en la ultima parte del nombre del lago. Mi recorrido por el paraíso ha sido rodar vacío, con el ombligo en la espalda, por un callejón donde se multiplican los problemas y nunca se multiplican los peces ni panes aunque proclamen milagros. Este callejón no tiene salida y se dirige a ninguna parte, pero girando sobre lo mismo aprendí lógica.

De nada sirvió cumplir con lo que pedían, trabajé como reloj solar sin gastar recursos, asistí a las reuniones, fui solidario con los planteamientos, creí que a cambio recibiría premios adecuados a mi obediencia y sacrificio, no he recibido estímulos, perdón, como estímulo este mulo, ha colectado varios papeles que dicen soy de los buenos. Para el valor real de esos panfletos me hubiera escrito una carta ahorrándome, sudor, sacrificios y miles de horas de sueño. Los panfletos son de papel grueso no sirven ni para uso higiénico.

Válgame Dios parezco un critico, (a Dios le dieron de baja) así que me abstengo de criticar, porque también me dan de baja.

Me fascinan las elecciones, es una oportunidad «única», donde se pone de manifiesto la condicional ocasión de escoger entre el candidato, o el reflejo del aspirante en el espejo. Aquí no existen fraudes electorales, sale el propuesto con el 150 % de los votos, nadie en contra. No se ofrece nada para ser electo. Si hay un pueblo sin puente, allá va el puente, si no hay río para el puente, se incluye el río aunque no tenga agua.

La carencia diaria me enseñó a usar la lógica, todos los días escucho justificaciones, ésas si se multiplican y no son milagros. Las justificaciones envuelven anticipadamente cada proyecto enlatado para condimentarlo.

Pedí en mi centro de trabajo un par de zapatos, me preguntaron cuantos pies tenia, dos respondí, entonces el jefe del sindicato, preocupado por los trabajadores, me dijo que lógicamente no necesitaba otro par si tenia solo dos pies. Lógicamente fui a la tienda con mi libreta a comprar un par, los que calzo tienen las suelas más perforadas que el plan petrolero. El dependiente con sonrisa amable (que es raro) me explicó que lógicamente no podría comprar porque, aunque existían los zapatos en la tienda, no me tocaba todavía mi turno. Me fui a casa y por lógica, puse un parche de cartón por dentro para tapar los huecos. No se me rompieron las medias porque, lógicamente no tengo medias.

Evitando pisar las piedras caminaba como si estuviera jugando al "tejo". Así transcurrieron más de dos meses, entonces me dije, ahora si. Me armé de la flamante libreta de productos industriales y de nuevo a la tienda. Por suerte me atendió el mismo empleado. Con otra sonrisa y tono condescendiente (aun quedan personas simpáticas) me dijo, esta vez si le toca, pero ya se acabaron los zapatos, lógicamente usted tiene mala suerte, sin embargo no tendrá que gastar en betún para limpiarlos.

Salí triste de la tienda. Para levantar el ánimo pasé a visitar a Pancho Matraca que tiene una grúa y discos de música vieja. No usó la grúa para levantarme el ánimo, pero si música. La música conforta. Me puso una pieza cantada por Celia Cruz llamada el Yerberito Moderno. Ya se me había olvidado la letra, que trata de diversas hierbas para curar dolencias comunes. Modernamente asocié al Yerberito con el doctor del policlínico, experimentado en medicina verde. Se graduó en la universidad de la Habana, pero hizo su especialidad en Guanabacoa bajo la guía de prácticos curanderos. Si no hay medicina recomienda un cocimiento de hierbas. Tenemos recursos clínicos muy avanzados. Lógicamente las medicinas las fabrican de vegetales y minerales, el paciente se come un puñado de pasto, se traga un seboruco y resuelto el problema. No hay demandas por mala práctica médica, los espiritistas dicen oír las quejas en el cementerio.
(Continuará)

Luis Amador

www.conexioncubana.com
Caricatura: O. Santana, Google
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