30 de octubre de 2009

¿Por qué decimos…

a ojo de buen cubero?

Antiguamente, en los distintos reinos de la España que iba a ser, los sistemas de medidas eran deficientes e irregulares. Una de las medidas de capacidad más usadas era la «cuba», recipiente cilíndrico de madera en la que se almacenaban líquidos, ya fuera agua, vino, aceite, etc. Estas «cubas» eran fabricadas por «cuberos», (del latín «cuparius»), los que tenían a su cargo la labor de unir las piezas de madera con listones de hierro u otro metal.

Las medidas de las «cubas» no eran exactamente iguales, pues dependían siempre de la pericia del cubero y de su buen tino en ceñirse al tamaño señalado por las normas dictadas en cada reino o territorio feudal.

Cuando se quería medir la capacidad de una cuba sin vaciarla, se recurría a la opinión de un cubero… Ese ha sido el origen de la frase o locución adverbial «a ojo de buen cubero» es decir, medida imprecisa, estimada, a bulto, aproximada.

Y de aquellas «cubas» se derivaron etimológicamente los «cubos» de los cubanos, que preferimos llamar así a los baldes.
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