La batalla de Lepanto
y la historia del Rosario
y la historia del Rosario
Ana Dolores García
En la antigua Grecia se coronaban con rosas las estatuas de los dioses. Y los romanos, -como muchas otras cosas-, heredaron la costumbre de los griegos porque las rosas dedicadas a los dioses eran símbolo de la entrega de sus corazones.
Este simbolismo fue adoptado también por las mujeres cristianas que sufrían en Roma el martirio por su fe, y adornaban sus cabezas con coronas de flores como ofrenda al Dios único en el que creían y al que iban al encuentro. Consumado el sacrificio y protegidos por la oscuridad de la noche, los cristianos recogían aquellas rosas dispersas y por cada una de ellas rezaban una oración encomendando el alma de las mártires. Fue surgiendo así la práctica del Rosario cristiano, porque la palabra «rosario» significa precisamente «corona de rosasۚ».
En sus comienzos, el rosario consistía en recitar los 150 salmos de David, pero a ello no podía llegar la mayoría de los cristianos. La Iglesia entonces determinó que aquellos que no supieran leer sustituyeran los salmos por 150 Ave Marías. Esta nueva fórmula fue llamada «Salterio de la Virgen». (Salterio es el nombre del Libro bíblico que contiene los salmos).
Santo Domingo de Guzmán, -fines del siglo XII-, fue un gran propulsor del rezo del Rosario. En tres ocasiones tuvo una visión de la Sma. Virgen instándole al rezo del Rosario y explicándole que el poder de la oración era más fuerte que el de las flagelaciones con que se auto castigaba para obtener la conversión de los pecadores.
La predicación de Santo Domingo y sus seguidores hizo popular esta devoción, aunque al cabo de una centuria la misma comenzó a decaer. Ya en el siglo XV un fraile dominico, Alan de la Roche, tuvo una visión en la cual Jesús, María y Santo Domingo le instaban a propagar el rezo del Rosario. La Orden Dominica comenzó esa labor y la devoción del Rosario se extendió por toda la Iglesia.
Un hecho más contribuyó a consolidar esta devoción: Fue el triunfo cristiano en la batalla de Lepanto. La pérdida de esta batalla hubiera representado el dominio de Europa por los infieles, y el Papa San Pío V instó a los cristianos a que rezaran el Rosario pidiendo a la Virgen su intercesión por el triunfo de la flota de la «Liga Santa». El propio día de la batalla, el Papa, en Roma, tuvo una visión anunciándole el triunfo y lo hizo público. En efecto, a los pocos días se comprobó la noticia de la derrota turca.
La fecha de la Victoria de Lepanto se conmemora el 7 de octubre y la iglesia celebraba ese día como el de Ntra. Sra. de las Victorias. El Papa Gregorio XIII sustituyó el nombre por el de Nuestra Señora del Rosario.
Ana Dolores García
Foto: Google
La Batalla de Lepanto,
Paolo Veronese, c. 1572 Óleo en lona,
Gallerie dell-Accademia, Venecia
En la antigua Grecia se coronaban con rosas las estatuas de los dioses. Y los romanos, -como muchas otras cosas-, heredaron la costumbre de los griegos porque las rosas dedicadas a los dioses eran símbolo de la entrega de sus corazones.
Este simbolismo fue adoptado también por las mujeres cristianas que sufrían en Roma el martirio por su fe, y adornaban sus cabezas con coronas de flores como ofrenda al Dios único en el que creían y al que iban al encuentro. Consumado el sacrificio y protegidos por la oscuridad de la noche, los cristianos recogían aquellas rosas dispersas y por cada una de ellas rezaban una oración encomendando el alma de las mártires. Fue surgiendo así la práctica del Rosario cristiano, porque la palabra «rosario» significa precisamente «corona de rosasۚ».
En sus comienzos, el rosario consistía en recitar los 150 salmos de David, pero a ello no podía llegar la mayoría de los cristianos. La Iglesia entonces determinó que aquellos que no supieran leer sustituyeran los salmos por 150 Ave Marías. Esta nueva fórmula fue llamada «Salterio de la Virgen». (Salterio es el nombre del Libro bíblico que contiene los salmos).
Santo Domingo de Guzmán, -fines del siglo XII-, fue un gran propulsor del rezo del Rosario. En tres ocasiones tuvo una visión de la Sma. Virgen instándole al rezo del Rosario y explicándole que el poder de la oración era más fuerte que el de las flagelaciones con que se auto castigaba para obtener la conversión de los pecadores.
La predicación de Santo Domingo y sus seguidores hizo popular esta devoción, aunque al cabo de una centuria la misma comenzó a decaer. Ya en el siglo XV un fraile dominico, Alan de la Roche, tuvo una visión en la cual Jesús, María y Santo Domingo le instaban a propagar el rezo del Rosario. La Orden Dominica comenzó esa labor y la devoción del Rosario se extendió por toda la Iglesia.
Un hecho más contribuyó a consolidar esta devoción: Fue el triunfo cristiano en la batalla de Lepanto. La pérdida de esta batalla hubiera representado el dominio de Europa por los infieles, y el Papa San Pío V instó a los cristianos a que rezaran el Rosario pidiendo a la Virgen su intercesión por el triunfo de la flota de la «Liga Santa». El propio día de la batalla, el Papa, en Roma, tuvo una visión anunciándole el triunfo y lo hizo público. En efecto, a los pocos días se comprobó la noticia de la derrota turca.
La fecha de la Victoria de Lepanto se conmemora el 7 de octubre y la iglesia celebraba ese día como el de Ntra. Sra. de las Victorias. El Papa Gregorio XIII sustituyó el nombre por el de Nuestra Señora del Rosario.
Ana Dolores García
Foto: Google
La Batalla de Lepanto,
Paolo Veronese, c. 1572 Óleo en lona,
Gallerie dell-Accademia, Venecia
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