5 de octubre de 2009


Almenábar, Mar Adentro

Ayer, por la tele, vi por segunda vez la gran obra de Alejandro Amenábar, Mar adentro. Me emocionó igual que la primera vez. En aquella ocasión, hace ya 5 años, fui al cine con el interés de ver cómo Amenábar había conseguido hacer una buena película, a juzgar por los triunfos ya obtenidos en Venecia, de una historia aparentemente tan distinta a las que habían servido de argumento a sus películas anteriores y, especialmente, porque, al contrario que en éstas, de antemano ya se conocía la trama y, sobre todo, el final.

Ya había visto las tres anteriores películas de este joven realizador, en las que los argumentos resultaban muy originales, con el denominador común de que contenían buenas dosis de intriga, suspense, y, especialmente, tenían un desenlace inesperado:

Tesis, la primera, me resultó entretenida, por la intriga de su argumento y lo incierto de su desenlace. Hasta el final no se sabía quién era el malo. Me pareció una película interesante y bien hecha.

La segunda, Abre los ojos, me llamó muchísimo la atención y me dio a entender que en Amenábar había un cineasta de primera y un maestro de la intriga y del suspense. Estuve toda la película sin pestañear tratando de seguir la complicada trama. Me sorprendió que un director tan joven y con tan poca experiencia fuera capaz de hacer una película de misterio tan lograda. Ya me pareció entonces que este Amenábar era un fenómeno.

La tercera, Los otros, fue reconocida por toda la crítica como un peliculón. A mí también me lo pareció, con un guión muy original, cargado de suspense e intriga, y con un desenlace final realmente inesperado. Además tuvo el talento de conseguir de Nicole Kidman un trabajo memorable. Tras esta peli ya no sólo pensé que Amenábar era un fenómeno sino que era todo un genio y, en eso del suspense y la intriga, el mejor de los de ahora... y de los de antes (incluido Hitchcook).

Aunque no me considero cinéfilo, ni siquiera medianamente entendido en cine, el cine me parece que es el arte por excelencia, en el que el verdadero artista es el director, no los actores o actrices protagonistas. Aunque se dice que la clave de una buena película está en la historia que se cuenta, para mí el arte está en cómo la cuenta el director. Por eso, de la suma del binomio historia-director dependerá el resultado final. Pero creo que en este binomio los dos términos no tienen el mismo peso o influencia, porque, en mi opinión, de una historia simple un director bueno puede sacar una gran película (una obra de arte), mientras que un mal director posiblemente haría un bodrio con una gran historia.

O sea, opino que, al margen de la historia que se cuenta, con honrosas excepciones y dejando de lado el cine de efectos especiales, los que participan en la realización de cualquier película, incluidos los actores y actrices, son meros instrumentos que maneja el director para componer o dar vida a su obra (de arte, si sale bien).

Pues esta peli, en la que Amenábar, además de director, es coguionista y compositor de la música, me ha parecido paradigma de ese tipo de películas en las que el binomio antes referido está totalmente descompensado: una historia que no da mucho de sí pero un director como la copa de un pino. Porque la historia, por archisabida (en su día la tele ya nos mostró en real a Ramón Sampedro en su lucha porque la justicia le autorizara a poner fin a su vida) no ofrece ningún atractivo especial, salvo el mensaje que transmite en relación con el derecho a la eutanasia. Además, de los protagonistas hay que decir que Bardem, cuyo trabajo fue galardonado en Venecia con el premio al mejor actor, en casi todas las secuencias en las que interviene se le ve inmóvil en la cama y cubierto hasta la barbilla, por lo que su actuación está muy condicionada y limitada por el papel, y que la protagonista femenina, Belén Rueda, era una debutante en largometrajes (sí se le había visto en la tele), si bien parecía una consumada actriz.

Así, a priori el cuadro que se le presentaba a Amenábar parecía que no presentaba muchas posibilidades para conseguir una buena película: una historia sin suspense y con final conocido por todos, con unos protagonistas limitados, el uno por su papel y la otra por su bisoñez. En cambio, el resultado, según casi todos los especialistas, ha sido una excelente película. De ahí el mérito de Amenábar y el que a mí me haya parecido una extraordinaria OBRA DE ARTE.

¿Y cómo lo ha conseguido? A mi entender por dos claves: una, que en esta peli todos “son buenos” y, la otra, que la bondad de los personajes es percibida con nitidez por el espectador por “lo que piensan o sienten”, más que por lo que dicen. Porque Amenábar consigue que el espectador se introduzca en los personajes y, siempre en positivo, sienta con ellos. Y todo a base de expresivos primeros planos de los protagonistas, mejor dicho, de Amenábar, con los que éste hace partícipe al espectador de los sentimientos más hondos de los personajes. Creo que Amenábar extrae de los dos protagonistas lo mejor de que son capaces.

Por eso y dejando al margen la cuestión de la eutanasia, que no me interesa en este momento ni, incluso, me interesó mientras veía la película, esta obra conmueve y emociona. Y eso, indudablemente, es la esencia del arte. Aclaro que si no hablo del problema que plantea la película, la eutanasia, es simplemente porque yo, sobre eso, tengo las ideas muy claras: ante situaciones límite, como la que vivió Ramón Sanpedro, las personas deberíamos tener derecho a poner fin a la existencia, y, por tanto, debería permitirse y regularse la eutanasia para poder ser llevada a efecto con dignidad.

La música juega un papel importante en la película, precisamente para conseguir la emotividad que indudablemente persigue Amenábar. Con la obvia excepción del “Nessun dorma” de “Turandot”, que sirve de fondo musical para una bellísima secuencia en la que la cámara hace el viaje imaginario del protagonista desde su lecho hasta el mar, y la dudosa de una canción que se escucha al principio (podría estar cantada por Luz Casal), la música es de Amenábar. A mí me pareció muy buena.

En resumidas cuentas, creo que con esta película Amenábar se consagró como un genial y extraordinario realizador, y me parece que en España no se le ha dado importancia que creo que tiene a este joven y genial artista, que, aunque nacido en Chile, creo que, por ascendencia, cultura y vivencias, se le puede considerar español (desconozco si tiene la nacionalidad española), por lo que, a la vista de su obra, tendríamos que tenerlo ya en el pedestal de los ilustres nacionales. En cambio, no sé si por su sencillez y naturalidad o por su apariencia de un corriente chaval de barrio, aquí parece que no se le considera como se debería.

Supongo que a estas alturas resulta ocioso decir que siento gran admiración por Alejandro Amenábar. Ya he dicho que me parece un genio y, actualmente, el creador más importante de nuestro país. Creo que por lo que ya ha hecho con sus treinta y tantos años ya merece un lugar de honor en la historia de la cinematografía española y no dudo de que, por lo que seguro que hará, está llamado a ocupar un lugar destacado en la historia mundial del cine y del arte en general.

Estoy ansioso por ver su última película, Ágora. Que se estrena la semana que viene en España. Parece que en su presentación en Cannes (fuera de concurso) no tuvo una crítica muy favorable. Estoy seguro de que me gustará.

Sin firma de autor.
Reproducido de
http://julioelejalde.blogspot.com/
Colaboración de Gladys Gutiérrez
Ilustración: Google.

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1 comentario:

  1. Anónimo10/05/2009

    Aunque algunos críticos la hayan calificado de mediocre y empalagosa, es indiscutible que hace falta ser un buen director de cine para contar una historia conocida por todo el mundo y su tía y cuyo desenlace no va a sorprender a nadie. Esto aparte de que también ayuda un poco el tener algo de masoquista por parte del espectador.

    El tema de la trama es bien polémico y ha influido en su exaltación y en su descrédito. Porque es sabido que la eutanasia está de moda, al igual que el aborto y todo lo que nos libre de ataduras para el disfrute de la vida. Un filme que abogue por la eutanasia en un mensaje que si se quiere fue subliminal, (y no lo fue tanto), es natural que reciba el apoyo de esa corriente hedonista tan en boga que se resiste a dar un sentido religioso al sufrimiento, y que anima el pensar de quienes encabezan la vanguardia en las artes y en las letras del mundo de hoy. Y no es que crean que Dios nos ha dado la vida para su disfrute, porque sencillamente ni siquiera creen en Dios, como el propio Albenábar, que se confiesa ateo.

    Dejando a un lado los criterios yuxtapuestos a que dan lugar contenido y forma del filme, cabe agregar el palmarés acumulado por Albenábar y Mar Adentro, que extrañamente no se reseña en el largo trabajo que comento, a pesar de que todos los premios fueron obtenidos hace ya cinco años, al tiempo del estreno. Comenzaremos con el Oscar 2004 y el Globo de Oro del mismo año a la mejor película en Lengua no Inglesa. El León de Plata a la Mejor Película en el Festival de Venecia, Mejor película extranjera en 2004 tanto para la premiación de Critic Choice como para la de Independent Spirit Awards. En España arrasó con los Goya ese año: mejor película, mejor director, mejor primer actor (Bardem), mejor acrtiz, etc.etc.etc.

    Albenámar entrega ahora un nuevo filme y una nueva polémica: "Ágora". Una película que se desarrolla en el antiguo Egipto, fue filmada en la isla de Malta, ha costado un montón de millones de euros, se está estrenando actualmente en España y, según su director, es una película escrita por un ateo sobre una mujer que no quiso ser bautizada, un filme que cuenta el enfrentamiento entre ciencia y fe. Pero no, no penséis mal, él dice también que no es una historia contra los cristianos, sino contra el fundamentalismo. Yo le aconsejaría a Albenámar que sustituyera esta palabreja por otra más "políticamente correcta" para evitar confusiones.

    Yo también vi Mar Adentro. Pero me bastó hacerlo una sola vez.

    Rosendo Rodriguez
    Miami

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