7 de octubre de 2011

SE SUICIDA EN MIAMI CARLOS RIPOLL



Se suicida en Miami Carlos Ripoll 


Antonio Maria Delgado
El Nuevo Herald, Miami


Antonio Maria Delgado el Nuevo Herald
Carlos Ripoll, quien fuera en vida una de las máximas autoridades sobre José Martí, dedicó gran parte de su obra en desmontar las mentiras esgrimidas por los hermanos Castros sobre el prócer cubano. Martí fue un hombre de pensamiento liberal, profundamente antiautoritario, y los más de 50 libros que Ripoll escribió sobre la vida y el pensamiento del filósofo y político cubano dejan claramente en evidencia la fabula tejida por el régimen de La Habana.

«Ripoll fue quien mejor ha desmentido cualquier relación de Marti con la situación actual en Cuba», comentó el escritor cubano Carlos Alberto Montaner. «Una parte substancial de su trabajo consistió en desmontar toda la argumentación del gobierno cubano de que ideológicamente es una continuación del pensamiento de Marti». Tristemente, Ripoll no volverá escribir. El autor, quien había sufrido ya de varios infartos, se quitó la vida el domingo de un tiro a la cabeza.

Demostrando el mismo grado de cuidado por los detalles que caracterizan sus libros, Ripoll llamó al 911 antes de accionar el arma. Les dijo lo que iba a hacer, y que dejaría abierta la puerta. También dejó sobre una mesa una pequeña tarjeta con el nombre y teléfono de una sobrina a quien la policía debía llamar. En la pantalla de su computadora, encontraron un mensaje, escrito en grandes letras rojas, pidiendo comprensión por el acto que estaba por cometer. Decía que «sería lo mejor para todos y para todo» narró Modesto Arocha, un cercano amigo y colaborador del autor.

Tenía 90 años.
Ripoll fue un hombre de firmes convicciones, comentó Arocha, quien durante los últimos 16 años le asistió en su arduo trabajo como autor e historiador. «Tenía su carácter, siempre decía lo que pensaba, pero antes que nada era un apasionado de la historia. Una persona extremadamente inteligente, de una vasta cultura que sentía una gran inclinación por la literatura», dijo Arocha.

Curiosamente, se convirtió en historiador casi por casualidad. Había estudiado ingeniería agrónoma, pero nunca llegó a ejercer la profesión. Primero trabajó en los negocios de su padre en Cuba y luego se dedicó a construir edificios cuando llegó la revolución.

A los pocos meses, el nuevo régimen de La Habana le quitó su vasta fortuna y él y su esposa, Herminia llegaron a Miami sin nada. Los primeros años de exilio fueron muy duros, comentó Arocha. Para subsistir, Herminia tuvo que dedicarse a afeitar perros en Miami. Dispuesto a comenzar de nuevo, Ripoll salió hacia Nueva York para estudiar una nueva profesión, inclinándose a la literatura porque pensó que era lo que podía sacar más rápido.

Graduándose en un tiempo récord, Ripoll comenzó a dar clases en el New York City University, y en su tiempo libre comenzó a escribir sobre América Latina, con énfasis en Cuba y en especial sobre la relevancia de Martí. Para los expertos, Ripoll es el más importante “martiniano” después de Félix Lizaso, aunque el primero fue mucho más extenso que el segundo debido a que contaba con una gran ventaja.

«Tuvo una mejor oportunidad que Lizaso porque estando en Estados Unidos pudo investigar detalles sobre la vida de Martí en Estados Unidos que nadie conocía. Fueron muchos sus descubrimientos sobre las intimidades de Martí, detalles personales que diferencian al hombre del personaje histórico», resaltó Arocha.

Pero más significativamente, logró acercarse como muy pocos a lo que el prócer realmente pensaba, documentando cuidadosamente con hechos y citas la vasta diferencia entre las creencias de Martí y la ideología latente en La Habana. Una de las grandes revelaciones sobre Martí aún no ha salido a la luz pública. Se encuentra en un libró que Ripoll terminó días antes de quitarse la vida.

Con el título Martí y la Melancolía, la obra póstuma relata que la infancia de Martí en realidad fue terrible y que su padre no fue la buena persona que el prócer decía, formación que provoco en él un estado permanente de melancolía.

Era un sentimiento que Ripoll llegó a entender bien. Su enfermedad cardíaca aunada al deterioro mental de su esposa, quien padece de alzhéimer, llevaron al autor a convivir con la depresión durante los últimos años de su vida.

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