La Beatificación de Mariana Grajales
Ana Dolores García
Desde hace unos días está circulando profusamente un mensaje electrónico en el que se anuncia la próxima --dicen ya inminente y segura--, beatificación y canonización de una egregia patriota cubana: Mariana Grajales. Con todo el respeto que me merece Mariana Grajales, -el cual considero no empequeñecer en lo más mínimo con este comentario-, no le doy ningún crédito a lo que expresa ese mensaje electrónico que a lo más que llega es a crear confusión y equivocada expectación.
Desde hace unos días está circulando profusamente un mensaje electrónico en el que se anuncia la próxima --dicen ya inminente y segura--, beatificación y canonización de una egregia patriota cubana: Mariana Grajales. Con todo el respeto que me merece Mariana Grajales, -el cual considero no empequeñecer en lo más mínimo con este comentario-, no le doy ningún crédito a lo que expresa ese mensaje electrónico que a lo más que llega es a crear confusión y equivocada expectación.
¿Por qué tiene ese mensaje todas las
características de fraudulento? Porque,
en primer lugar, una noticia que anuncie el inicio del proceso de beatificación de
alguna persona por parte de la Iglesia Católica, debe ser emitido oficialmente por
el Obispo o Arzobispo que proponga ese
proceso. No basta la que se cita como declaración extraoficial de un/una
vocero/a.
Además, -y en esto fíjense bien-, la
Iglesia Católica romana no considera un cuerpo incorrupto como señal inequívoca
de santidad. Ello está establecido claramente en los cánones y regulaciones
eclesiásticos. Es verdad que durante
siglos hasta se ha venido creyendo popularmente que los cadáveres de los santos
despiden un aroma dulce (el llamado “olor de santidad”) y que la incorrupción,
-también popularmente-, se ha tomado por indicio de favor divino. Esa tradición puede continuar influyendo en
los creyentes, pero no en los funcionarios que estudien la causa de
beatificación, un paso necesario para una futura canonización.
Lo
que hace falta, tanto para la beatificación como para la posible
canonización, son señales divinas que confirmen el juicio de la Iglesia
respecto
a la virtud o el martirio del siervo de Dios. La Iglesia toma por tal
señal
divina un milagro obrado por intercesión del candidato. Pero el proceso
por el
cual se comprueban esos milagros es tan riguroso como las
investigaciones sobre
el martirio y las virtudes heroicas.
No pretendamos usar nuestro fervor
patriótico para entronizar como Santa o Mártir de la Fe a Mariana Grajales. Ser
santo no es solamente estar en los altares de las iglesias. ¡Tantos hay que son
desconocidos! Mariana Grajales, no lo dudo, puede ser una de ellos, porque vivió en el
temor de Dios, pero no nos atrevamos a aventurar santificaciones o beatificaciones cuyos
procedimientos y requerimientos ni siquiera conocemos.
Mariana Grajales ya tiene un altar
en el corazón de cada cubano y, sobre todo, figura por derecho propio en el
Altar de la Patria. Para honrar a Mariana Grajales, a los cubanos nos debe
bastar con tenerla de ejemplo y modelo para imitar sus virtudes y su
patriotismo. ¡Con eso ya sería suficiente para liberar a la Patria esclavizada!
Ana Dolores García
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