6 de octubre de 2011

LA BEATIFICACIÓN DE MARIANA GRAJALES

 La Beatificación de Mariana Grajales

Ana Dolores García

Desde hace unos días está circulando profusamente un mensaje electrónico en el que se anuncia la próxima --dicen ya inminente y segura--, beatificación  y canonización de una egregia patriota cubana: Mariana Grajales. Con todo el respeto que me merece Mariana Grajales, -el cual considero no empequeñecer en lo más mínimo con este comentario-, no le doy ningún crédito a lo que expresa ese mensaje electrónico que a lo más que llega es a crear confusión y equivocada expectación.

¿Por qué tiene ese mensaje todas las características de fraudulento?  Porque, en primer lugar, una noticia que anuncie  el inicio del proceso de beatificación de alguna persona por parte de la Iglesia Católica, debe ser emitido oficialmente por el Obispo o Arzobispo  que proponga ese proceso. No basta la que se cita como declaración extraoficial de un/una vocero/a.

Además, -y en esto fíjense bien-, la Iglesia Católica romana no considera un cuerpo incorrupto como señal inequívoca de santidad. Ello está establecido claramente en los cánones y regulaciones eclesiásticos. Es verdad que  durante siglos hasta se ha venido creyendo popularmente que los cadáveres de los santos despiden un aroma dulce (el llamado “olor de santidad”) y que la incorrupción, -también popularmente-, se ha tomado por indicio de favor divino.  Esa tradición puede continuar influyendo en los creyentes, pero no en los funcionarios que estudien la causa de beatificación, un paso necesario para una futura canonización.

Lo que hace falta, tanto  para la beatificación como para la posible  canonización, son señales divinas que confirmen el juicio de la Iglesia respecto a la virtud o el martirio del siervo de Dios. La Iglesia toma por tal señal divina un milagro obrado por intercesión del candidato. Pero el proceso por el cual se comprueban esos milagros es tan riguroso como las investigaciones sobre el martirio y las virtudes heroicas.

No pretendamos usar nuestro fervor patriótico para entronizar como Santa o Mártir de la Fe a Mariana Grajales. Ser santo no es solamente estar en los altares de las iglesias. ¡Tantos hay que son desconocidos! Mariana Grajales, no lo dudo, puede ser una de ellos, porque vivió en el temor de Dios, pero no nos atrevamos a aventurar santificaciones o beatificaciones  cuyos procedimientos y requerimientos ni siquiera conocemos.

Mariana Grajales ya tiene un altar en el corazón de cada cubano y, sobre todo, figura por derecho propio en el Altar de la Patria. Para honrar a Mariana Grajales, a los cubanos nos debe bastar con tenerla de ejemplo y modelo para imitar sus virtudes y su patriotismo. ¡Con eso ya sería suficiente para liberar a la Patria esclavizada!

Ana Dolores García

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