Que no sea cruel
contigo, Señor.
Que reflexione si
en lo más hondo de mí
brota la maldad o
la bondad,
abunda la alegría
o la tristeza,
el deseo de
venganza o el ofrecimiento de misericordia.
Que recapacite
siempre, Señor,
sobre si soy
siervo o dueño.
Que nunca, más
allá de darte gloria,
me quede con
aquello que no me corresponde:
que en lo tuyo
sea siempre dócil y pronto,
que en lo mío
nunca pretenda mi interés;
que en lo tuyo
actúe con diligencia y verdad
que en lo mío sea
siempre transparente;
que en lo tuyo
sea auténtico y noble
que en lo mío, no
fabrique mi propio “yo”
Hazme comprender
que, lo que Tú me das,
no es mío…sino
totalmente tuyo.
Que a Ti, junto
conmigo mismo, ha de volver todo.
Que ante Ti, con
lo bueno y lo malo,
he de dar cuentas
de lo mucho o poco trabajado.
Que por Ti, he de
ser cepa y sarmiento.
Que no viva como
si Tú no existieras.
Que no se cumpla
mi voluntad, sino la tuya.
Que no avance por mi camino, sino por tu senda.
Que no
descalifique a los que me rodean, sino que los comprenda.
Que no trabaje
para mi causa...sino siempre para Ti, para lo tuyo,
contigo y
contigo, con lo tuyo y para tu Reino.
Javier Leoz, Betania.es
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