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La Providencia
Cristina L. Schlichting
La Razón, Madrid
En su genial discurso en Stanford, Steve Jobs explicó que la vida sólo
se entiende mirada de delante hacia atrás. Esto es, uniendo el presente
con el pasado. ¿Por qué los Mac tienen una tipografía maravillosa? Pues
porque Steve tomó en su día la traumática decisión de dejar la
universidad por un curso de caligrafía, que le influyó cuando diseñó el
ordenador diez años después. ¿Cómo es que Jobs tuvo tiempo de crear
Pixar o de enamorarse de su esposa Laurene? Pues porque fue despedido de
Apple (en lo que él mismo define como «el episodio más devastador de mi
vida adulta») y eso redobló su capacidad de emprender. ¿Por qué
conocimos a Steve Jobs? Pues porque su madre, una estudiante embarazada,
prefirió darlo en adopción a librarse de él. Lo que el creador del iPod
y del iPhone intentaba decirnos es que la vida tiene sentido, aunque a
veces no la entendamos. Los cristianos llamamos Providencia a ese
fenómeno.
La semana pasada un hombre asesinó en una parroquia a una
mujer embarazada. El bebé ha muerto también. Hay quien ha ironizado
amargamente sobre la fe de Rocío Piñeiro, abandonada por su Dios. Creo
que Steve Jobs –ahora recién fallecido también– sería más cauto. Hay un
nexo impenetrable entre el asesinato de la joven y su decisión de rezar
en la misa de ocho. Desde luego, es claro que su amor por Dios era muy
anterior a su muerte. Y eso da sentido a toda una vida, por breve que
sea. En verdad, sólo la Providencia desvela el significado de las cosas,
incluso las aparentemente absurdas.
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