"No os dejaré huérfanos -dice el Señor-; me voy y vuelvo a vuestro lado, y se alegrará vuestro corazón."
Juan 14, 18
¿Tanta necesidad
tuviste de marcharte, Señor?
Nuestros oídos,
Jesús,
siguen reteniendo
el sonido de tu
voz de profeta:
¡Convertíos!
¡Allanad el
camino!
¡Perdonad!
Los caminos de la
Palestina
de nuestro
corazón
siguen iluminados
por tu Verdad y
por tu Gracia.
Los caminos de la
Jerusalén
de nuestra alma
buscan y
reverdecen
al calor de tu
Pasión y de tu Muerte.
¿Y, ahora? ¿Por
qué, Señor,
tuviste que
marcharte?
Déjanos, por lo
menos,
el sendero de tu
Ascensión
iluminado por el
resplandor del Espíritu.
Fortalecido, con
el auxilio de tu Espíritu.
Asegurado, con la
presencia de tu Espíritu.
Indicado, por el
consejo de tu Espíritu.
Javier Leoz,
www.betania.es
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