9 de junio de 2011

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EL ASILO “AMPARO DE LA NIÑEZ”
DE CAMAGÜEY


Por Miguel A. Rivas Agüero

Al igual que durante los siglos XVIII y XIX tuvimos repetidas demostraciones de donaciones para fundar hospitales, colegios, iglesias y asilos, en el siglo XX se siguió manifestando el altruismo de los camagüeyanos.

Buen ejemplo de ello es el asilo “El Amparo de la Niñez”  que, en abril de 1926 fundara una santa mujer llamada María Montejo Temps. No pretendemos hacer una completa biografía de María Montejo, pero sí vamos a ahondar un poco en los últimos diecisiete años de su fructífera vida a favor de la niñez desvalida.

María Montejo, tras una larga ausencia, regresó a su nativo Camagüey con un propósito en la mente y una dedicación en el corazón: la creación de un asilo en el que niñas pobres, a más de recibir el pan de la enseñanza y la religión, tuvieran albergue y cubiertas todas las necesidades mientras eran preparadas para hacerle frente a la vida una vez fuera del asilo.

El paso inicial de esta activa mujer fue fundar una escuela para niñas a la que dio el nombre de “La Fe” y en la que ella lo era todo. Esta escuela se mantenía con las cuotas que pagaban los padres de las educandas, aunque también acogió niñas pobres gratuitamente. Al mismo tiempo creó la institución que denominó “El Amparo de la Niñez”. Y comenzó su gran obra.

Obtuvo de la familia Nogueras, dueña del Reparto de ese nombre en la Vigía, que le regalaran un solar para la construcción del edificio. De él puso y bendijo la primera piedra en 1921 nuestro primigenio obispo, fray Valentín Zubizarreta.

El día 4 de abrl de 1926 fue un día grande para María Montejo, ya que, a pesar de no estar todo terminado, se inauguró el edificio con la bendición de Mons. Dr. Enrique Pérez Serantes, por entonces obispo de la diócesis. Desde aquel momento, María Montejo se acogió a ese su hogar rodeada de las primeras doce niñas a las que dio abrigo.

¿Cómo pudo llevarse a cabo esta obra?  “El amparo de la Niñez”, la asociación por ella creada, estaba compuesta por un gran número de vecinos de Camagüey, copartícipes en este noble propósito, los que contribuían mensualmente  con lo que podían, si no con pesos, con pesetas y hasta con reales.  Y el Asilo fue creciendo.

En 1931, el 17 de mayo, se inauguró la capilla, a la que se dio el nombre de “La Milagrosa”, en la que rezaban las cincuenta niñas que para entonces albergaba el asilo.  El propio año quedó constituida canónicamente la Congregación de las “Hijas de María Milagrosa”, otra creación de María Montejo.

No fue transitado con facilidad el camino recorrido. Hubo situaciones difíciles que confrontar, como cierto día en que se careció de alimentos suficientes. María Montejo invitó  a sus niñas a orar en la capilla. Minutos después sonó la campanilla de la conserjería, y María Montejo encontró en la puerta un pequeño camión cargado de víveres que un piadoso comerciante le enviaba de regalo. Casualidad, dirán los escépticos, mas ¿no se ve en ello la mano de la Providencia?

La obra material del Asilo fue avanzando. Se pudieron añadir otros solares al inicial y, finalmente, todo el terreno de la manzana. Se construyó la segunda planta para dormitorio de las niñas, labor en que la Empresa de los Ferrocarriles Consolidados fue factor importante. Y más tarde se dio término a la torre de la capilla.

María Montejo se sentía  feliz por su obra material, pero más gozo le proporcionaba su labor espiritual. Y Dios la llamó a su Reino el 6 de septiembre de 1943. Tenía entonces poco más de ochenta años.

Muchos pensaron en lo que  pasaría con el asilo al desaparecer su fundadora, pero ella había previsto esta situación. Como se recordará, en 1931 había creado la Congregación Hijas de María Milagrosa, y fue el Patronado creado en el seno de esa Congregación el que se hizo cargo de la administración del Asilo.

En ello fue importantísima la actuación de su Presidenta, Sra. Rita Rodríguez Vda. de Fernández. Fue este Patronato el que trajo a Camagüey a las “Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl” en agosto 29 de 1945 para que  atendieran la buena marcha del asilo. Tanto el Patronato como las Hijas de la Caridad cumplieron  su cometido a cabalidad, pues eran ciento cuarenta niñas las que albergaba el Asilo cuando llegó la catástrofe.

En abril 22 de 1945 fueron celebradas las Bodas de Plata de la Institución, y en acción de gracias Mons. Carlos Ríu Anglés, tercer obispo de Camagüey, celebró la Eucaristía en la propia capilla. En esa oportunidad  fue develado un retrato al óleo de la fundadora, María Montejo, retrato que donó su sobrino Gonzalo Arango Montejo.

Ese mismo año 1951, el 6 de septiembre, fueron trasladados los restos mortales de María Montejo desde el Cementerio General a la capilla del Asilo. Años después, y a solicitud de las autoridades que ocuparon el Asilo, los restos fueron retirados de la capilla y llevados nuevamente al Cementerio.

Con el cambio político que hubo en Cuba [al ocupar el poder Fidel Castro] hubo de desaparecer el “Asilo Amparo de la Niñez”. Desconocemos a qué está dedicada en la actualidad la totalidad de las edificaciones del Asilo,  pero si conocemos de un hecho demostrativo de que toda buena labor humana siempre deja huellas.

Allí, en el Asilo, en lo que fueron aulas para la educación de las niñas, aulas a las que el Patronato dio el nombre de “María Montejo”, hay ahora una escuela pública, y cuando se quiso cambiarle el nombre, un hombre del pueblo, un moreno con uniforme de miliciano, se opuso a que fuera otro que el de María Montejo porque dijo:  “Ésa fue una mujer muy grande a la que hay que recordar y honrar.”

Resumido de un artículo de Miguel A. Rivas Agüero, publicado en la revista “El Camagüeyano” editada en Miami por la Dra. María Antonia Crespí.

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