Manzano: el poeta esclavo
Marlene María Pérez Mateo
«Manzano es un sorprendente caso de intuición para lo poético, con los escasos conocimientos que pudo obtener, nos ha dejado una pequeña obra llena de musicalidad y de simpatía poética»
Leí entre las muchas líneas de un impreso bitacórico la sabia referencia que el Maestro (con letra mayúscula) José Lezama Lima hiciera a una singular persona del hacer literario cubano que para mi sorpresa resultó desconocida. La autoridad venerable para mí de quien lo escribía fue razón más que privilegiada para rebuscar cuanto de aquel incógnito e intrigante personaje del Olimpo artístico cubano pudiere a mis manos llegar y más allá si era preciso.
La incógnita se descifró a sí misma y el mágico cincel del conocimiento talló ante mí a un ser humano y a su obra de estatura y sentir que agrada, sorprende, sobrecoge y anima. ¡Qué lujo de persona! ¡Que en los siglos XVIII y XIX en Cuba se pensara, se escribiera y se sintiera así! Lezama estaba en lo cierto y no pude menos que reciprocar al Maestro, y que mejor que hacerlo con el disfrute de la obra de quien se me refería. Nada me haría crecer más.
Las loas dedicadas al que para mí estaba siendo una nueva figura, José Francisco Manzano, son más que merecidas y justas. Este buen cubano cuya obra y vida ocupan estos párrafos nació esclavo hacia 1797 en La Habana. La primera parte de su vida quedó recogida por medio de su pluma en una autobiografía que él escribiera por sugerencia de Don Domingo del Monte, intelectual de la época. Esta obra se tradujo al inglés por Richard R. Madeen (Londres, Thomas Ward, 1840) y se editó en dicho idioma antes que en español. La segunda impresión se hizo respetando la ortografía y sintaxis original en la lengua en que se concibió. Aunque con múltiples errores, los valores que Manzano nos muestra en su libro sobrepasan con creces toda incorrección. La segunda parte se extravió y penosamente se desconoce su paradero.
Por medio de su madre y de sus primeros amos fue Manzano capaz, pudiéramos decir, de educarse, siendo un autodidacta por excelencia. Como parte de la esclavitud del servicio domestico de una refinada familia de la aristocracia criolla, estuvo expuesto de manera indirecta al mundo del arte, cosa esta que la injusticia de su condición social no le permitía. De su padre aprendió el oficio de sastre a la edad de 15 años, de cuyo trabajo viviría una vez libre, años después.
Asistía a misas, rosarios y otras liturgias acompañando a sus señores. Así se familiarizó con la música sacra y el latín. Cabe decir que hasta ese momento no sabía leer ni escribir en lengua alguna. Se despierta su admiración por la plástica ya que de oídas y a hurtadillas es testigo de las clases de pintura en la casa donde servía. El destino le juega una mala pasada y es entregado a otros dueños, quienes, a su ya triste condición esclava adicionan castigos y maltratos inhumanos que en cierta medida desbordan la envidia de que fuera víctima, pues tenia el castigado una mente tan brillante que le hacia más libre que sus propios verdugos.
Aprendió a escribir y leer simultáneamente usando pedazos de papel que colectaba de la basura. Lo hacía dibujando encima de los trazos de otras personas. A decir de si mismo, Manzano nos cuenta «…..y con algún pedaso de los qe. Mi señor botaba de papel escrito de su letra lo metía entre llana y llana con el fin de acostumbrar el pulso a formar letras iva siguiendo la forma qe. De la qe. Tenia debajo con esta imbensión antes de un mes ya asía reglones…..contentísimo con mi logrado intento me pasaba desde las sinco hasta las dies ejersitando la mano en letras menudas…Sr. Dr. …fue el primero qe. pronosticó qe. yo seria poeta aun qe. se opusiera todo el mundo supo como aprendi a escrivir….» (*)
Fue el primer esclavo que leyó públicamente su poema “Mis treinta años” en 1836, publicado un lustro después. Sus décimas, nanas, cuentos y romances habían sido impresos con la condición “bajo garantía”, es decir, “con aprobación de sus amos”. También vieron la luz “Cantos a Lesbia” 1821 y “Flores pasajeras” 1830. El interés de la intelectualidad que le conocía, y muy en especial de Don Domingo del Monte, promovieron la causa de su libertad. Se hizo una recaudación que compró lo que por naturaleza le pertenecía como ser humano, la libertad.
Contrajo matrimonio con Delia, pianista y poetisa, en 1835 y comenzó a trabajar como sastre y maestro dulcero en la ciudad de Matanzas. Llegando para entonces a participar en periódicos y revistas como “El Aguinaldo habanero“, “El Diario de La Habana (1830-1838), “La Moda“ (1831), “El Pasatiempo de Matanzas” (1834) y “El Álbum“ (1838).
Fue acusado de ser parte de la llamada “Conspiración de la Escalera“(1844). Una falacia en sí misma. El gobierno colonialista, en su intento por sembrar división, fabricó un pretexto escandaloso. La incipiente intelectualidad negra en Cuba a mediados del siglo XIX fue puesta como cabeza de turco en un intento por aplacar la idea antiesclavista y libertaria en la joven nación caribeña. Se le culpó de encabezar una rebelión contra sus co-nacionales. Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido, el peregrino), Manzano y muchos otros pagaron penas de cárcel y hasta con la vida. Regresó a su vida de hogar un año después. Sus obras aparecen ya recogidas en el “Diccionario de las musas” (1837) de Manuel González del Valle. Muere en 1854 .
Mi alegría y júbilo en el descubrimiento de alguien tan lejano en el tiempo como prestigioso y cercano a la vez, llegue a los que lean este artículo. Cuba tiene el lujo de sus talentosos hijos e hijas la mejor supervivencia en la constancia de sus ancestrales valores.
Marlene María Pérez Mateo
Elizabeth, NJ
Ilustración: Google
«Manzano es un sorprendente caso de intuición para lo poético, con los escasos conocimientos que pudo obtener, nos ha dejado una pequeña obra llena de musicalidad y de simpatía poética»
José Lezama Lima
Leí entre las muchas líneas de un impreso bitacórico la sabia referencia que el Maestro (con letra mayúscula) José Lezama Lima hiciera a una singular persona del hacer literario cubano que para mi sorpresa resultó desconocida. La autoridad venerable para mí de quien lo escribía fue razón más que privilegiada para rebuscar cuanto de aquel incógnito e intrigante personaje del Olimpo artístico cubano pudiere a mis manos llegar y más allá si era preciso.
La incógnita se descifró a sí misma y el mágico cincel del conocimiento talló ante mí a un ser humano y a su obra de estatura y sentir que agrada, sorprende, sobrecoge y anima. ¡Qué lujo de persona! ¡Que en los siglos XVIII y XIX en Cuba se pensara, se escribiera y se sintiera así! Lezama estaba en lo cierto y no pude menos que reciprocar al Maestro, y que mejor que hacerlo con el disfrute de la obra de quien se me refería. Nada me haría crecer más.
Las loas dedicadas al que para mí estaba siendo una nueva figura, José Francisco Manzano, son más que merecidas y justas. Este buen cubano cuya obra y vida ocupan estos párrafos nació esclavo hacia 1797 en La Habana. La primera parte de su vida quedó recogida por medio de su pluma en una autobiografía que él escribiera por sugerencia de Don Domingo del Monte, intelectual de la época. Esta obra se tradujo al inglés por Richard R. Madeen (Londres, Thomas Ward, 1840) y se editó en dicho idioma antes que en español. La segunda impresión se hizo respetando la ortografía y sintaxis original en la lengua en que se concibió. Aunque con múltiples errores, los valores que Manzano nos muestra en su libro sobrepasan con creces toda incorrección. La segunda parte se extravió y penosamente se desconoce su paradero.
Por medio de su madre y de sus primeros amos fue Manzano capaz, pudiéramos decir, de educarse, siendo un autodidacta por excelencia. Como parte de la esclavitud del servicio domestico de una refinada familia de la aristocracia criolla, estuvo expuesto de manera indirecta al mundo del arte, cosa esta que la injusticia de su condición social no le permitía. De su padre aprendió el oficio de sastre a la edad de 15 años, de cuyo trabajo viviría una vez libre, años después.
Asistía a misas, rosarios y otras liturgias acompañando a sus señores. Así se familiarizó con la música sacra y el latín. Cabe decir que hasta ese momento no sabía leer ni escribir en lengua alguna. Se despierta su admiración por la plástica ya que de oídas y a hurtadillas es testigo de las clases de pintura en la casa donde servía. El destino le juega una mala pasada y es entregado a otros dueños, quienes, a su ya triste condición esclava adicionan castigos y maltratos inhumanos que en cierta medida desbordan la envidia de que fuera víctima, pues tenia el castigado una mente tan brillante que le hacia más libre que sus propios verdugos.
Aprendió a escribir y leer simultáneamente usando pedazos de papel que colectaba de la basura. Lo hacía dibujando encima de los trazos de otras personas. A decir de si mismo, Manzano nos cuenta «…..y con algún pedaso de los qe. Mi señor botaba de papel escrito de su letra lo metía entre llana y llana con el fin de acostumbrar el pulso a formar letras iva siguiendo la forma qe. De la qe. Tenia debajo con esta imbensión antes de un mes ya asía reglones…..contentísimo con mi logrado intento me pasaba desde las sinco hasta las dies ejersitando la mano en letras menudas…Sr. Dr. …fue el primero qe. pronosticó qe. yo seria poeta aun qe. se opusiera todo el mundo supo como aprendi a escrivir….» (*)
Fue el primer esclavo que leyó públicamente su poema “Mis treinta años” en 1836, publicado un lustro después. Sus décimas, nanas, cuentos y romances habían sido impresos con la condición “bajo garantía”, es decir, “con aprobación de sus amos”. También vieron la luz “Cantos a Lesbia” 1821 y “Flores pasajeras” 1830. El interés de la intelectualidad que le conocía, y muy en especial de Don Domingo del Monte, promovieron la causa de su libertad. Se hizo una recaudación que compró lo que por naturaleza le pertenecía como ser humano, la libertad.
Contrajo matrimonio con Delia, pianista y poetisa, en 1835 y comenzó a trabajar como sastre y maestro dulcero en la ciudad de Matanzas. Llegando para entonces a participar en periódicos y revistas como “El Aguinaldo habanero“, “El Diario de La Habana (1830-1838), “La Moda“ (1831), “El Pasatiempo de Matanzas” (1834) y “El Álbum“ (1838).
Fue acusado de ser parte de la llamada “Conspiración de la Escalera“(1844). Una falacia en sí misma. El gobierno colonialista, en su intento por sembrar división, fabricó un pretexto escandaloso. La incipiente intelectualidad negra en Cuba a mediados del siglo XIX fue puesta como cabeza de turco en un intento por aplacar la idea antiesclavista y libertaria en la joven nación caribeña. Se le culpó de encabezar una rebelión contra sus co-nacionales. Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido, el peregrino), Manzano y muchos otros pagaron penas de cárcel y hasta con la vida. Regresó a su vida de hogar un año después. Sus obras aparecen ya recogidas en el “Diccionario de las musas” (1837) de Manuel González del Valle. Muere en 1854 .
Mi alegría y júbilo en el descubrimiento de alguien tan lejano en el tiempo como prestigioso y cercano a la vez, llegue a los que lean este artículo. Cuba tiene el lujo de sus talentosos hijos e hijas la mejor supervivencia en la constancia de sus ancestrales valores.
Marlene María Pérez Mateo
Elizabeth, NJ
Ilustración: Google
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