28 de mayo de 2010


De viaje
El "Mont Saint-Michel"

El Monte Saint-Michel es un antiguo monasterio situado sobre un promontorio rocoso en una isla del estuario del río Couesnon, Debe su nombre precisamente a la abadía consagrada al culto del arcángel Saint Michel (San Miguel), La arquitectura prodigiosa del monte Saint-Michel y su bahía lo hacen el sitio turístico más concurrido de Normandía y uno de los primeros de Francia, con unos 3.200.000 visitantes cada año. Una estatua de San Miguel Arcángel colocada en la cumbre de la iglesia abacial se erige a 170 metros por encima de la orilla.

Francamente, el encanto de uno de los islotes más famosos del mundo ya no es lo que era. Siglos de acumulación de sedimentos en torno a la maravilla francesa de Mont Saint-Michel han propiciado que el continente se acerque más de la cuenta. De los cuatro kilómetros que mediaban hace siglos entre la tierra firme y la roca se ha pasado por el efecto del hombre y el turismo a unas decenas de metros. Dicho de otro modo, de repetirse la Guerra de los Cien Años, Dios no lo quiera, el islote no podría resistir como entonces, tan airosamente, el asalto de los ingleses, que fue parado por la marea alta.

Los peregrinos que durante siglos visitaron la majestuosa abadía gótica edificada en la cima del peñasco también tuvieron que lidiar con la repentina subida de las aguas. Hoy, unos carteles colocados en los arcos de la muralla medieval que dan acceso a la bahía arenosa advierten de los horarios de peligro. Pero la advertencia no infunde el respeto que solía. Un proyecto gigantesco se propone ahora devolver su carácter insular a la roca y, de paso, renovar la oferta turística del monumento. Su primera fase, la gigantesca presa del río Couesmon, se ha inaugurado hace apenas un año.

Más de tres millones de turistas visitan cada año este lugar clasificado Patrimonio Mundial de la Unesco por partida doble: por su bahía, que se extiende sobre 500 kilómetros cuadrados, y por la joya arquitectónica que representa su abadía gótica, construida desafiando la geografía de la roca de granito.

Sólo un tercio de los visitantes se anima a escalar hasta la cima, a unos 80 metros de altura, para visitar la abadía y contemplar la majestuosa estatua del arcángel san Miguel. El resto se queda atrapado en la multitud de locales que se suceden sobre la principal calle de subida, en la que se alternan restaurantes, pastelerías tradicionales y tiendas con souvenirs de todo tipo, incluidas pequeñas torres Eiffel. Por todo ello, en pleno verano, esta semana sin ir más lejos, hay que contar una hora de cola para entrar en la abadía.

Lo primero que puso en peligro al peñasco fueron las construcciones levantadas robando terreno al mar, hasta que se prohibió por ley acercarse a más de un kilómetro de "la maravilla". Luego, otras construcciones en la bahía, como los muros de contención para evitar las inundaciones, han perturbado el drenaje y han acelerado la acumulación de arena. La marea ya no se retira con la fuerza suficiente para devolver al océano los sedimentos.

"No pretendemos cambiar la naturaleza, sino revertir los daños causados por el hombre", asegura Bruno Legendre, del sindicato encargado del proyecto. La solución ideada por los ingenieros pasa por la construcción de una presa sobre el río Couesnon, que desemboca frente al Mont Saint-Michel, para volver a equilibrar la relación de fuerzas entre el río y el mar.

La presa es sólo la primera etapa del proyecto, que cuenta con una financiación de 200 millones de euros, repartidos entre diversas administraciones públicas, la Unión Europea y empresas privadas, y que culminará en 2015 con la destrucción del dique-carretera que une a la isla con tierra firme.

El islote renovado ofrecerá un modo diferente de acercarse al monumento. Desaparecerá el dique así como el enorme aparcamiento de 15 hectáreas construido a los mismos pies de la roca. Los coches, autobuses e incluso caravanas que llegan a diario al peñasco deberán quedarse en tierra firme, en un nuevo emplazamiento que se situará a unos dos kilómetros y medio del peñasco, cuidadosamente camuflado entre los árboles.

A partir de este punto, se invitará a acercarse al lugar caminando, recuperando el espíritu de los peregrinos. Para regular el gigantesco flujo turístico y atraer a los visitantes más allá de las colapsadas callejuelas del pueblo (de apenas unos 40 habitantes incluida la decena de monjes alojados en la abadía), el proyecto propondrá tres recorridos diferentes que culminarán en un nuevo camino bordeando la bahía. En el último kilómetro, una pasarela-puente será el único brazo que una ya al peñasco con el continente. El Mont Saint-Michel volverá a ser una isla tal y como reclamaba Victor Hugo a finales del XIX, indignado por la construcción del dique-carretera.

Foto: Google
Texto editado de El País, Madrid y la web.
_____________________________

No hay comentarios:

Publicar un comentario