23 de mayo de 2010


El viejo y el mal

Leonel Alberto Pérez Belette
LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) -

Tras 51 años de gobierno castrista, El viejo y el mar, la novela de Hemingway en que describe los sufrimientos de aquellos viejos lobos de mar en su adoptivo pueblo Cojimar, podría parecer un cuento infantil. La realidad dejó varada a la ficción, porque hoy los cubanos no pescan entre mojitos y tabacos, ni en pequeñas embarcaciones. Los principales avíos de los pescadores en la Cuba actual son condones e inteligencia, para burlar las agobiantes y absurdas disposiciones estatales.


Los pescadores cubanos no usan los preservativos para protegerse de ninguna enfermedad, sino para que su carnada llegue lo más lejos posible de la costa, de la cual ellos tienen prohibido alejarse. El revolucionario método de pescar con condones surge ante la imposibilidad que tenemos los cubanos de pescar desde embarcaciones pequeñas o cualquier otra cosa que flote.

A diferencia de otros lugares, en nuestra Isla pescar no es un deporte o un hobby para el ciudadano común, sino una recurso que posibilita poner algún alimento en la mesa. Sin embargo, el gobierno sigue catalogando a los pescadores que no forman parte de una cooperativa estatal, como “deportistas”.

Para mayor contradicción y por decreto de nuestros malandrines-mandarines, a los nacionales no se nos permite, ni en las instalaciones turísticas, practicar deportes náuticos que impliquen abordar un yate, llevar una canoa a mar abierto, conducir una moto acuática, o ser elevado en paracaídas por una lancha rápida.

Si uno no es miembro de las familias que componen el poder o decide convertirse en balsero fugitivo, zarpar es casi imposible. Obtener el permiso para pescar desde un bote, o poseer una pequeña embarcación, equivale a recorrer un camino largo y tortuoso, si es que el solicitante no se convierte en chivato de las tropas guarda-fronteras. Es por esto que miles de ciudadanos optaron, durante algún tiempo, por improvisar precarias balsas con neumáticos de automóviles, o poli-espuma.

Los camareros (de cámara, como se llama comúnmente en Cuba a los neumáticos), como jocosamente se les bautizó, usaban patas de ranas como medio de propulsar sus cámaras y mucho valor para enfrentar presas que les superaban en tamaño, incluyendo agujas y tiburones. Salían con cualquier tiempo; algunos fueron abatidos por los rayos, o atrapados por las corrientes marinas. En provincias como Pinar del Río, se atrevían a tirar redes de arrastre hasta la costa, difíciles de tirar hasta para embarcaciones mayores. Luego, estos infelices se veían forzados a recurrir a estrategias que dejarían calvo a cualquier general, para que, camino a casa, los policías no decomisaran lo pescado a riesgo de sus vidas, bajo el sol y las noches cerradas. Finalmente, las autoridades decidieron eliminarlos, prohibiendo también el uso de neumáticos para flotar, porque incitaban a las salidas ilegales.

Cada vez son más los cubanos que se ven forzados a pescar, debido a la crisis económica y la consiguiente escasez de alimentos en los mercados, la debacle en la agricultura y las esperanzas rotas.

Otros negocios en alza son la fabricación casera de anzuelos, y la venta de preservativos en áreas costeras.
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