27 de diciembre de 2009


Quisiste aparecer en el seno de un hogar.
Como distintivo, no la cantidad, sino la unión

Como riqueza, no el dinero,
sino el ejemplo de José y de María

Y es que tu felicidad, Señor, no fue la apariencia,
el oro, las perlas o la plata:
fue el amor de tu familia nazarena.

En ella, en fracaso aparente,
apareciste ante la gran indiferencia del pueblo

En ella, en las horas de fracaso,
encontraste el amor sin tregua ni farsa.

En ella, en tus triunfos,
supiste ser ovacionado desde el silencio y la sencillez.

Y hoy, en pleno corazón de la Navidad,
Nuestros ojos contemplan, el «tres en uno»,
Sí, Señor, tres personas unidas por un mismo amor.

Tres personas teñidas con el color de la pobreza
Tres personas agasajadas
por los que no tienen riqueza alguna

Tres personas que, bajo el umbral del portal,
Siguen siendo referencia y ejemplo de santidad y de fe.

Naciste, Señor,
y lo hiciste en una familia pobre,
pero amorosa.

Sencilla,
pero llena de lo más importante: Dios.

Temerosa,
pero valiente en sus decisiones.
Indiferente para muchos,
pero única ante los ojos del Señor

Javier Leoz, betania.es
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