31 de diciembre de 2009

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¡Feliz Navidad!

Carlos Cabezas

En aquella noche de Navidad los ángeles entonaron: «Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad». Hoy Jesús viene a nosotros muerto y resucitado, impactando nuestros corazones e invitándonos a renovar el mensaje de Belén.

En Cuba, un resto fiel vive lo que los ángeles anunciaron compartiendo la paz que brota de sus corazones, a pesar de la represión de la vieja dictadura. También existen prisioneros políticos y de conciencia en celdas tapiadas, que sin ver el sol irradian en su interior la luz que alumbra a la oposición e ilumina los pasos de Las Damas de Blanco, que marchan al unísono de la historia.

Aquí somos un pueblo dividido entre emigrantes y exiliados viviendo en tierra generosa, pero prestada. Todos tenemos abuelos, padres y amigos que ya marcharon al encuentro con el Padre sin ver a su patria libre.

Escuchamos y vemos en televisión a un gallo que cantó hace veintiún siglos recordándonos a traidores como Pedro, pero éstos no se dejan interpelar como él, quien se convirtió y cambió de mentalidad y actitud para ponerlo todo en lo sucesivo en función de su Fe, alcanzando la verdadera metanoia.

No es mentira, todavía hoy en esta Navidad del 2009, la patria sigue gimiendo, aunque los sofistas –que ahora se presentan bien entonados y con acompañamiento musical-, quieran seducirnos con sus cantos de sirena en esta tierra que mana leche y miel.
Hermanos, no dejemos de enfrentarnos al mal ni escuchemos a los falsos profetas que aconsejan olvidar los crímenes negándonos el futuro de justicia que merecemos, en el fondo quieren contemporizar con el régimen comunista.

Nunca odiemos, amemos siempre, aunque no se puede amar al pecado y haya que combatir al pecador por el mal arraigado en su corazón. Jamás olvidemos que la paz anunciada por los ángeles se materializa en la misma proporción en que luchemos por la verdad, justicia, amor y libertad, erradicando la hierba mala que alimenta la cizaña.


Los Magos ofrecieron a Jesús oro, incienso y mirra. Que nuestra oblación sea Cuba, la patria donde Él quiso que tuviéramos nuestro Belén.

Colaboración de Carlos Cabezas
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