1 de enero de 2010

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Misceláneas de Fin de Año

Leafar Pérez
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org)

Muchas veces, un hecho de hoy, por sus implicaciones, forma parte de la historia al otro día. No muy lejos de Manzanillo, vive Miguel Ángel, el inventor de la cuchufleta. Este muchacho es todo un Edison tropical, Vive, junto a cientos de vecinos, en una zona donde no ha llegado la electricidad. Inventiva y voluntad requirió este muchacho para que, a partir de un dinamo, bielas, la catalina de una bicicleta, latas viejas y la fuerza de un arroyo cercano, se iluminara la zona.

Hoy, cientos de viviendas utilizan la cuchufleta para alumbrarse, sin que nadie del gobierno se interese por este invento criollo, que demuestra su utilidad para las poblaciones aisladas, sobre todo en las montañas.
El camello, ese engendro mitad rastra y caja rodante donde durante años nos trasladamos los cubanos, al igual que los bicitaxis y almendrones, la barbacoa, la permuta, el picadillo de soya y la libreta de racionamiento, están pidiendo a gritos su monumento, y se han ganado el derecho a ser incluidos en los libros de historia.

Por otra parte, cada 19 de noviembre se reúnen los descendientes de los habitantes aborígenes de la isla para celebrar su día. Aunque oficialmente extintos, en pleno corazón de la Sierra Maestra vive Panchito, un anciano cacique de montaña que reúne a cientos de taínos que se congregan para celebrar sus ritos, trasmitidos de generación en generación, a pesar de las matanzas de los colonizadores españoles.

Panchito afirma que existen más de 600 descendientes de los taínos y se casan entre ellos para conservar la pureza de su sangre. Aunque con tristeza, dice el anciano que no pueden evitar que los jóvenes se marchen buscando una mejor vida en las ciudades. Lamenta que las autoridades no hagan nada por ayudarles a preservar sus costumbres, y estima que en unos 20 ó 30 años pueden desaparecer los pocos habitantes originales de esta tierra.

En la zona del poblado de Cabaigüán, hasta Vega del Paso, en las orillas del río Zaza, en la provincia Villa Clara quedan también descendientes de los habitantes originarios de la isla. En el museo del poblado se exponen objetos encontrados en la zona. Todavía hoy pueden verse, junto a los descendientes de los españoles, gente de piel cobriza y pelo negro, que muestran la sangre taína que corre por sus venas.

Cuba es un gran mosaico. A los habitantes originales se les sumaron europeos, chinos, judíos, africanos, árabes, que con sus costumbres, leyendas y creencias forman el crisol que llamamos nacionalidad cubana.

Según el profesor Luis Aguilar: “Los cubanos bebemos en la misma copa la alegría y la amargura. Tomamos en serio los chistes y nos reímos de lo serio. No creemos en nadie y creemos en todo. Hacemos música de nuestro llanto. Cada uno de nosotros lleva en sí la chispa de un genio y los genios no se llevan bien entre sí, por eso es que reunirnos es fácil, pero unirnos es casi imposible”.

En esta tierra se sufre, se ríe, se trabaja, se lucha y se sueña; pero por sobre todas las cosas, se ama y se hace la vida. Sólo me queda hacer una recomendación a quienes viven en esta isla: no olvidar nuestras raíces y mantener nuestras tradiciones a toda costa, ellas son bellas, llenas de matices, y por encima de todo, nos identifican.
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