El futuro de Dios
Editorial de 'L'Osservatore Romano'
sobre la renuncia de Benedicto XVI
Por Redacción
(Zenit.org) -
Es un evento sin precedentes, y que en
consecuencia ha dado enseguida la vuelta al mundo, la renuncia de Benedicto XVI
al papado. Como el mismo pontífice anunció con sencilla solemnidad ante un
grupo de cardenales, desde la tarde del 28 de febrero, la sede episcopal de
Roma estará vacante y enseguida se convocará el cónclave para elegir al sucesor
del apóstol Pedro. Así se especifica en el breve texto que el papa ha compuesto
directamente en latín y que leyó en consistorio.
La decisión del pontífice fue tomada desde hace
muchos meses, tras el viaje a México y Cuba, en una reserva que nadie pudo
romper, y habiendo “repetidamente examinado” la propia conciencia “ante Dios” (conscientia
mea iterum atque iterum coram Deo explorata), a causa del avance de la
edad. Benedicto XVI explicó, con la claridad que le es propia, que sus fuerzas
no le acompañan "para ejercer en modo adecuado la tarea inmensa” exigida a
quien es elegido “para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio”.
Por esto, y solo por esto, el romano pontífice
“bien consciente de la gravedad de este acto, con plena libertad” (bene
conscius ponderis huius actus plena libertate) renuncia al ministerio de
obispo de Roma que le fue confiado el 19 de abril de 2005. Y las palabras que
Benedicto XVI ha elegido indican en modo transparente el respeto de las
condiciones previstas por el derecho canónico para la renuncia a un cargo que
no tiene parangón en el mundo, por el peso real y la importancia espiritual.
Es archisabido que el cardenal Ratzinger de
ningún modo buscó la elección al pontificado, una de las más rápidas en la
historia, y que la aceptó con la sencillez propia de quien en verdad confía su
propia vida a Dios. Por esto Benedicto XVI no se ha sentido nunca solo, en una
relación auténtica y cotidiana con quien amorosamente gobierna la vida de cada
ser humano, y en la realidad de la comunión de los santos, sostenido por el
amor y por el trabajo (amore et labore) de los colaboradores, y apoyado
por la oración y la simpatía de muchísimas personas, creyentes y no creyentes.
A esta luz hay que leer también la renuncia al
pontificado, libre y sobre todo confiada en la providencia de Dios. Benedicto
XVI sabe bien que el servicio papal, “por su esencia espiritual”, puede ser
realizado también “sufriendo y orando”, pero subraya que “en el mundo de hoy,
sujeto a rápidos cambios y agitado por cuestiones de gran relevancia para la
vida de la fe” para un papa, “es necesario también el vigor, tanto del cuerpo,
como del ánimo”, vigor que en él va naturalmente menguando.
En las palabras dirigidas a los cardenales,
primero sorprendidos y luego conmovidos, y con su decisión que no tiene
precedentes históricos comparables, Benedicto XVI demuestra una lucidez y
humildad que es sobre todo, como explicó una vez, adherencia a la realidad, a
la tierra (humus). Así, no sintiéndose ya en grado de “administrar bien” el
ministerio que se le ha confiado, ha anunciado su renuncia. Con una decisión
humanamente y espiritualmente ejemplar, en la plena madurez de un pontificado
que, desde su inicio y durante caso ocho años, día a día, no ha dejado de
asombrar y que por cierto dejará una huella profunda en la historia. Aquella
historia que el papa lee con confianza en el signo del futuro de Dios.
Traducido del italiano por Nieves San Martín
Recogido
de El mundo visto desde Roma
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