11 de febrero de 2013

LAS LEYENDAS URBANAS


Las leyendas urbanas

Por Lupita Lago

      Las leyendas urbanas no son nada nuevo; han andado por muchos años de boca en boca, pero encontraron un medio perfecto de difusión con la llegada de internet. Ahora leemos estos relatos y rumores descabellados todas las mañanas cuando abrimos nuestro correo; antes nos los contaban los amigos.

      Un buen ejemplo es una historia muy popular en los años sesenta que todavía se repite en internet: Una joven tenía, sin saberlo, una araña escondida en su peinado.  En aquella época, las mujeres se enredaban el pelo para darle volumen y lo llevaban ahuecado en la parte superior de la cabeza.  Era difícil peinarse todos los días con un pelo tan enredado, así que aquella gran masa no se peinaba en una semana o más.  La joven sentía picazón en el cuero cabelludo y resolvía esto rascándose constantemente con una larga aguja de tejer.  Justo lo que necesitaba la araña: una sección de piel lastimada y abierta para depositar sus huevos.  Cuando varios días después la chica se desbarató el peinado, ya era tarde: las arañitas habían penetrado en su cerebro.  Este cuento tiene una variante electrónica moderna igualmente horrible: la araña pica a la joven en la mejilla y le produce un grano muy grande dentro del cual nacen las pequeñas arañas. La chica en esta versión no muere, pero pierde la razón cuando el grano explota y docenas de pequeñas arañas salen de su cara.
         
    Algunas de estas historias tienen una base real, distorsionada por la imaginación popular. Por ejemplo, en la Florida es posible comprar cocodrilos bebés, y de hecho, muchos turistas los compran y los llevan de regreso a sus casas.  Pero el cocodrilito comienza a crecer y su  dueño no sabe qué hacer con él.  Hasta aquí la realidad.  El folclore continúa la historia, haciendo que los dueños de estos animalitos vivan en un apartamento de Nueva York, que tiren al bebé cocodrilo por el inodoro y que la fuerza del agua al descargar lance al pequeño animal hacia el sistema de alcantarillas de la ciudad, donde crece, se adapta al medio y vive indefinidamente, convertido en albino y ciego por la falta de luz.  


          Es posible que haya personas crueles e irresponsables que hagan esto, pero lo imposible es que el animal pase por las tuberías - que son estrechas y tienen secciones curvas- sin ocasionar un atasco. Todavía más imposible, según los expertos, es que si logra llegar a la red de alcantarillas, sobreviva en ellas,  por la contaminación del agua y el frío extremo del lugar.
         
       Muchas patrañas se centran en torno a hombres famosos o a figuras destacadas de la música y del cine.  Se dice que el cuerpo de Walt Disney fue congelado antes de su muerte con la esperanza de que en unos años se descubriera una cura para su enfermedad y él pudiera ser reanimado y curado. Esto es falso, ya que el cuerpo de Walt Disney fue incinerado. También hay quienes afirman que Elvis está vivo.  Según este mito, él fingió su muerte porque era un agente del gobierno en misiones antidrogas, y al ser descubierto, entró en el programa de protección de  testigos y se le envió a un escondite secreto. 
         
     Hay leyendas urbanas de todo tipo, pero casi todas tienen en común su aspecto aterrador o alarmante: agujas infectadas con el virus del SIDA que se han encontrado en las butacas de los cines, cuchillas de afeitar y otros objetos cortantes metidos dentro de los dulces que reciben los niños  el Día de las Brujas; una sustancia con la que nos rocía el desconocido que nos para en la calle para preguntarnos una dirección, sustancia que nos atonta y nos hace darle al desconocido nuestra tarjeta de banco y su código; unos polvos que les ponen a los jóvenes incautos de ambos sexos en la bebida en las discotecas para poder doblegar su voluntad. Todos hemos oído o leído también el caso del individuo que despierta en la cama de un hotel o en una tina llena de hielo y descubre que los traficantes de órganos lo han drogado y le han quitado un riñón.
         
    Algunas leyendas, aun siendo falsas, tienen visos de veracidad.  Una de ellas es la del “auto con las luces apagadas”, según la cual, un motorista ve un automóvil que va sin luces por la carretera y enciende y apaga sus propias luces para llamar la atención del chófer. Pero se trata en realidad del rito de iniciación de una pandilla y esta es la señal que esperaba el que se inicia, quien debe matar a la persona que encendió y apagó sus luces.  Cuando este rumor comenzó a extenderse, algunas estaciones de policía  de la Florida lo tomaron en serio y advirtieron a los motoristas de su distrito.
         
     Muchos de los correos que recibimos tienen como tema la salud: se dan consejos como el de toser con fuerza cuando se sospecha que uno tiene un ataque al corazón o el de mantener una cebolla cortada en la habitación para combatir el virus de la gripe.  No hay datos fidedignos sobre la eficacia de estos  remedios.  Tampoco hay pruebas de que los efectos negativos de algunos productos lo sean; por ejemplo, no se ha comprobado que el cocinar en ollas de aluminio produzca cáncer.  En cuanto a la Coca Cola, se han dicho de ella cosas horribles, todas falsas, como que contiene un ácido que corroe los tanques de metal y que si se remojan en Coca Cola por 24 horas un trozo de carne y un diente humano, ambos se desintegran.

         Pero no todo es fantasía en los correos que recibimos; algunos relatan anécdotas reales que nos hacen pensar.  Hace unos años, circuló la historia de un violinista que tocó maravillosamente por 45 minutos en el metro de Washington DC con muy poco éxito.  Todos tenían prisa por llegar a su trabajo y pasaban por su lado sin detenerse; algunos dejaban un dólar, pero no se paraban a escuchar.  El que tocaba era Joshua Bell, uno de los mejores violinistas del mundo, que pocos días antes había tocado en un concierto en Boston con un lleno total, donde el público pagó $100 por las entradas.  La moraleja de esta historia es triste y muy evidente.
         
     Una variedad de las leyendas urbanas son las teorías conspiratorias que contradicen las versiones oficiales de grandes acontecimientos históricos. Hay quienes niegan que existió el holocausto y que el hombre llegó a la luna y quienes aseguran que el ataque del 11 de septiembre fue un montaje preparado por la CIA, y que ningún avión se estrelló contra el Pentágono, sino que el daño lo hizo un misil lanzado por el propio gobierno americano.
         
     Los asesinatos de John F. y Robert Kennedy y Martin Luther King también han dado pie a múltiples teorías que desmienten las versiones oficiales.  Algunas muertes clasificadas como accidentes han sido puestas igualmente en tela de juicio.  Sirvan de ejemplo las muertes de la Princesa Diana y Dodi Fayed en 1997.  La policía francesa concluyó que el culpable era el chófer, quien manejaba ebrio y a excesiva velocidad huyendo de los papparazzi; sin embargo, hay quienes creen firmemente que Diana estabaen estado y que la Familia Real planeó el accidente.
         
      El cine de horror encuentra en las leyendas urbanas una cantera inagotable de temas. La película «Cuando un extraño llama» utiliza la historia de la canguro que ignora que los niños que cuida y a quienes cree dormidos en el piso de arriba han sido asesinados por un sicópata. El hombre comienza a llamar a la joven con intención de matarla también a ella y el público experimenta momentos de terror y suspenso. «Candyman» elabora la leyenda del espejo, similar a la de Bloody Mary, inspirada a su vez en Mary Worth, ejecutada por bruja, quien supuestamente sale del espejo y rebana el cuello de quien invoca su nombre nueve veces.  Candyman hace lo mismo si se le llama cinco veces, valiéndose de un gancho que tiene en la mano. Por otra parte, «Mothman, la última profecía» nos presenta la leyenda del Hombre Polilla, gigantesco individuo con alas y relucientes ojos rojos, a quien algunos afirman haber visto en West Virginia antes del derrumbe del puente que en la vida real precipitó en 1967 varios automóviles a las frígidas aguas del río Ohio y cobró 46 víctimas.
         
     Es obvio que quienes tienen dos dedos de frente no creen en la veracidad de las leyendas urbanas; sin embargo, todos las pasamos a nuestros amigos cuando nos llegan en un e-mail.  ¿Por qué disfrutamos leyendo y propagando estos relatos inverosímiles y después vamos al cine a ver algunos de ellos recreados en escenas que ponen los pelos de punta?  Los sicólogos han ofrecido diversas teorías, pero la mayoría de ellos coincide en que estas fantasías nos gustan porque nos ayudan a escapar de la rutina diaria y en que sentimos placer al experimentar un miedo pasajero,  porque nuestro subconsciente sabe que todo es mentira y que al final volveremos a una realidad segura.

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