11 de febrero de 2013

MILAGRO EN LOURDES



Milagro en Lourdes


 Jesús de las Heras Muela
 
A finales del pasado verano peregriné por cuarta y hasta ahora última vez a Lourdes. El Santuario y su conjunto estaban tan espléndidos y tan abarrotados como siempre, si bien, según decían los habitantes del lugar, ya empezaba a notarse un menor número de peregrinos. Lourdes destilaba, una vez, su inconfundible aroma de plegaria, fervor, eclesialidad y milagro.

La belleza natural del lugar, acompañada siempre por la adecuada mano del hombre en las construcciones arquitectónicas del entorno, sumergía al peregrino en una apta y fecunda atmósfera de espiritualidad, recogimiento y sobrenaturalidad. La tan acertada dirección pastoral del Santuario ofrecía los reclamos oportunos, muchos de ellos en memoria de la última visita pastoral a Lourdes del Papa Juan Pablo II -los días 14 y 15 de agosto de 2004 y, por supuesto también, la realizada por Benedicto XVI, los días 14 y 15 de septiembre de 2008-, que fue precisamente el último de los periplos apostólicos por el mundo del inolvidable Papa Wojtyla. La cercanía del 150 aniversario de las apariciones de la Señora – “Aqueró”- se hacía ya presente entre los pósteres, carteles y anuncios.

Fui peregrino en Lourdes poco más de 24 horas y, una vez más, Lourdes dejó encendida en mi alma la llama de la gracia y la buena música de su mensaje y de su interpelación.

De la realidad al cine; del cine a la realidad


Hará ya más de medio siglo de la producción de una película en blanco y en negro sobre las apariciones de Lourdes, donde se mostraban las intensas y excepcionales jornadas entre el 11 de febrero de 1858 y el 16 de julio de aquel mismo año,  de la gloria y la cruz de aquella muchacha semianalfabeta llamada Bernardette Soubirous. Eran las jornadas de las apariciones de María Santísima, de la inmensa conmoción del pequeño pueblo de Lourdes ante estas apariciones, de las pesquisas e interrogatorios policiales al respecto, de las dudas y comprobaciones eclesiales ante tamaño anuncio.

El cine llevó a sus pantallas aquella realidad de 1858 en Lourdes, y del cine esta historia, desde entonces y para siempre, volvió y vuelve a la realidad y a la vida. Porque desde entonces Lourdes es lugar, tabernáculo sagrado, para el milagro y el prodigio.

El último de 67 milagros reconocidos

El 11 de noviembre de 2011, el arzobispo de Salerno, en el sur de Italia, monseñor Gerardo Pierro, proclamaba oficialmente el 67 milagro obrado en Lourdes desde 1858.

La enferma Anna Santanielo sufría desde su infancia una malformación cardiaca, declarada incurable por los médicos. Al cumplir los 40 años de edad su estado de salud empeoró gravemente. Apenas podía caminar, respirar y andar y su rostro y sus extremidades estaban también muy deformes.   La enferma pidió ser llevada en una camilla hasta Lourdes. Fue introducida en la piscina, de agua casi helada. Y -habla Anna Santanielo- , a pesar del frío helador del agua, “sentí inmediatamente algo que hervía en mi pecho, como si se me hubiera restituido la vida. Después de pocos segundos, me levanté con mis propias fuerzas y comencé a caminar rechazando la ayuda de los camilleros que me mirarán con incredulidad”.

Ya de regreso a Salerno, los médicos que atendían a Anna confirmaron su curación sin lograr explicar desde la ciencia lo sucedido. Hoy, Anna Santanielo tiene 90 años de edad y su salud es más firme y robusta de lo que cabe esperar para una edad semejante y con un historial médico como el suyo.

Otros 66 milagros semejantes certificaban el milagro, la gracia y el prodigio de Lourdes. El primero de estos milagros acaecía en 1858 con la curación de Catherine Latapie, enferma de parálisis total. Desde entonces los curados han sido personas de nacionalidad francesa, belga, argelina, italiana, alemana, suiza y austriaca.
Respecto al número de curaciones tras una peregrinación a Lourdes, se considera que ha habido hasta ahora unas 68.000 curaciones extraordinarias.

El viaje a Lourdes del médico Alexis Carrel, premio Nobel

En julio de 1903 el afamado médico francés Alexis Carrel acompaña fortuitamente a un grupo de enfermos hasta Lourdes. Desde el escepticismo de su creencia de la fama milagrosa de Lourdes, este prestigioso médico emprende de casualidad -ha de sustituir a otro facultativo- un viaje hasta el lugar que marcará su vida. Allí, en Lourdes, una de las enfermas que con él peregrinaban, quedará sanada de una peritonitis tuberculosa que estaba a punto de acabar con su existencia.

El doctor Carrel comienza a escribir un diario y una memoria de su peregrinación, empleando un nombre supuesto para referirse a sí mismo: doctor Lerrac, la inversión del orden de las letras de su apellido. Desde entonces Lourdes ejercerá en su vida una irresistible atracción. No puede apagar los anhelos de verdad que siente su alma y su conversión definitiva irá progresivamente granándose.

En 1912 recibe el premio Nobel de Medicina por sus investigaciones en cirugía vascular -todavía a día de hoy capitales-. Es pionero también en terapias contra la gangrena. En 1943, ya muy enfermo y ya tan próximo a la plena verdad de la fe cristiana, pide dos años más de vida, que quería emplear en demostrar la veracidad del cristianismo, su conciliación con la ciencia y su obra tan benéfica. La muerte le llegaba antes y fallecía el 5 de noviembre de 1944. Pero no importaba: Alexis Carrel, testigo atónito y hasta incrédulo de un milagro de Lourdes, es ya él el mismo “milagro” de Lourdes para siempre.

En el cruce de siete valles en las faldas de las montañas

Lourdes era hasta 1858 una humilde y desconocida aldea de poco más de un centenar de habitantes. Hoy día visitan Lourdes cada año más de cinco millones de fieles. Recostada en las faldas de las montañas tan hermosas como majestuosas de los Altos Pirineos franceses, bañada por las gélidas aguas del río Gave, se halla emplazada en el cruce de siete valles verdes en estío y blancos en invierno.

Junto al Gave había y hay una cueva -lar habitual del ganado y de sus pastores-, llamada la gruta Masabielle. Y allí encontrará su “cielo” una adolescente pobre e inculta, que todavía no había hecho la primera comunión.

La adolescente acababa de cumplir 14 años. Las penurias y las dificultades habían marcado su vida desde su nacimiento el 7 de enero de 1844. Con 11 años de edad la epidemia del cólera diezmó Lourdes y tantos otros lugares y dañó gravemente a nuestra protagonista, que a punto estuvo de morir. Su nombre era Bernardette Soubirous Casterot.

Era un día gris, lluvioso, húmedo y triste aquel jueves 11 de febrero de 1858. Bernardete salió hacia el Gave junto a su hermana Toinette y su amiga Baloume. Iban a buscar leña. Y se encontraron, mejor dicho Bernardette se encontró con el “fuego” del milagro y de la gracia: la aparición de una Señora blanca y resplandeciente, a quien ella en el dialecto local -”patois-” llama “Aqueró”, a quien vería, a quien rezaría y con quien hablaría en 18 ocasiones y quien marcaría para siempre su vida.

Porque la vida de Bernardette ya no sería jamás la misma. Después de tanta expectación, pesquisas, interrogatorios, multitudes, dudas, quebrantos y dones, en 1866 Bernardette abandonará Lourdes pasa siempre. Su salud tan precaria le obligará a renunciar a ser monja carmelita y se hará religiosa de las Hermanas del Hospicio. Un cáncer óseo de rodilla acabará con su vida el 16 de abril de 1878, en el convento de San Gildard en Nevers. Tenía 34 años. “Aqueró”, su blanca Señora, la Inmaculada Concepción, le había prometido la felicidad del cielo y el penar en la tierra. Y así fue y Bernardette Soubirous, la pobre y enferma vidente de Lourdes, es santa de la Iglesia Católica.

Los “otros” milagros de Lourdes

El mensaje de Lourdes, su permanente y tan fecunda interpelación, es su constante y mejor milagro. Y cinco aspectos capitales constituyen este nuevo milagro, los “otros” milagros de Lourdes. Son las cinco palabras y frases que la blanca Señora dijo a Bernardette. Son la oración, la penitencia, el ejemplo y la intercesión de María Inmaculada, el sentido de la peregrinación y la eclesialidad.

Fueron palabras de María a Bernardette: “oración y penitencia”, “rezad por la conversión de los pecadores”, “ve a beber y lávate en la fuente”, ”que yo soy   la Inmaculada Concepción”, “que se venga aquí en procesión y se construya una Iglesia” y “no prometo haceros felices en este mundo sino en el otro”.

Mas de ciento cincuenta años después Lourdes sigue siendo un milagro. Dios que está con nosotros a través de María y a través de los pobres, de los humildes, de los enfermos y de los sencillos como Bernardete, y de aquellos que, peregrinos, le buscan en su Iglesia desde la oración, la penitencia y el agua pura y limpia de su gracia y de sus sacramentos. ¡Qué mejor milagro!

  Reproducido de Ecclesia
 Remitido por Ramón H. Ramos

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