Milagro
en Lourdes
Jesús de las Heras Muela
A finales del pasado verano
peregriné por cuarta y hasta ahora última vez a Lourdes. El Santuario y su
conjunto estaban tan espléndidos y tan abarrotados como siempre, si bien, según
decían los habitantes del lugar, ya empezaba a notarse un menor número de
peregrinos. Lourdes destilaba, una vez, su inconfundible aroma de plegaria,
fervor, eclesialidad y milagro.
La belleza natural del lugar, acompañada
siempre por la adecuada mano del hombre en las construcciones arquitectónicas
del entorno, sumergía al peregrino en una apta y fecunda atmósfera de
espiritualidad, recogimiento y sobrenaturalidad. La tan acertada dirección
pastoral del Santuario ofrecía los reclamos oportunos, muchos de ellos en
memoria de la última visita pastoral a Lourdes del Papa Juan Pablo II -los
días 14 y 15 de agosto de 2004 y, por supuesto también, la realizada por Benedicto XVI,
los días 14 y 15 de septiembre de 2008-, que fue precisamente el último de los
periplos apostólicos por el mundo del inolvidable Papa Wojtyla. La cercanía del
150 aniversario de las apariciones de la Señora – “Aqueró”- se
hacía ya presente entre los pósteres, carteles y anuncios.
Fui peregrino en Lourdes poco
más de 24 horas y, una vez más, Lourdes dejó encendida en mi alma la llama de
la gracia y la buena música de su mensaje y de su interpelación.
De
la realidad al cine; del cine a la realidad
Hará ya más de medio siglo de
la producción de una película en blanco y en negro sobre las apariciones de
Lourdes, donde se mostraban las intensas y excepcionales jornadas entre el 11
de febrero de 1858 y el 16 de julio de aquel mismo año, de la gloria y la cruz de aquella muchacha
semianalfabeta llamada Bernardette Soubirous. Eran las
jornadas de las apariciones de María Santísima, de la inmensa conmoción del
pequeño pueblo de Lourdes ante estas apariciones, de las pesquisas e
interrogatorios policiales al respecto, de las dudas y comprobaciones eclesiales
ante tamaño anuncio.
El cine llevó a sus pantallas
aquella realidad de 1858 en Lourdes, y del cine esta historia, desde entonces y
para siempre, volvió y vuelve a la realidad y a la vida. Porque desde entonces
Lourdes es lugar, tabernáculo sagrado, para el milagro y el prodigio.
El
último de 67 milagros reconocidos
El 11 de noviembre de 2011, el
arzobispo de Salerno, en el sur de Italia, monseñor Gerardo Pierro, proclamaba
oficialmente el 67 milagro obrado en Lourdes desde 1858.
La enferma Anna Santanielo sufría
desde su infancia una malformación cardiaca, declarada incurable por los
médicos. Al cumplir los 40 años de edad su estado de salud empeoró gravemente.
Apenas podía caminar, respirar y andar y su rostro y sus extremidades estaban
también muy deformes. La enferma pidió
ser llevada en una camilla hasta Lourdes. Fue introducida en la piscina, de
agua casi helada. Y -habla Anna Santanielo- , a pesar del frío helador del
agua, “sentí inmediatamente algo que hervía en mi pecho, como si se me hubiera
restituido la vida. Después de pocos segundos, me levanté con mis propias
fuerzas y comencé a caminar rechazando la ayuda de los camilleros que me
mirarán con incredulidad”.
Ya de regreso a Salerno, los
médicos que atendían a Anna confirmaron su curación sin lograr explicar desde
la ciencia lo sucedido. Hoy, Anna Santanielo tiene 90 años de edad y su salud
es más firme y robusta de lo que cabe esperar para una edad semejante y con un
historial médico como el suyo.
Otros 66 milagros semejantes
certificaban el milagro, la gracia y el prodigio de Lourdes. El primero de
estos milagros acaecía en 1858 con la curación de Catherine Latapie, enferma
de parálisis total. Desde entonces los curados han sido personas de
nacionalidad francesa, belga, argelina, italiana, alemana, suiza y austriaca.
Respecto al número de
curaciones tras una peregrinación a Lourdes, se considera que ha habido hasta
ahora unas 68.000 curaciones extraordinarias.
El
viaje a Lourdes del médico Alexis Carrel, premio Nobel
En julio de 1903 el afamado
médico francés Alexis Carrel acompaña fortuitamente a un grupo de
enfermos hasta Lourdes. Desde el escepticismo de su creencia de la fama
milagrosa de Lourdes, este prestigioso médico emprende de casualidad -ha de
sustituir a otro facultativo- un viaje hasta el lugar que marcará su vida.
Allí, en Lourdes, una de las enfermas que con él peregrinaban, quedará
sanada de una peritonitis tuberculosa que estaba a punto de acabar con su
existencia.
El doctor Carrel comienza a
escribir un diario y una memoria de su peregrinación, empleando un nombre
supuesto para referirse a sí mismo: doctor Lerrac, la inversión del orden de
las letras de su apellido. Desde entonces Lourdes ejercerá en su vida una
irresistible atracción. No puede apagar los anhelos de verdad que siente su
alma y su conversión definitiva irá progresivamente granándose.
En 1912 recibe el premio Nobel
de Medicina por sus investigaciones en cirugía vascular -todavía a día de
hoy capitales-. Es pionero también en terapias contra la gangrena. En
1943, ya muy enfermo y ya tan próximo a la plena verdad de la fe cristiana,
pide dos años más de vida, que quería emplear en demostrar la veracidad del
cristianismo, su conciliación con la ciencia y su obra tan benéfica. La muerte
le llegaba antes y fallecía el 5 de noviembre de 1944. Pero no importaba:
Alexis Carrel, testigo atónito y hasta incrédulo de un milagro de Lourdes, es
ya él el mismo “milagro” de Lourdes para siempre.
En
el cruce de siete valles en las faldas de las montañas
Lourdes era hasta 1858 una
humilde y desconocida aldea de poco más de un centenar de habitantes. Hoy día
visitan Lourdes cada año más de cinco millones de fieles. Recostada en las
faldas de las montañas tan hermosas como majestuosas de los Altos Pirineos
franceses, bañada por las gélidas aguas del río Gave, se halla emplazada en el
cruce de siete valles verdes en estío y blancos en invierno.
Junto al Gave había y hay una
cueva -lar habitual del ganado y de sus pastores-, llamada la gruta Masabielle.
Y allí encontrará su “cielo” una adolescente pobre e inculta, que todavía no
había hecho la primera comunión.
La adolescente acababa de
cumplir 14 años. Las penurias y las dificultades habían marcado su vida desde
su nacimiento el 7 de enero de 1844. Con 11 años de edad la epidemia del cólera
diezmó Lourdes y tantos otros lugares y dañó gravemente a nuestra protagonista,
que a punto estuvo de morir. Su nombre era Bernardette Soubirous Casterot.
Era un día gris, lluvioso,
húmedo y triste aquel jueves 11 de febrero de 1858. Bernardete salió hacia
el Gave junto a su hermana Toinette y su amiga Baloume. Iban a buscar
leña. Y se encontraron, mejor dicho Bernardette se encontró con el “fuego” del
milagro y de la gracia: la aparición de una Señora blanca y resplandeciente, a
quien ella en el dialecto local -”patois-” llama “Aqueró”, a quien vería, a
quien rezaría y con quien hablaría en 18 ocasiones y quien marcaría para
siempre su vida.
Porque la vida de Bernardette
ya no sería jamás la misma. Después de tanta expectación, pesquisas,
interrogatorios, multitudes, dudas, quebrantos y dones, en 1866 Bernardette
abandonará Lourdes pasa siempre. Su salud tan precaria le obligará a renunciar
a ser monja carmelita y se hará religiosa de las Hermanas del Hospicio. Un
cáncer óseo de rodilla acabará con su vida el 16 de abril de 1878, en el
convento de San Gildard en Nevers. Tenía 34 años. “Aqueró”, su blanca Señora,
la Inmaculada Concepción, le había prometido la felicidad del cielo y el penar
en la tierra. Y así fue y Bernardette Soubirous, la pobre y enferma vidente de
Lourdes, es santa de la Iglesia Católica.
Los
“otros” milagros de Lourdes
El mensaje de Lourdes, su
permanente y tan fecunda interpelación, es su constante y mejor milagro. Y
cinco aspectos capitales constituyen este nuevo milagro, los “otros”
milagros de Lourdes. Son las cinco palabras y frases que la blanca Señora dijo
a Bernardette. Son la oración, la penitencia, el ejemplo y la intercesión de
María Inmaculada, el sentido de la peregrinación y la eclesialidad.
Fueron palabras de María a
Bernardette: “oración y penitencia”, “rezad por la conversión de los
pecadores”, “ve a beber y lávate en la fuente”, ”que yo soy la
Inmaculada Concepción”, “que se venga aquí en procesión y se construya una
Iglesia” y “no prometo haceros felices en este mundo sino en el otro”.
Mas de ciento cincuenta años
después Lourdes sigue siendo un milagro. Dios que está con nosotros a través de
María y a través de los pobres, de los humildes, de los enfermos y de los
sencillos como Bernardete, y de aquellos que, peregrinos, le buscan en su
Iglesia desde la oración, la penitencia y el agua pura y limpia de su gracia y
de sus sacramentos. ¡Qué mejor milagro!
Reproducido de Ecclesia
Remitido por Ramón H. Ramos
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