En paz descanse el centavo
Rev. Martín Añorga
En Canadá ya se ha decretado la muerte de la moneda de a
centavo, la que ha dejado de tener valor en el vecino país desde el 4 de
febrero. La última moneda canadiense de un centavo fue acuñada el 4 de mayo del
2012, y se estima que debido a su cancelación se ahorrará el fisco canadiense
la respetable cantidad de 4 millones de dólares al año. El proyecto en los
Estados Unidos de aplicarle la “eutanasia” al viejo centavito con la venerada
imagen de Abraham Lincoln ha estado por años bajo discusión y aparentemente la
decisión de liquidarlo cada vez se hace más cercana, a pesar de que una notable
cantidad de ciudadanos preferiría que se conservara su existencia.
De hecho, ya hay negocios y
negociantes que le han impuesto la pena de muerte al centavo antes de que
oficialmente se decrete su desaparición. Por ejemplo, en nuestra propia ciudad,
el almacén Shell Lumber ha colocado frente a sus cajas recaudadoras un anuncio
claramente legible que dice textualmente “no se aceptan centavos”. Hace algunas
semanas su dueño, Andy Hasse decidió que “era demasiado”: “Cada segundo cuenta.
Estábamos gastando dinero y perdiendo tiempo”, afirma en referencia al tiempo
que necesitaban sus empleados para contar los centavos. “Desde entonces, todas
las compras se redondean a favor del cliente. Esto reduce un poco las
ganancias, pero compensa por el tiempo que tendríamos que pasar contando
moneditas”, añade.
No se trata de una decisión local,
pues hechos semejantes ocurren en varios otros lugares de la nación. En el
conocido sitio para acampar, KOA, en Colorado, tienen en vigor desde el año
2007 la política de no aceptar centavos “No tiene sentido manejar las monedas
de a centavo. En la vida real carecen de valor”, dice su dueño Jim Turner,
quien afirma que “aquí nadie se ha quejado de la medida”.
Incidentalmente, si hoy día usted
se encuentra con una de las oscuras monedita de a centavo con fecha del año
1909, llévela a un experto en numismática, pues pudiera valer varios miles de
dólares. Al correr de los años el “penny” (de “penique en inglés), ha adoptado
cinco facetas de la vida del presidente Abraham Lincoln: su cabaña de
nacimiento, su presidencia, su vida profesional, sus años formativos y su
tradicional perfil. Desde el año 1909, en celebración del centenario del amado
décimo sexto presidente de los Estados Unidos, nacido el 12 de febrero de 1809,
su imagen no ha faltado en la moneda de a centavo. Desde el 1959 hasta el 2008
la imagen en la moneda fue el monumento a Lincoln erigido en Washington. El
reverso fue rediseñado en conmemoración del 200 aniversario de Lincoln en 2009,
y a partir del 2010 la moneda recobró su diseño tradicional. La famosa
monedita, tan venida a menos hoy, mide 19.05 de diámetro y 1.15 milímetro de
grueso.
A título de curiosidad compartimos
la siguiente información: se estima que existen ciento cincuenta mil millones
de monedas de un centavo en Estados Unidos: El total de las mismas tiene un
peso equivalente a ocho naves como el Titanic. Si se formara una línea con los
centavos existentes, la misma cubriría el 60% de la distancia que hay entre la
luna y la tierra, es decir, 232,500 kilómetros.
Edmond Knowles, de Flomaton,
Alabama, coleccionó durante 38 años más de un millón trescientos mil “pennies”
antes de llevarlos al banco a cambio de $13,084.59 en el año 2005. Se cree que
ha sido la historia del mayor canje de centavos en el mundo.
En un artículo de la revista Time
con fecha del 4 de febrero se trata extensamente el polémico tema de la probable
desaparición del centavo. Empieza el mismo con una referencia a la planta de
zinc de 350,000 pies cuadrados, situada a unas cuantas millas de Greenville, en
Tenn. Desde el año 1982 la compañía “Jarden Zinc Products Manufacturing”
fabrica los discos de metal que se convierten después en la moneda de un
centavo en los Estados Unidos.
El valor del centavo ha ido
reduciéndose por décadas. En el año 1913 la moneda tenía casi 25 veces el poder
de compra que tiene hoy. de acuerdo con el Buró de Estadísticas Laborales.
Alrededor del 2006 ya era más caro producir la moneda que el valor que
representaba. Actualmente se calcula que cada centavo creado cuesta más de dos
centavos y medio. Parcialmente este hecho se debe a la carestía del zinc y al
costo laboral de manejarlo. En el año 1982 el zinc reemplazó al cobre como la
materia prima para fabricar el disco de a centavo, pero el ahorro se ha
desvanecido con el creciente proceso de inflación en el país.
Según la Oficina de Contabilidad
General de los Estados Unidos, dos tercios de los centavos en existencia ya
están fuera de circulación. Muchos, incluso, desaparecen casi en el momento en
que llegan al público. Los centavos suelen ser desechados por los comerciantes
y en la mayoría de los casos encuentran su destino en un pomo en el hogar de
sus dueños, los que suelen olvidarlos como moneda de valor.
A pesar de las razones fiscales de
los que apoyan la despedida del tradicional centavito, hay grupos diseminados
en la nación que abogan por su preservación. El grupo “Americanos por el
centavo tradicional” (ACC) afirma que el centavo ha sido la base histórica para
grandes obras de caridad, y que todavía hoy día hay personas que se dedican a
recoger las monedas que se olvidan en el piso o que simplemente son lanzadas a
la calle por sus dueños, y que esa labor les ofrece dividendos que ayudan en la
economía familiar.
Por otra parte, Robert Whaples,
economista de la Universidad Wake Forest, condujo un estudio investigativo por
medio del cual fueron consultados alrededor de 200,000 tiendas comúnmente
llamadas “de conveniencia”. Su conclusión ha sido que la eliminación del
centavo como moneda con valor de circulación, produciría un ahorro anual de 730
millones de dólares en el ámbito comercial nacional.
Hasta cierto punto los economistas
y los oficiales del gobierno nos confunden con los números que manejan. Creemos
que en el país hay muchas otras avenidas que recorrer para lograr sustanciales
ahorros, y que sacrificar al inofensivo centavito que nos recuerda a Lincoln es
simplemente una acción aislada que no justificaría el ahorro que produce.
Quizás si se menciona un plazo razonablemente espacioso para que vayamos
acostumbrándonos a la idea de que el centavito va a lograr permiso definitivo
de ausencia, el asunto no sea tan espinoso como lo es actualmente.
En un pueblo ir contra sus
tradiciones es un paso que provoca nostalgias, desilusiones y oposición. Borrar
del mapa al viejo “penny” es lo mismo que suprimir en un juego de “baseball” el
perro caliente o las rositas de maíz en un cine. Espero que por ahora no
lleguemos a tanto.
Y para terminar, el consejo
necesario: no bote sus “pennies” sin revisarlos. A lo mejor tiene uno del año
1909 y es rico sin saberlo.
Reproducido de libreonline.com
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