16 de octubre de 2010


UNA EXPERIENCIA UNICA

Lic. Amelia M. Doval.

Camino del Gran Cañón del Colorado, la inmensidad del desierto en yuxtaposición con la estrechez de las carreteras creadas por el hombre demuestra el poder inmesurable de la creación, de la naturaleza.

Se puede ansiar el automóvil más sofisticado, los métodos de orientación más eficientes pero, jamás se tendrá el poder de dominar la inmensidad o el silencio que la voz de la vegetación le impone al camino.

Llegar a la cima es estrechar la mano del poder espiritual, sumergirse en la sima de nuestras dudas. Un instante de confrontación entre el yo interno y el yo de un espacio impredeciblemente único.

Al borde del Gran Cañón cuando las nubes como cortinas ofrecen, a su antojo, el privilegio de mostrar la creación, iluminada a veces por el brillo increible del perfecto arcoiris; surge la respuesta a una de las tantas preguntas existenciales: somos una minúscula partícula con el poder de destruir si la voluntad de mantener y crear es doblegada.

Socialistas, capitalistas, ateos, cristianos o musulmanes tienen la posibilidad de concebir, de amarse y respetarse como humanos dentro de una sociedad de seres igualmente diferentes.

El ego de poder soportado por la indiferencia y el egoismo ciegan al razonamiento mas, ante la inmensidad inexplicable de las fuerzas naturales, deberíamos preguntarnos ¿por qué destruir? ¿por qué presuponer nuestra superioridad si ante la creación somos insignificantes?

Valdría la pena dejar a un lado la asociación entre dos categorias inversamente proporcionales: poder político y poder social ya que este es trabajar con inteligencia, con el sentido prático de lograr el éxito a través de la mayor cantidad de beneficios creados en función social, mientras el poder político es pensar con el bolsillo sin admitir razones y acumulando ganancias que engrosan el peculio personal.

Al final de la carrera los grandes seres humanos son aquellos que disfrutan el placer de formar parte de la creación porque han aportado en beneficio de la humanidad.

El enigmático y magestuoso abismo demuestra que la avaricia es la expresión del miedo porque ningún bolsillo será lo suficientemente hondo para arrancar el instante justo en que el cielo nos concede el privilegio de tener un espacio de libertad.

dovalamela@yahoo.com
columnista de Ciudadano-cuba

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