15 de octubre de 2010

TERESA: ANDARIEGA

- Famoso es el exabrupto con que cierto eclesiástico retrató a su contemporánea, la Madre Teresa de Jesús: «Fémina inquieta y andariega».

Sin proponérselo, trazó una estupenda, aunque sucinta, biografía de la monja abulense. Santa Teresa siempre ha sido considerada como prototipo del auténtico feminismo; su inquietud la hacia progresar sin tregua en una apasionante experiencia de la vida cristiana, y lo de andariega se refería a sus incansables correrías apostólicas por amor de Cristo, su místico Esposo.

En lo humano y en lo divino. Así lo vivió Teresa de Jesús, la abulense universal, la que moría porque no moría. Doctora de la Iglesia, reformadora con categoría de creadora. La consumada maestra en enseñar y vivir su propia enseñanza, la que daba pie para hablar de una vida hecha doctrina o de una doctrina hecha vida, que en el fondo es lo mismo. Nada de palabras que lleva el viento. Palabras cargadas de vida. Es un caso, y caso único. Aquí estuvo la vida, la fuerza y el coraje de su testimonio andariego imparable.

Cuando en 1535 sus hermanos embarcaron rumbo a América, Teresa ingresó en el convento de la Encarnación. En 1560 exponía sus cuitas de reformadora en ciernes a Pedro de Alcántara, y éste le animó mucho. Comenzó el deshielo de recelos y suspicacias. Por fin, una tarde de septiembre de aquel 1560, en la celda conventual de Teresa, unas sobrinas y amigas suyas decidían fundar un pequeño convento en pleno espíritu y realidad de reforma carmelitana.

No fue fácil, pero Teresa era de armas tomar y no dejarlas. Por si fuera poco, tuvieron que hacer frente a la oposición popular, siempre más dura de pelar. Gracias a la oportuna intervención del joven dominico Báñez, se apaciguó mucho la cosa. Después hubo pleito, y largo, pero Teresa se salió con la suya para reemprender su obra con la oración que Marquina pone en sus labios en tal trascendental momento:

"No te pido nuevas casas
ni más rediles y ovejas;
te pido poco, Señor:
mi fe pondrá lo que pueda;
dicen que palabras son
aire, y que el aire las lleva:
pues a mí dame ¡palabras!
¡No conozco mejor siembra!".


Y nuestra santa, Teresa de Jesús, sigue sembrando palabras, y palabras de vida eterna. Hoy, también nosotros, las podemos encontrar y vivirlas en sus escritos que nos permiten verla en su deambular como fundadora, inquieta y andariega, segura de sí misma, pues todo lo fiaba en Dios.

Que nunca falten en la Iglesia, en el estado religioso y seglar, personas que vivan este empeño andariego teresiano.

Fuente: Fernando Llorente, OH, http://bastonycaminoconsantateresadejesus.com

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