9 de diciembre de 2009


Las vidas paralelas de Cabrera Infante

Miguel Iturria Savón
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) -

Guillermo Cabrera Infante fue un narrador atraído por el cine, la historia y la política. Su largo exilio en Europa no lesionó su arraigada cubanía, aunque la nostalgia gravita en sus obras de ficción y en los ensayos y compilaciones sobre temas y autores insulares, en los que mezcla las experiencias compartidas con exploraciones literarias y humanas de gran agudeza, sentido del humor y fuerza alusiva.


El autor de Tres tristes tigres, Vista del amanecer en el trópico y La Habana para un infante difunto inventó una ciudad de artistas y noctámbulos venidos a menos, y recreó desde Londres o Madrid la peculiar sensibilidad de aquellos héroes y creadores devorados por el proceso revolucionario de 1959. Mea Cuba y Vidas para leerlas son la mayor expresión de sus fobias y pasiones sobre la isla perdida y reinventada en la orilla del exilio y la memoria.

Vidas para leerlas es un libro ameno, ingenioso y de alto vuelo literario. Como en Vidas paralelas, de Plutarco, hay mucha parodia, reflexiones y chismes de salón en las biografías, ensayos y ponencias culturales, incluidas en esta compilación, donde Cabrera Infante crea imágenes luminosas y precisas que calzan su escritura aluvial.

Son textos escritos entre 1980 y 1998. Evocaciones de autores contrapuestos como Lezama Lima y Virgilio Piñera, Calvert Casey, Lydia Cabrera y Enrique Labrador Ruiz, Carlos Montenegro y Reinaldo Arenas, Novás Calvo y Antonio Ortega, Nicolás Guillén y Alejo Carpentier. Personajes del cine (Néstor Almendros), el ajedrez (José Raúl Capablanca), la poesía (Federico García Lorca) y la historia (Cristóbal Colón); junto a piezas sobre el español y la literatura, el exilio y voces perdidas como Henry Hudson.

A diferencia de sus escritos políticos agrupados en Mea Cuba, Vidas para leerlas no alcanza la condición de historia, pero sí constituye un calidoscopio cultural que participa de la crítica, la reseña biográfica y el ensayo literario. El elemento de enlace está en la propia voz del autor, quien afirma en el Preámbulo:

“Nada querría yo más que mis modestas vidas sean para leerlas, para gozarlas y para evitar, en muchos casos, la aciaga muerte de muchos que vivieron, cortesanos renuentes, y murieron para, por la literatura”.

En ese tono satírico e irreverente, especulativo y simpático transcurre la colección de vidas de nuestro Plutarco exiliado. Cabrera Infante rinde homenaje a amigos y enemigos; valora sus obras; analiza hechos como el Congreso de Educación y Cultura de 1971; ofrece claves y digresiones personales y, entre datos y anécdotas, configura el perfil psicológico de creadores marginados como Antonio Ortega, Severo Sarduy, Néstor Almendros o Heberto Padilla, el poeta sacrificado por los comisarios que impusieron el realismo socialista en nuestras letras.
El buen humor, la sutileza del estilo, el manejo de la sátira y las innovaciones formales cohabitan en Vidas para leerlas, donde Cabrera Infante supo escuchar al pájaro de la nostalgia y proponer un modelo de lectura que exalta nuestra cubanía.

Foto: Google
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