16 de junio de 2011

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ISABEL DE VALOIS LUCIENDO SOBRE SU PELO LA PERLA "PEREGRINA"

El Estanque y la Peregrina
(El Joyel de los Austrias)

La tercera esposa de Felipe II, Isabel de Valois, hija de Enrique II de Francia y Catalina de Médicis, contaba trece años cuando se casó por poderes con el rey español en 1559. Pasó de jugar en las salas y jardines del castillo de Blois, a orillas del Loira, a ejercer de soberana del mayor reino existente que se administraba desde la austeridad del Alcázar de Toledo, recinto que nada tenía que ver con el lujo y la belleza que desplegaban los palacios y castillos franceses.

En 1559, el mismo año de su matrimonio y cuando aún no se conocían, Felipe II hizo tallar un diamante que había adquirido en Amberes para regalar a su nueva esposa. Es la piedra preciosa que más leyendas ha generado en España, encarnando, por su perfección, el ideal de aquella época y el canon de belleza manierista, muy distinta a la actual. Tallado en España, posiblemente en Sevilla, el reconocido orfebre leonés Juan de Arfe llegó a decir de él que se trataba de un diamante perfecto, labrado de tal manera, que toda su área era cuadrada, con cuatro lados perfectos e iguales en ángulo recto, dando lugar a ángulos completos y enteros y a esquinas muy agudas, en resumen: un espejo limpio y trasparente.

Por esa trasparencia, su tono acerado y forma cuadrada, se le denominó “El Estanque”. Su valor y rareza residían más en su calidad que en su tamaño, ya que resultaba una pieza única. Con posterioridad, su talla anticuada y su escaso tamaño, le relegaron ante las grandes y soberbias piedras que las distintas Cortes europeas pusieron de moda a partir de s. XVIII. Por este motivo, la memoria de este tesoro, “la piedra más hermosa de Europa”, fue desapareciendo de la historia de la joyería, hasta que, al parecer, acabó engastada en la empuñadura de una espada que Fernando VII regaló a su suegro Francisco I, rey de las Dos Sicilias. Esto al parecer ocurrió una vez recuperado el diamante por el Rey español de manos francesas, debido al saqueo que realizaron los gabachos durante la Guerra de la Independencia en el Palacio Real.

Pero el “joyel de los Austrias” no solo lo conformaba el diamante “El Estanque” bellamente engarzado, sino que se remataba con una perla colgante, que, según se decía, resultaba una perla “colmada de color y esplendor como no había otra”.

Descubierta en s. XVI en el Archipiélago de las Perlas, en Panamá, esta perla posee una historia fascinante. Su gran tamaño, su forma de pera o lágrima, la hicieron única por su escasez, pero sobre todo por su extrema belleza. Fue conocida también como la margarita, la huérfana o la sola, pero ha pasado a la historia con el nombre de La Peregrina, no debido a su gran periplo viajero, sino a que antiguamente (hoy menos) el vocablo peregrino se empleaba como sinónimo de exótico, singular o precioso.

La Peregrina se unió a El Estanque, constituyendo el “joyel de los Austrias”, pero unas veces unidos, otras por separado, la perla y el diamante formarán un conjunto radiante en la representación del poder, pero también del color, suntuosidad y belleza en un largo e importante momento de la Historia de España, como iremos viendo. Así, sucediéndose los años y las soberanas españolas, la peregrina continuó engalanándolas,  tal  como se puede apreciar en los retratos que de ellas han quedado. 

Existe constancia de que el primer Borbón, Felipe V, durante la Guerra de Sucesión, ordenó a su esposa María Luisa de Saboya, enviar sus joyas a Francia para empeñarlas o venderlas, entre ellas El Estanque y La Peregrina. A pesar de ello, en las Memorias que realiza el duque de Saint Simón, se describe a Felipe V en una visita realizada a Versalles, portando la famosa perla en su sombrero.

LA REINA MA. LUISA DE PARMA LUCIENDO LA PERERINA, EN EL CUADRO DE GOYA "LA FAMILIA DE CARLOS IV", (FRAGMENTO).
En el incendio y destrucción del Alcázar madrileño ocurrido en 1734, se perdieron joyas universales: cuadros, planos y dibujos históricos, relojes, mobiliario, etc., dándose por perdidas las joyas de la Corona, entre ellas la célebre perla. Pero La Peregrina vuelve a aparecer en un inventario realizado a finales del s. XVIII en manos de la reina María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV. Curiosamente, la Reina incluyó La Peregrina dentro de un óvalo de diamantes con la siguiente inscripción: “Soy La Peregrina”.

La Guerra de la Independencia deshizo por completo el patrimonio artístico español. Miles de objetos fueron saqueados por franceses, ingleses, portugueses y por los propios españoles, que se llevaron vajillas, cuadros, joyas, reliquias, platería, muebles, etc., en definitiva, todo lo que podían trasportar de palacios, casas, conventos e iglesias. Desaparecen definitivamente todas las joyas vinculadas y pertenecientes a la Corona española, siendo, desde aquel momento, bienes exclusivos y privados las joyas que posean los reyes de España.

En esta disposición, La Peregrina desapareció. José Bonaparte afirmó que se encontraba en poder de su esposa, el propio Napoleón aseguraba que se encontraba en Nápoles en manos de un joyero de la ciudad y Fernando VII creía que la tenía la esposa de Godoy.

Sin embargo, la perla siguió en poder de José Bonaparte y en su testamento la hizo llegar a su cuñada, la ex reina Hortensia de Holanda, con el fin de que sirviese para sufragar las actividades políticas de su hijo Luís, el futuro Napoleón III. Con el tiempo y los sucesos políticos europeos todo se complica. Durante su exilio en Londres en 1848 y en un momento de necesidad, Luís Napoleón decide vender la perla al primer duque de Abercorn, si bien la familia Abercorn vende posteriormente La Peregrina a una joyería de Londres, R.G. Hennell&Sons, y es así como comienza el periplo inglés-norteamericano de la perla, que aún continúa.

Alfonso XIII quiso adquirir la joya para regalársela a su futura esposa, la princesa Victoria Eugenia de Battenberg, y al mismo tiempo recuperar una joya histórica vinculada durante siglos a la Corona de España. Pero la venta no se llevó a cabo por la elevada pretensión económica de la firma inglesa. 

A lo largo del siglo XX, la perla pasó por las manos de dos multimillonarios, hasta que el año 1969 salió a subasta en una galería de Nueva York. La Casa Real española pujó por la joya, pero fue adjudicada al actor Richard Burton que se la regaló a su esposa la también actriz Elizabeth Taylor. 

La contrariedad que causó la venta en la Casa Real española, en aquel momento representada por la Casa Real de la reina Victoria Eugenia, fue significativa. En boca de su portavoz el Duque de Alba, Luis Martínez de Irujo, la Casa Real convocó a la prensa en Suiza para declarar que la perla subastada en Nueva York no era la auténtica Peregrina, sino que ésta se encontraba en poder de la Reina Victoria Eugenia desde que le fue regalada por su esposo, el rey Alfonso XIII, con motivo de su boda. En la rueda de prensa el Duque de Alba mostró la perla, que ahora está manos de la reina Sofía.

Esta declaración no surtió el efecto deseado, y expertos, joyeros y la propia casa de subastas desmintieron esta afirmación, declarando que la perla subastada en Nueva York es la auténtica Peregrina, propiedad de Elizabeth Taylor, y que la perla en poder de Victoria Eugenia no es otra que la que, como regalo de bodas, recibió de su esposo Alfonso XIII, colgando de un broche de brillantes en forma de lazo y que nada tiene que ver con La Peregrina

Viendo la trayectoria y las sugestivas aventuras de la perla en estos últimos 500 años, seguramente la historia y avatares de La Peregrina no acabarán aquí.

 
Fuente: http://www.fonsado.com

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