12 de diciembre de 2009


Las curitas del castrismo

René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) –

Los que peinamos canas recordamos los inicios de la involución económica que padece Cuba. Una tropa de guerrilleros a los que muchos les suponían las mejores intenciones, tras trepar al poder, emitió el diagnóstico inapelable: el país está enfermo y en fase terminal; sin pensarlo dos veces comenzaron a aplicar las curas que, en su opinión, el padecimiento hacía ineludibles.

¡Nada de curitas de mercurocromo! ¡A grandes males, grandes remedios! Enarbolando teorías de casi un siglo de antigüedad, el Estado se adueñó del aparato productivo del país. Los empresarios de antes, formados en una vida de desvelos y ahorro, acostumbrados a trabajar duro para que su patrimonio rindiera fruto, fueron desplazados por los nuevos administradores, muchos de los cuales habían alcanzado a duras penas el sexto grado, y quienes, casi siempre, desconocían las interioridades de las nuevas empresas que dirigían. Tenían integración revolucionaria, lo que, en aquellos tiempos significaba (en muchos casos) que eran militantes del viejo Partido marxista-leninista.

Supuestamente, los nuevos regentes no estarían guiados por el ánimo de lucro, sino que laborarían sin otra meta que el bienestar de la sociedad y la satisfacción cada vez más completa de las crecientes necesidades de sus miembros; atrás quedaría la anarquía de la producción, para ser sustituida por una planificación armoniosa. Como resultado de todo ello, el país se adentraría en una nueva etapa de abundancia, trabajo y felicidad.

Hoy, al cabo de medio siglo, el fugaz sueño se ha convertido en pesadilla, y la magnitud del desastre está a la vista de todo el que no esté empeñado en mantener los ojos cerrados. Pero los castristas, nuevos inventores del agua tibia, empiezan a descubrir las desventajas de la propiedad social y las bondades de la privada. Hasta ellos comienzan a reconocer una verdad que, de tan vieja, quedó plasmada en un antiguo refrán castellano: El ojo del amo engorda al caballo.

La sección “Cartas a la dirección” del periódico Granma, es reflejo de ello. En la edición del viernes 4 de diciembre, por ejemplo, los lectores que dicen apellidarse Páez del Amo y Pita Hernández, se pronuncian en ese sentido. Al igual que otros que lo han hecho antes que ellos, se muestran harto cautelosos, se ve que no quieren ser considerados como heterodoxos; por ello acompañan sus señalamientos críticos con protestas de fidelidad al socialismo y las teorías marxistas, con críticas al “cruel bloqueo”. Pero el hecho cierto es que, de un modo u otro, señalan lo obvio: que nadie se preocupa de lo que, por ser del Estado, no es de nadie.

Pero lo curioso es que los mismos que no lo pensaron dos veces para despojar de sus bienes a propietarios concienzudos y traspasarlos al ineficiente Estado, para ponerlo todo patas arriba; en una palabra: para dar inicio al desastre; y que lo hicieron de un día para otro, ahora se regodean en el inmovilismo y lo piensan mil veces antes de hacer el menor cambio en el lamentable estado de cosas actual. Veremos hasta cuándo estarán empeñados en aplicar curitas de mercurocromo al terrible cáncer que padece la nación.

Foto: http://www.elveraz.com/images/SUCIO14B.jpg
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