Los bastones dulces
de este tiempo de Navidad
de este tiempo de Navidad
Ana Dolores García
Cuando se habla sobre el origen de las costumbres navideñas algunas veces se crean historias que no tienen nada que ver con la verdad. Una de ellas es la que trata de explicar el origen de los dulces en forma de bastoncitos, tan populares en estos días.
Se ha dicho que los creó en Indiana un fabricante de caramelos para simbolizar a Jesús, ya que si invertimos la figura del bastón tendremos una «J». Sobre esa base religiosa se han multiplicado las teorías, como la de que si al principio eran sólo blancos para simbolizar la pureza de la Virgen María, que si su dureza representa la solidez de la Iglesia y de las promesas de Jesús; o que si el bastón tiene la forma del cayado del Buen Pastor, etc. Luego se agregó que el fabricante, dándose cuenta de que los bastones eran demasiado blancos, los adornó con tres rayas rojas que simbolizaban los azotes recibidos por Jesús y que la raya roja más grande representaba la sangre derramada en la cruz.
Otros, al hablar de su origen europeo (y algunos hasta precisan el lugar: Inglaterra), hermanan ese origen a la persecución de cristianos, por lo que comenzaron a usar tal símbolo secreto para reconocerse entre ellos. Teoría igualmente falsa.
Apenas desde que en Europa comenzaron a armarse árboles para celebrar la Navidad, se acostumbró a adornarlos con galletitas, dulces y unos caramelos blancos y duros en forma de troncos. Surgió entonces la idea de darles la forma del cayado del pastor y ofrecerlos a los niños como premio a su buena conducta.
En efecto, según la tradición, esos caramelos comenzaron a usarse en la Catedral de Colonia alrededor de 1670 para calmar a niños majaderos que no se comportaban debidamente durante las ceremonias alrededor de la representación del Belén. El director del coro sugirió al fabricante de aquellos «troncos» blancos que doblara un extremo de ellos para darle la forma de cayado y así ofrecerlo a los niños y obtener su tranquilidad. Luego comenzaron a pasarse a todos los niños que asistían a la iglesia. Desde entonces, pequeños bastones como esos adornan nuestros árboles de Navidad.
Por otro lado, mucho antes de que la leyenda comenzara en Indiana, August Ingard, un inmigrante germano residente en Ohio y que introdujo el árbol de Navidad en América alrededor de 1850, se las arregló en la cocina para hacer bastoncitos blancos como los de Europa y colgarlos en su árbol. No fue hasta medio siglo después que empezaran a verse bastoncitos con rayas rojas.
Ana Dolores García
Ilustración: Google
Cuando se habla sobre el origen de las costumbres navideñas algunas veces se crean historias que no tienen nada que ver con la verdad. Una de ellas es la que trata de explicar el origen de los dulces en forma de bastoncitos, tan populares en estos días.
Se ha dicho que los creó en Indiana un fabricante de caramelos para simbolizar a Jesús, ya que si invertimos la figura del bastón tendremos una «J». Sobre esa base religiosa se han multiplicado las teorías, como la de que si al principio eran sólo blancos para simbolizar la pureza de la Virgen María, que si su dureza representa la solidez de la Iglesia y de las promesas de Jesús; o que si el bastón tiene la forma del cayado del Buen Pastor, etc. Luego se agregó que el fabricante, dándose cuenta de que los bastones eran demasiado blancos, los adornó con tres rayas rojas que simbolizaban los azotes recibidos por Jesús y que la raya roja más grande representaba la sangre derramada en la cruz.
Otros, al hablar de su origen europeo (y algunos hasta precisan el lugar: Inglaterra), hermanan ese origen a la persecución de cristianos, por lo que comenzaron a usar tal símbolo secreto para reconocerse entre ellos. Teoría igualmente falsa.
Apenas desde que en Europa comenzaron a armarse árboles para celebrar la Navidad, se acostumbró a adornarlos con galletitas, dulces y unos caramelos blancos y duros en forma de troncos. Surgió entonces la idea de darles la forma del cayado del pastor y ofrecerlos a los niños como premio a su buena conducta.
En efecto, según la tradición, esos caramelos comenzaron a usarse en la Catedral de Colonia alrededor de 1670 para calmar a niños majaderos que no se comportaban debidamente durante las ceremonias alrededor de la representación del Belén. El director del coro sugirió al fabricante de aquellos «troncos» blancos que doblara un extremo de ellos para darle la forma de cayado y así ofrecerlo a los niños y obtener su tranquilidad. Luego comenzaron a pasarse a todos los niños que asistían a la iglesia. Desde entonces, pequeños bastones como esos adornan nuestros árboles de Navidad.
Por otro lado, mucho antes de que la leyenda comenzara en Indiana, August Ingard, un inmigrante germano residente en Ohio y que introdujo el árbol de Navidad en América alrededor de 1850, se las arregló en la cocina para hacer bastoncitos blancos como los de Europa y colgarlos en su árbol. No fue hasta medio siglo después que empezaran a verse bastoncitos con rayas rojas.
Ana Dolores García
Ilustración: Google
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