Dulce María Loynaz en su casa de la calle E y 19, Vedado.
(ELISARRAIZLUCCA.BLOGSPOT.COM)
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El jardín perdido
de Dulce María Loynaz
Por Pablo Pascual Méndez Piña
Traspasando el pórtico de la calle Calzada número
1105 en El Vedado, nos reciben aves de corral, perros, gatos, ratas, mosquitos,
montones de escombros, ruinas y vecinos que asoman para fisgonear a los
intrusos.
Ni apelando a la imaginación es posible
distinguir el jardín novelesco de Dulce María Loynaz, donde las mariposas y
pinzones ascendían por entre las ramas, hormigas acarreaban cadáveres de
grillos y lagartijas correteaban por doquier. Al parecer, "el jardín
se volvió malo" ―como citó la autora en su novela― y atacó con sus raíces
las paredes de los edificios para hacerlas saltar en pedazos.
En ese entorno se desarrolló la niñez de Dulce
María y sus hermanos Enrique, Flor y Carlos Manuel, e igualmente fue el
contexto de la novela Jardín y de su protagonista Bárbara, el alter ego de la escritora.
Al casarse en segundas nupcias con Pablo Álvarez
de Cañas se trasladó a la casa sita en las calles E y 19 en la misma barriada,
y allí residió hasta su muerte acontecida en 1997. En esta mansión hoy
está enclavado el Centro Cultural Dulce María Loynaz.
En la antesala de la escalera de este centro
podemos apreciar uno de los dos bustos existentes de la única escritora cubana
galardonada con el premio Cervantes, obra que no fue esculpida por encargo
oficial, sino como homenaje que le hicieron en vida los alumnos del Instituto
Superior de Arte (ISA). La otra escultura se encuentra en Santa Cruz de
Tenerife, en las Islas Canarias.
Resulta que Dulce María no gozó de la popularidad
de John Lennon, el Caballero de Paris o Benny Moré para merecer una efigie de
bronce. Su existencia fue asociada a la satanizada clase burguesa, condición
que la relegó al bando opuesto a la revolución y que en su libro, Fe de vida,
justificó cuestionando: «¿Cuáles son las diferencias entre aquella clase
adinerada y la cúpula gobernante de hoy?»
La también poeta pasó penurias y fue ayudada por
amistades caritativas, como la finada Helga Doval, una ciudadana alemana que
ejerció la vicepresidencia de Bayer en Cuba y a quien la escritora le confesó «haber
sido detenida e interrogada por la policía política, porque algunas de sus
amistades supuestamente estuvieron involucradas en un atentado contra
Fidel Castro».
Helga fue testigo de cómo el secretario personal
de Castro, Dr. Millar Barruecos ("Chomy"), la asediaba
telefónicamente para que traspasara al Estado la propiedad de la finca Santa
Bárbara (ubicada en La Coronela, al oeste de la capital), un patrimonio
familiar donde residió hasta morir su hermana Flor. Finalmente el régimen
resolvió expropiarla y como agresión colateral se le advirtió a la ejecutiva de
Bayer en Cuba que si continuaba visitando y ayudando a la escritora, sería
expulsada del país.
Una herencia ambicionada por el Estado
Isabel Riverón ,"Chabela", de 55 años,
una vecina que mora en la ciudadela desde el año 1975, cuenta que Genaro, el
mayordomo de la familia, le propuso ser la enfermera de Don Carlos Manuel,
(apodado "Manolo el loco"), el último Loynaz que residió en la
casona, quien enloqueció y padecía de un asma severa necesitando ser inyectado
frecuentemente.
Dulce María le permitió albergarse en la
residencia y hoy ocupa un sector en los bajos de la Casa del Alemán, el mismo
que usó Amparo, una de las domésticas.
«Los Loynaz eran muy herméticos con sus asuntos»,
afirma Chabela. El mayordomo le contaba que los sobrevivientes de la
familia estaban arruinados y, necesitaron negociar parte de su patrimonio
artístico con el Gobierno que, a cambio, le entregaba electrodomésticos, entre
ellos un televisor en blanco y negro marca Caribe.
Dice que desaparecieron misteriosamente una
fuente y varias estatuas, como una Afrodita cuyo pedestal aún permanece frente
a su vivienda. Igualmente recuerda que el general José Abrahantes y Celia
Sánchez estaban entre los visitantes misteriosos. Genaro le reveló antes de
morir que la fortuna de los Loynaz era muy vigilada.
Cuando Flor ―que también estaba chiflada― daba
una vuelta por la casa, peleaba con Manolo. Un día él se encolerizó, encendió
una fogata y quemó libros y documentos, entre los que se encontraban los
originales de El Público y Yerma, textos obsequiados por Federico García Lorca, amigo de dulce María, quien
en 1930 fue huésped de los Loynaz y pasó una temporada en la "Casa de los
Cristales", un conjunto arquitectónico ubicado en el extremo norte de la
estancia.
Al morir Manolo en agosto de 1977, ingresaron
cuatro familias en los predios de los Loynaz y saquearon los aposentos. En
1993, el Historiador de la Ciudad Dr. Eusebio Leal visitó el sitio para hacer
un documental y manifestó a los presentes «que su oficina no tenía interés en
rescatar el inmueble porque estaba ocupado por marginales». Según
Chabela, en aquel entonces no estaban asentadas ni la mitad de las 18 familias
que hoy perviven en el predio.
En el año 2000 una brigada arrasó con el muro de
la calle 14 y se robaron los balaustres. La coartada de la depredación
fue sanear el lugar por orden personal de Fidel Castro, ante la propagación del
dengue hemorrágico en la capital.
Chabela ―la única vecina que accedió a concederme
una entrevista― dice que algunos extranjeros visitan el lugar y se interesan
por detalles de la novela Jardín, a otros les despertó la curiosidad un
documental hecho por alumnos del ISA que fuera difundido por cadenas
hispanas en EEUU. Pero todos quedan impresionados por el grado de
deterioro y abandono en que está sumido el escenario de la célebre novela.
Los techos y paredes amenazan con colapsar y
ponen en peligro la vida de los inquilinos quienes desconcertados ven cómo el
gobierno municipal solo repara los exteriores y el muro perimetral para
reanimar el ornato público de la calle Línea, una arteria capitalina de tráfico
pesado.
Lo cierto es que las lágrimas que derramó Dulce
María (o la niña Bárbara) por este jardín mágico no cuentan, porque el amor, la
belleza y la cultura sufren el complot de otra historia saturada de héroes,
hazañas y consignas revolucionarias.
Pedro Pascual Méndez
Piña
Reproducido de
cubaencuentro.com
* De las
casas de la familia Loynaz, una está ocupada por un Centro Cultural oficial, (la
mansión donde viviera Dulce María hasta su muerte).
En la
Quinta Santa Bárbara, en La Coronela, donde vivía su hermana Flor Loynaz,
radica hoy la “Fundación del Nuevo Cine
Latinoamericano, organismo gubernamental.
Y la más
novelesca de todas, donde Dulce María pasó sus primeros años y escribió su
novela Jardín, permanece abandonada a la decadencia y habitada por 18 familias,
“marginales” según el calificativo de Eusebio Leal.
1 comentario:
Anónimo 5/20/2013
Una verdadera tragedia. Una verguenza.
Una verdadera tragedia. Una verguenza.
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