6 de julio de 2012

EL SAQUEO DEL PATRIMONIO CUBANO


El saqueo del patrimonio cubano

LUIS AGUILAR LEÓN


Desde hace años, silenciosa y furtivamente, como se realizan todos los actos delictivos, el gobierno cubano, supuesto guardián del patrimonio  nacional, ha vendido, y sigue vendiendo, muchas de las más valiosas piezas de ese conjunto de bienes acumulado por y para el pueblo cubano. 

En Buenos Aires, en Madrid, en Londres, en casi todas las capitales del mundo occidental, puede cualquiera encontrar, o le pueden ofrecer, libros, porcelanas, muebles, grabados antiguos o pinturas que llevan el cuño de pertenecer al Patrimonio Nacional de Cuba, que han sido adquiridas, a través de no muy sigilosos agentes, en forma ilícita,  pero con la anuencia del gobierno. 

Ya se ha comprobado que, por  ejemplo, una gran parte del Museo Napoleónico, acumulado por Julio  Lobo, ha sido vendida a diversos coleccionistas europeos. Uno de los administradores de una famosa tienda de antigüedades en Londres declaró, no hace mucho, que en el mundo, o quien sabe si el submundo del arte, se da por sentado «que en Cuba todo está a la venta».


Pues bien, hace cinco años, en Orlando, Florida, un grupo de cubanos exiliados, organizados y presididos por un médico notable, el doctor Alberto Bustamante, decidieron unir esfuerzos para tratar de detener esa infame sangría, adquirir y preservar todos los bienes nacionales que fueran posible obtener, y organizar reuniones y exhibiciones que sirvieran también como ecos de resonancia a la denuncia contra el silencioso saqueo de la isla.  

Así se fundó la Asociación del Patrimonio Nacional Cubano (Cuban National Heritage). Con el infatigable apoyo del arquitecto Manolo Gutiérrez, ejemplo de coraje humano, cuya física  dolencia no le ha disminuido el temple espiritual ni la devoción a Cuba; del dentista Armando Cobelo, presidente electo; y de animosos compatriotas que han respondido al llamado, la organización tiene hoy delegaciones en Tampa, en Miami, en Jacksonville, en Nueva York, en Madrid, en París y en otras ciudades de América y Europa. 

Su revista
Herencia o Heritage circula ya en los centros culturales de Estados Unidos, donde su aplauso y su denuncia tienen creciente impacto.


Como ha reportado en estas mismas páginas mi amigo Soren Triff,  filósofo, escritor y publicista, quien es también uno de los directores del Cuban Heritage, el último acto celebrado por la organización fue un simposium de tres días que se llevó a cabo en Cayo Hueso, en el bello reducto que es el Club San Carlos, donde arquitectos y urbanistas estudiaron el derruido presente de la arquitectura cubana, la cual, con ayuda económica extranjera, sólo es reconstruida o preservada allí donde haga juego a las miradas de los turistas, pero donde ni una pared se levanta, ni se emplean dos ladrillos en casas o habitaciones donde se
 vive para aliviar los males de una población que vegeta marginada  económicamente, sin techos donde cobijar su miseria.

Además de estudiar esos desastres presentes, los participantes les prestaron atención a los problemas que pudieran caer sobre Cuba y sus ciudades si, cuando el régimen actual sea ya historia, un desbordado urbanismo futuro, como el que se ha desbordado ya sobre muchas ciudades latinoamericanas, alterando sus fisonomías, se desmanda en la isla barriendo con los nobles rasgos del pasado. 

Es por eso que, en el documento final que está a punto de publicarse, la organización va a denunciar, una vez más, el abandono total en que el régimen, siempre atento a los caprichos de los turistas, ha dejado a las masas pobres, que integran a casi toda la población cubana, las cuales viven a la sombra de inminentes derrumbes.


El acto final de ese symposium, al cual fui invitado, se celebró, con magno afecto, en el restaurant El Mesón de Pepe, o El Cayo Hueso Restaurant, donde el amor a Cuba impregna todos los platos y cuyos dueños, José M. Díaz, inmortalizado en sus paellas, y Fred Salinero, quien pertenece a una tercera generación de cubanos en Key West, ofrecen un perenne abrazo. Pues bien, allí también escuché la ratificación de las ideas básicas del documento final, y la repetida convicción de que no se puede soñar con reconstruir ciudades sin reconstruir ciudadanos.

 Que el Heritage acumula ahora objetos, libros, sellos, y todo lo que pueda recoger del desbandado patrimonio cubano porque, por el momento, no pueden hacer más, pero que todos ellos sueñan con sumar su esfuerzo a la magna tarea de reconstruir a Cuba.

Por haberme invitado a participar en ese acto de cordial patriotismo les  expreso aquí mi agradecimiento a todos los organizadores y a todos los asistentes unidos en una alegría de la tierra.

Como decía aquel viejo y  amable poeta, el Conde de Lucanor: «Deudor os quedo . . . dormiendo o velando».

Publicado en El Nuevo Herald el 22 de noviembre de 1998
Remitido por Joe Noda

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