Lo difícil de los cambios
Por Fernando Ravsberg
BBC Mundo
A fines de enero, una joven obrera cubana fue detenida por robar en su centro de trabajo una mochila con productos alimenticios. Se pasó toda una noche en el calabozo, fue despedida de la empresa y tuvo que pagar una multa de $2000.
El fin de semana me acordé de ella al leer en el periódico oficial, Granma, la respuesta del Ministerio de la Agricultura a las denuncias de los campesinos contra los dirigentes que obstaculizaron el reparto de las tierras ociosas. Anuncian que tomaron medidas para castigar a los infractores, la mas "severa" fue la suspensión del cargo por 6 meses, el resto fueron "amonestados", es decir que recibieron un simple regaño para que en el futuro se porten bien.
No pretendo discutir la aplicación de las leyes pero parece desproporcionado que una obrera por un pequeño robo sea castigada con mucha más dureza que quienes atentan contra la seguridad alimentaria de toda la nación.
Con semejantes "amonestaciones" no es de extrañar que en el mismo periódico se publique otra carta de trabajadores agrícolas denunciando a sus dirigentes porque, conscientemente, dejan que se pierdan las cosechas. Afirman que "los obreros estamos indignados" porque la yuca se pudre en los campos y los que dirigen les impiden extraerla de la tierra. Por si esto fuera poco, cuentan que la sección sindical se ha lavado las manos del asunto.
Seguramente dentro de un mes -cuando termine la "exhaustiva investigación" de este nuevo caso- aparecerá otro "mea culpa" donde se informe a la población que los dirigentes serán amonestados... y continuarán mandando.
Releí los últimos discursos de Raúl Castro por si no lo había comprendido bien, pero encontré la frase exacta donde dice que el dirigente que mienta "debe ser removido definitiva y no temporalmente del cargo que ocupa". Es curioso que en medio de esta ola de despidos no se aproveche la ineficiencia de los dirigentes para desinflar plantillas. Matarían dos pájaros de un tiro, la agricultura perdería lastre y se reduciría el número de empleados estatales.
Un guajiro amigo mío recomienda "premiar" a estos funcionarios con tierras ociosas para que las trabajen con sus propias manos. Con la risa socarrona del campesino, me asegura que cuando "doblen el lomo bajo el sol" dejarán de arruinar las cosechas.
No hay que ser Nostradamus para predecir que la burocracia continuará poniéndole zancadillas a los cambios porque es evidente que estos afectan sus intereses económicos y los privilegios que les permite el actual modelo. La mayor debilidad del proyecto de reformas radica en que son ellos los encargados de su aplicación, del control, de establecer las normas, marcar los tiempos, estipular procedimientos y decidir qué castigos auto imponerse cuando descubren sus "fallos".
Así, sabotear las transformaciones no implica gran riesgo, al fin y al cabo la cosa no pasa de regaños. De todas formas, si albergaban algún temor este se debe haber disipado al leer en el periódico oficial los castigos que se aplican.
El país lleva ya dos años con disminución de la producción agrícola y el investigador del Centro de Estudios de la Economía, Pavel Vidal advierte que "la clave actual de la reforma económica cubana es la agricultura (...). Si fracasa la reforma en la agricultura, fracasa toda la reforma". Reconoció el presidente Raúl Castro que "el tiempo que nos queda es corto, la tarea gigantesca". La burocracia lo sabe y parece apostar a una carrera de resistencia, frenando cualquier cambio en espera de que desaparezca la dirigencia histórica.
Si logran que la reforma fracase la economía se derrumbará y la transformación de los burócratas en propietarios de las empresas y granjas será vista como la única alternativa al caos. En los países del este europeo tienen un buen espejo.
Hace muy poco el cantautor Silvio Rodriguez alertó a los jóvenes: "Lo difícil de la senda de cambios que afortunadamente hemos comenzado a transitar, no son en sí los cambios, sino lo que pueden demorarse por las trampas burocráticas".
Colaboración de Gladys Gutiérrez
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