3 de abril de 2010


Un alarido del silencio.

Lic. Amelia M. Doval

Para las Damas de Blanco el precio del silencio, ha sido la gloria, la divina recompensa de escucharse más allá del eco de la noche, su lucha deja de ser una batalla sorda para tener la voz de cada cubano honesto comprometido con sus orígenes, porque sólo se necesita sentir a la patria en la sangre para entender que el momento es de hacernos notar. Una marcha en silencio, un grito en la multitud, una señal de compromiso con los que humildemente se han adueñado del rostro de la disidencia, de la inconformidad con las ideas, el martillo sordo que con repiqueteos casi imperceptibles dejaban clara la línea entre sus pensamientos patrióticos y la imagen que el régimen estaba vendiendo. Zapata, un hombre que con su muerte ha ganado la dignidad de los héroes, porque no han podido cercenar su imagen de hombre honrado, cubano honesto, y es que patriotas como él dejan de ser humanos para convertirse en arquetipos universales, Ha sido la vergüenza patria que deambula con alma de luchador hasta la muerte, capaz de despertar la unidad de todos, el sentimiento de terminar de una vez con la opresión que cae sobre nuestro pueblo.

El exilio se une a la patria enardecida, mujeres con cuerpo y alma de amazonas, han dejado al mundo sin más respuesta que el compromiso individual con la moral: definirse a favor o en contra es una manera de respetar al prójimo porque cuando se habla de asesinos, la justicia no puede ser la espada del magnánimo, debe caer sobre los culpables con la fuerza máxima de la pena impuesta; es tiempo de romper el mutismo, de borrar las dudas, de limpiar asperezas, estamos haciendo historia, por primera vez la lucha no es de un solo hombre, es de un país que no importa dónde estén sus hijos, cada uno tiene la obligación de defender a sus hermanos, de encarar la verdad.

La palabra que mañana debe ganar mayor reputación es “unión”, de ahora en adelante no podemos dejar escapar la memoria; unirnos es la manera de renacer la contienda con la fuerza imparable de quienes están seguros que llega la recta final. No dejemos de hablar, de mencionar nuestro sufrimiento y, como buenos combatientes, llevemos sobre el hombro a los heridos de conciencia ,esos que aún no entienden que al enemigo no se vence con indiferencia, sino enfrentando su cobardía de poderoso. Cada cubano es un herido a muerte, nadie abandona su patria por sentir el placer de la nostalgia. Adelantemos el paso, apoyemos nuestra causa para que el cubano de adentro sepa que hay hermanos fuera de esa cárcel horrenda que sienten su dolor como llagas abiertas en el corazón. Llenemos de confianza a los atrevidos, a los valientes, pongamos punto final a tantos años de pusilánime mandato. Recobremos la patria para los cubanos, recobremos la vida, Dios puso una isla en medio del mar para que siempre supiera que no es dueña, ni propiedad de nadie.

Lic. Amelia M.Doval
3-24-10
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