6 de marzo de 2010

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Ejemplo a seguir

Monseñor Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos, no ha querido andarse por las ramas y ha huido de cualquier afán contemporizador ante la gravedad de la situación que denuncia. Su diagnóstico sobre los males que aquejan [a la sociedad española] no puede ser más directo, pero también la propuesta terapéutica como desafío para un tiempo penitencial.

Ejemplo a seguir por otros dignatarios eclesiásticos que, de visita en países como Cuba, donde no existe respeto alguno para los derechos humanos y el pueblo sobrevive «resolviendo» como puede las incontables calamidades del diario vivir, sólo se atreve a hablar y opinar sobre lo que no conoce (o lo hace con deliberadas falsedades), alabando al régimen despótico que conculca la libertad de Cuba desde hace ya cincuenta y un años. Y ojo, no vaya a creer nadie que este sacerdote –Marcelo Sánchez Sorondo, Canciller de la Pontificia Academia de Ciencias del Vaticano- , está hablando en representación de la Iglesia, aunque no hay dudas de que le está haciendo muy poco favor a la Iglesia cubana ante el asombro de creyentes cristianos y no creyentes. adg

El mensaje pastoral que cada domingo dedica a sus fieles el arzobispo de Burgos ha tenido, para estas primeras semanas de la Cuaresma, un arranque demoledor, claramente orientado a denunciar la ingeniería social puesta en práctica por el Gobierno, pero también con un llamamiento muy personal a todos los católicos para no descargar responsabilidades en una queja estéril.

«Una sociedad con varios millones de parados, que mata impune y sistemáticamente a sus hijos más inocentes, que administra la justicia según los colores políticos, que miente con descaro y desde las más altas instancias, que viola los pactos más sagrados, que fomenta el odio y el enfrentamiento entre sus miembros, que impide el ejercicio libre de la religión, que destruye la inocencia de los niños desde su más tierna edad, que azuza las pasiones de los jóvenes, que niega que haya acciones buenas y malas con independencia de tiempo y circunstancias, que convierte la escuela en un instrumento ideológico y el poder político en trampolín para el enriquecimiento personal y el medro de los suyos, que se empeña en no tener hijos, en una palabra, una sociedad cuarteada en sus estructuras básicas y removida en sus cimientos éticos es una sociedad decadente y enferma de extrema gravedad.» Así empezaba la pastoral del obispo, bajo el título «Una sociedad enferma».

Difícil resumir con mayor contundencia todos los recientes motivos de enfrentamiento entre el Ejecutivo y la sociedad civil, con la Iglesia como parte también afectada: el aborto, la politización de la justicia, la futura ley de libertad religiosa, la Educación para la Ciudadanía o el engaño permanente «desde las más altas instancias» (una de las acusaciones que más reiteradamente se han formulado contra José Luis Rodríguez Zapatero en relación a la crisis económica).

Autocrítica eclesiástica

Monseñor Gil Hellín habla de un «dramatismo inusitado» de la situación, que exige «de inmediato un remedio radical». Pero no es complaciente ni echa balones fuera: «Parte de los mismos eclesiásticos no están a la altura de su misión», afirma.

Ahora bien, «esta sociedad, precisamente porque es la nuestra, no debe ser mirada con desinterés, desprecio u odio». Y como la enfermedad es grave, no valen las «cataplasmas», es decir, todos los remedios que no contemplen «una profunda regeneración ética»: «Hay que cambiar a las personas.»

Y por eso «lo que ahora necesitamos en España con absoluta urgencia es volver a Dios»: «Reconocernos pecadores, acudir al perdón y reiniciar el camino del bien y de la verdad». Y ése es su mensaje para la Cuaresma, que brinda «una oportunidad de oro» de empezar. Para todos: «Ciudadanos, cristianos, eclesiásticos», subraya, reiterando la alusión precedente, en la conclusión.

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