Semblanza
de Fidel Castro
(2ª Entrega)
Por el Dr. José Ignacio Rasco
Hijo de un padre rico Fidel siempre
tenía dinero en el bolsillo, pero el dinero para él, no significaba nada, sólo
era un medio para el poder. Lo único que le interesaba era el poder.2
Dos profesores de Belén, el P. Manuel
Foyaca de la Concha y el P. Miguel Ángel Larrucea, tuvieron temprano
conocimiento de la personalidad de Castro. La opinión de Foyaca tenía un gran
valor pues era un sociólogo cubano bien avanzado, nada reaccionario, que
incluso había sido acusado de izquierdista por algunos católicos derechistas.
Foyaca detectó y denunció enseguida el cariz comunista del Ejército Rebelde y
de la Reforma Agraria promulgada. Larrucea nunca simpatizó con el díscolo
belemita al que ya en Quinto Año de Bachillerato tuvo que quitarle
violentamente una pistola que escondía bajo su camisa.
Un profesor ilustre, famoso orador y
conferencista internacional, el P. Alberto de Castro y Rojas, que nos enseñaba
Historia de Cuba, llegó a tener una íntima amistad con el chico de Birán. Y
durante la etapa de la Sierra, en un popular programa de televisión que
trasmitía en Caracas, defendió mucho a su antiguo discípulo, pero tan pronto
llegó a La Habana, a principios de 1959, se dio cuenta del sesgo que tomaban
las cosas y se espantó de lo que venía sobre Cuba.
A petición mía Alberto de Castro ha
escrito un Informe sobre sus relaciones con Castro desde los días de CONVIVIO,
círculo de estudios que había fundado en el colegio en 1942. Del largo resumen
que me envió De Castro (ningún parentesco con Fidel) transcribo literalmente lo
que resulta más atinente para nuestro análisis. Dice así:
«Su finalidad (la de Convivio):
agrupar muchachos inteligentes y varoniles, con madera de jefes, y
comprometerlos a estudiar y defender a ultranza los valores básicos de la
cultura española y ajustar sus ideales políticos a la tradición
histórica-jurídica de los pueblos hispanos. La rigurosa selección se hizo entre
los jóvenes más prometedores que estaban cursando ya los últimos años del bachillerato.
Desde su fundación Fidel Castro fue
invitado para figurar como miembro activo del CONVIVIO. Aceptó con entusiasmo,
pero no asistía con formalidad a las reuniones. Creía suplir este
incumplimiento con sus frecuentes consultas privadas al Padre Alberto.
En 1945, cuando Fidel se graduó de
bachiller, hizo expresamente un viaje de La Habana a Santiago de Cuba para
pedirle al Padre Alberto que lo nombrara Presidente del CONVIVIO, pues deseaba
figurar como líder para abrirse paso en la Universidad. Alberto le contestó:
«Yo no nombró al Presidente, lo eligen ustedes mismos». Y los miembros de
CONVIVIO eligieron por unanimidad a José Ignacio Rasco.
No obstante, Fidel siguió figurando
como miembro de CONVIVIO y cuando años más tarde él se convirtió en uno de los
líderes estudiantiles más influyentes de la Universidad, siguió tratando a sus
compañeros de CONVIVIO con gran consideración.
A raíz del triunfo de la Revolución
Cubana, apenas Fidel entró en La Habana, preguntó a los Jesuitas por el
paradero del Padre Alberto. Enterado de que vivía en Caracas (donde se había
convertido en una de las figuras más destacadas de la televisión venezolana),
le envió pasaporte diplomático con el nombramiento de Comisionado Cultural at large en Europa y en América y le
rogó que fuera a La Habana para consultarle. Al verlo llegar al Havana Hilton,
interrumpió el mitin que estaba celebrando, lo abrazó estrechamente y le
preguntó: ¿Y CONVIVIO? Alberto le contestó: en estos momentos el abanderado de
CONVIVIO eres tú, confío en que cumplas su ideario.
Esta primera entrevista duró varias
horas y durante ella Fidel recibía, en presencia del Padre Alberto, a todo el
mundo y despachaba los asuntos urgentes. Alberto cayó en la cuenta de los
equívocos ideológicos que ya se podían detectar en Fidel y tuvo muestras de su
crueldad (por la manera en que resolvió el caso de los aviadores) y puso sobre aviso
a los superiores de la Compañía de Jesús en Cuba.
El 23 de enero de 1959 Fidel se
presentó en Caracas. El gobierno venezolano nombró al Padre Alberto para formar
parte del comité de recepción. Fidel no perdió el tiempo y enseguida se encerró
con Alberto en un cuarto muy privado y comenzó a darle cuenta de todos sus
proyectos: quería luchar contra el imperialismo americano buscando el apoyo de
Rusia «¿Para qué esa lucha -le objetó Alberto- si semejante actitud no entra
para nada en el ideario de CONVIVIO?» Y añadió: «me temo que por ese camino te
vas a convertir en prisionero de tu propia victoria. Porque eres joven e
inexperto y los rusos zorros viejos, que no tardarán en pasarte la cuenta.
¿Acaso eres tú comunista?» Fidel afirmó tajantemente. «Por mi honor que ni soy
ni seré jamás comunista. Eso no lo olvide, para su buen gobierno, aunque las
apariencias me hagan aparecer como tal. Sólo por conveniencias de momento. Pero
quiero acabar con las clases privilegiadas y no decepcionar al pueblo cubano.
Le juro que me inspiro en el Evangelio. Yo necesito su concurso.»
«Confidencialmente a mí Cuba me
resulta muy estrecha, por eso, aunque de hecho mando, como líder de la
Revolución, todavía no he querido aceptar ninguna responsabilidad de gobierno.
Mi aspiración suprema es poder sentarme a gobernar el mundo entero en una misma
mesa con el americano, el ruso y el chino. Yo como representante del bloque de
naciones iberoamericanas».
Pocos meses después, Alberto (sin
perder del todo la esperanza de hacer recapacitar a Fidel) celebró con él una
última entrevista. Lo recibió en Cojímar y lo retuvo desde la diez de la mañana
hasta la cuatro de la madrugada. A todo el que recibía (entre otras audiencias
estaban la del Embajador americano Bonsal y el Ministro del Estado Agramonte)
le decía que el Padre Alberto era la persona a quien más él debía en este
mundo. Esto resultaba muy comprometido y, por desgracia, trascendió a
Venezuela, donde la prensa comenzó a publicar que el Padre Alberto de Castro
era la eminencia gris del gobierno. Pero recordemos sus palabras en la
entrevista de despedida con Fidel:
«Fidel, te lo advierto con cariño:
estás completamente desenfocado. Vuelve a la cordura. Cuba es uno de los países
mejor conseguidos y de más alto nivel de vida de toda la América hispana.
Además está situada en el área del dólar, con un cambio del peso a la par. Tú
dices que es una colonia económica de los americanos. Eso no es más que una
frase boba. Es demagógico y nada pragmático calificar eso de «imperialismo. Si
te pones a coquetear con los rusos vas a dejar a Cuba en grave riesgo de
convertirse en plaza fuerte paupérrima de Rusia. Dices que quieres convertirla
en una Holanda o una Suiza. ¿Y cómo? No seas iluso. Tú me dices que tu
“comunismo” no tiene nada que ver con el modelo ruso, porque es autóctono y
está inspirado en la doctrina del Evangelio.
De mí no esperes ningún tipo de
colaboración. Como sacerdote y amigo estaré siempre dispuesto a hacerte un
favor personal. Pero ideológicamente nos separa un abismo. Creo que todavía
estás a tiempo, el pueblo cree en ti y está dispuesto a ayudarte. No lo
traiciones.»
Después de esta despedida, Fidel, que
es muy empecinado, envió por lo menos un par de mensajes a Alberto, para que
fuera a Cuba a colaborar. Pero Alberto ni le contestó. Se limitó a no hablar
mal de Fidel en público, para no amargarlo, por si algún día lo necesitaba como
sacerdote.
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