26 de octubre de 2013

Semblanza de Fidel Castro (2ª Entrega)


 
Semblanza 
de Fidel Castro

 (2ª Entrega)

Por el Dr. José Ignacio Rasco

Hijo de un padre rico Fidel siempre tenía dinero en el bolsillo, pero el dinero para él, no significaba nada, sólo era un medio para el poder. Lo único que le interesaba era el poder.2

Dos profesores de Belén, el P. Manuel Foyaca de la Concha y el P. Miguel Ángel Larrucea, tuvieron temprano conocimiento de la personalidad de Castro. La opinión de Foyaca tenía un gran valor pues era un sociólogo cubano bien avanzado, nada reaccionario, que incluso había sido acusado de izquierdista por algunos católicos derechistas. Foyaca detectó y denunció enseguida el cariz comunista del Ejército Rebelde y de la Reforma Agraria promulgada. Larrucea nunca simpatizó con el díscolo belemita al que ya en Quinto Año de Bachillerato tuvo que quitarle violentamente una pistola que escondía bajo su camisa.

Un profesor ilustre, famoso orador y conferencista internacional, el P. Alberto de Castro y Rojas, que nos enseñaba Historia de Cuba, llegó a tener una íntima amistad con el chico de Birán. Y durante la etapa de la Sierra, en un popular programa de televisión que trasmitía en Caracas, defendió mucho a su antiguo discípulo, pero tan pronto llegó a La Habana, a principios de 1959, se dio cuenta del sesgo que tomaban las cosas y se espantó de lo que venía sobre Cuba.

A petición mía Alberto de Castro ha escrito un Informe sobre sus relaciones con Castro desde los días de CONVIVIO, círculo de estudios que había fundado en el colegio en 1942. Del largo resumen que me envió De Castro (ningún parentesco con Fidel) transcribo literalmente lo que resulta más atinente para nuestro análisis. Dice así:

«Su finalidad (la de Convivio): agrupar muchachos inteligentes y varoniles, con madera de jefes, y comprometerlos a estudiar y defender a ultranza los valores básicos de la cultura española y ajustar sus ideales políticos a la tradición histórica-jurídica de los pueblos hispanos. La rigurosa selección se hizo entre los jóvenes más prometedores que estaban cursando ya los últimos años del bachillerato.

Desde su fundación Fidel Castro fue invitado para figurar como miembro activo del CONVIVIO. Aceptó con entusiasmo, pero no asistía con formalidad a las reuniones. Creía suplir este incumplimiento con sus frecuentes consultas privadas al Padre Alberto.

En 1945, cuando Fidel se graduó de bachiller, hizo expresamente un viaje de La Habana a Santiago de Cuba para pedirle al Padre Alberto que lo nombrara Presidente del CONVIVIO, pues deseaba figurar como líder para abrirse paso en la Universidad. Alberto le contestó: «Yo no nombró al Presidente, lo eligen ustedes mismos». Y los miembros de CONVIVIO eligieron por unanimidad a José Ignacio Rasco.

No obstante, Fidel siguió figurando como miembro de CONVIVIO y cuando años más tarde él se convirtió en uno de los líderes estudiantiles más influyentes de la Universidad, siguió tratando a sus compañeros de CONVIVIO con gran consideración.

A raíz del triunfo de la Revolución Cubana, apenas Fidel entró en La Habana, preguntó a los Jesuitas por el paradero del Padre Alberto. Enterado de que vivía en Caracas (donde se había convertido en una de las figuras más destacadas de la televisión venezolana), le envió pasaporte diplomático con el nombramiento de Comisionado Cultural at large en Europa y en América y le rogó que fuera a La Habana para consultarle. Al verlo llegar al Havana Hilton, interrumpió el mitin que estaba celebrando, lo abrazó estrechamente y le preguntó: ¿Y CONVIVIO? Alberto le contestó: en estos momentos el abanderado de CONVIVIO eres tú, confío en que cumplas su ideario.

Esta primera entrevista duró varias horas y durante ella Fidel recibía, en presencia del Padre Alberto, a todo el mundo y despachaba los asuntos urgentes. Alberto cayó en la cuenta de los equívocos ideológicos que ya se podían detectar en Fidel y tuvo muestras de su crueldad (por la manera en que resolvió el caso de los aviadores) y puso sobre aviso a los superiores de la Compañía de Jesús en Cuba.

El 23 de enero de 1959 Fidel se presentó en Caracas. El gobierno venezolano nombró al Padre Alberto para formar parte del comité de recepción. Fidel no perdió el tiempo y enseguida se encerró con Alberto en un cuarto muy privado y comenzó a darle cuenta de todos sus proyectos: quería luchar contra el imperialismo americano buscando el apoyo de Rusia «¿Para qué esa lucha -le objetó Alberto- si semejante actitud no entra para nada en el ideario de CONVIVIO?» Y añadió: «me temo que por ese camino te vas a convertir en prisionero de tu propia victoria. Porque eres joven e inexperto y los rusos zorros viejos, que no tardarán en pasarte la cuenta. ¿Acaso eres tú comunista?» Fidel afirmó tajantemente. «Por mi honor que ni soy ni seré jamás comunista. Eso no lo olvide, para su buen gobierno, aunque las apariencias me hagan aparecer como tal. Sólo por conveniencias de momento. Pero quiero acabar con las clases privilegiadas y no decepcionar al pueblo cubano. Le juro que me inspiro en el Evangelio. Yo necesito su concurso.»

«Confidencialmente a mí Cuba me resulta muy estrecha, por eso, aunque de hecho mando, como líder de la Revolución, todavía no he querido aceptar ninguna responsabilidad de gobierno. Mi aspiración suprema es poder sentarme a gobernar el mundo entero en una misma mesa con el americano, el ruso y el chino. Yo como representante del bloque de naciones iberoamericanas».

Pocos meses después, Alberto (sin perder del todo la esperanza de hacer recapacitar a Fidel) celebró con él una última entrevista. Lo recibió en Cojímar y lo retuvo desde la diez de la mañana hasta la cuatro de la madrugada. A todo el que recibía (entre otras audiencias estaban la del Embajador americano Bonsal y el Ministro del Estado Agramonte) le decía que el Padre Alberto era la persona a quien más él debía en este mundo. Esto resultaba muy comprometido y, por desgracia, trascendió a Venezuela, donde la prensa comenzó a publicar que el Padre Alberto de Castro era la eminencia gris del gobierno. Pero recordemos sus palabras en la entrevista de despedida con Fidel:

«Fidel, te lo advierto con cariño: estás completamente desenfocado. Vuelve a la cordura. Cuba es uno de los países mejor conseguidos y de más alto nivel de vida de toda la América hispana. Además está situada en el área del dólar, con un cambio del peso a la par. Tú dices que es una colonia económica de los americanos. Eso no es más que una frase boba. Es demagógico y nada pragmático calificar eso de «imperialismo. Si te pones a coquetear con los rusos vas a dejar a Cuba en grave riesgo de convertirse en plaza fuerte paupérrima de Rusia. Dices que quieres convertirla en una Holanda o una Suiza. ¿Y cómo? No seas iluso. Tú me dices que tu “comunismo” no tiene nada que ver con el modelo ruso, porque es autóctono y está inspirado en la doctrina del Evangelio.

De mí no esperes ningún tipo de colaboración. Como sacerdote y amigo estaré siempre dispuesto a hacerte un favor personal. Pero ideológicamente nos separa un abismo. Creo que todavía estás a tiempo, el pueblo cree en ti y está dispuesto a ayudarte. No lo traiciones.»

Después de esta despedida, Fidel, que es muy empecinado, envió por lo menos un par de mensajes a Alberto, para que fuera a Cuba a colaborar. Pero Alberto ni le contestó. Se limitó a no hablar mal de Fidel en público, para no amargarlo, por si algún día lo necesitaba como sacerdote.

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