¡Adiós, Padre Vallina!
Martha Pardiño
Conocimos al Padre Emilio Vallina cuando llegamos a Miami en el año
1962. Comenzamos a asistir a la misa dominical en español, en aquella Iglesia
de San Juan Bosco, ubicada en un solar donde antes estuvo funcionando una
gasolinera, en la esquina de la calle Flagler y la avenida 13 del S.W. de
Miami.
Era una humilde iglesia donde uno cogía su silla de tijera para sentarse
y oír la misa. Poco a poco, con humildad y perseverancia, el Padre Vallina fue
poniendo los bancos, las imágenes, un nuevo altar y allí quedó aquella iglesia
que recibía con los brazos abiertos a los exiliados cubanos y a todos nuestros
hermanos: nicaragüenses, dominicanos, guatemaltecos, etc.
La casa parroquial siempre estaba llena de gente necesitada pidiendo
ayuda y siempre se les ayudaba. Tenía el Padre Vallina un dispensario médico
gratuito para asistir a personas necesitadas. Además ofrecía, completamente
gratis, a los padres que trabajan, un local allí mismo, donde los muchachos
eran traídos por guaguas de colegios después de las clases y les daban merienda
y allí hacían sus tareas. Los padres cuando terminaban de trabajar los iban a
recoger.
La caridad que Monseñor Vallina practicó hasta el día de su muerte,
incluye pagar entierros a personas que no tenían para darle sepultura a sus
seres queridos.
La nueva Iglesia San Juan Bosco, que es un orgullo para todos los
cubanos del exilio, levantada en la misma dirección, fue el sueño de este
humilde sacerdote, y fue construida con mucho esfuerzo y lucha: con tómbolas
que se celebraban en el terreno al lado de la vieja iglesia, almuerzos
dominicales a precios muy razonables, bingos, pulgueros, etc., y con la ayuda
de todos los que creían y amaban al Padre Vallina.
En paz descanse nuestro querido Monseñor Emilio Vallina, que subió al
cielo con zapatos y todo, y que ya debe de estar ante Nuestro Señor que se
sentirá muy orgulloso de su discípulo. Hago nuestro pésame extensivo a toda su
familia.
Martha Pardiño
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