Manolo
Escobar,
Suspiro de
España
Alberto García Reyes
Todas las mujeres de España se
enamoraron de él. Manolo Escobar fue la cana
al aire general de aquellos años duros en los que el
cine de verano era la ventana en blanco y negro desde cuyo alféizar
España, que viva España, trataba de asomarse a la alegría.
Aquel
joven de Almería nunca fue prodigio de voz, pero siempre fue un artista prodigioso. Puso ritmo de porompompero al progreso de un
país que llevaba años buscando su carro. Fue juzgado en un juicio de faldas en
el que ganó una alemana de la que se enamoró sin entenderla. Y tal vez por
todas las fatigas que pasó en su infancia, emigrando sin consuelo, siempre
cantó distinto.
Hay
quien dice que Manolo Escobar fue el verdadero himno de la alegría. Desde que
grabó sus primeros pasodobles en los cincuenta para que se bailaran en los
salones de los pueblos, con sus letras a la Alhambra y su romance a Almería,
Manolo fue pintor de piropos y vistió el luto de blanco. Abrió el baúl del folclore y usó el garrotín
como antídoto del garrote. Y nunca tuvo críticos.
Porque
su papel no fue sólo el de cantar, ejercer de galán incluso cuando se puso la
sotana en “El Padre Manolo” o conseguir que España bailara agarrada. El misterio de Escobar fue aliviar las duquelas con una conjunción de
felicidad, apostura y señorío que superaba en los muros blancos del estío y en
los tívolis del mundo los tiempos de Valderrama y Caracol.
Mientras
Peret revoleaba su guitarra por rumbas, Manolo Escobar entretuvo a medio país
con su carro y al otro medio, el de la Niña Bonita, con sus piropos. Muchos
denostaron el estilo cañí, pero nunca pudieron denostar a Manolo Escobar, el hombre que provocó todos los Suspiros
de España cuando España suspiraba de verdad.
Reproducido
de ABC, Madrid
No hay comentarios:
Publicar un comentario