LA SERVILLETA
Cuento por: Elsa M. Rodríguez
Hialeah, 11 de Enero de 2012
Acabo de tirar la servilleta. Era una servilleta blanca con calados muy
finos tales que hacían parecer al papel como un trozo de encaje primoroso, una
servilleta de esas que en los locales elegantes colocan debajo de las tazas de
café o té. Tenía allí anotada la dirección de Internet de ella, de Sylvia.
A Sylvia la conocí en el vestíbulo del Hotel Hilton en Praga, República
Checa. Estábamos todos reunidos en ese lugar esperando que nos comunicasen la
llegada de los autobuses que nos trasladarían desde Praga hasta Nürenberg en
Alemania donde tomaríamos el barco que nos llevaría en un viaje fascinante por
el río Danubio. Confieso que nunca soñé que un día podría verme viajando por
este río, ni siquiera cuando comencé a estudiar piano y aprendí unos acordes
del famosísimo vals Danubio Azul de Johann Strauss. También debo agregar que el
Danubio no es tan azul como todos creemos.
Desde muy joven me gustaba tratar con “gente mayor”, para escucharles y
aprender de ellos, no sé si lo hacía pensando que me gustaría
también que me tratasen bien cuando yo lo fuera . En el caso de Sylvia y Paul,
su esposo, sentí algo parecido, me acerqué a ellos porque les vi solos,
desvalidos, con dificultad para moverse, en fin, era una pareja singular, de
esas personas octogenarias que se espera ver en los Hogares para Ancianos, y no
en una aventura como ésta de un crucero por el río europeo.
Durante el tiempo que duró el crucero por el Danubio, hicimos una bonita
amistad, y Sylvia me confesó que la razón primordial para ella hacer este viaje
era porque tenía un sueño, el de visitar Salzburgo, la famosa ciudad Austríaca
que fue el ambiente donde se desarrolló la película “The Sound of Music” en la
cual muchos de nosotros encontramos fascinantes no solo la historia de un amor
como el de la Institutriz y el Baron VonTrapp y sus siete hijos, sino también
nos deleitamos por la belleza de sus verdes colinas y sus azules lagos.
Recuerdo su cara de tristeza en la puerta del barco viendo que ni ella ni Paul
podían siquiera acceder a la orilla para subir el autobús camino de Salzburgo.
Cuando regresamos a casa, busqué la delicada servilleta donde Sylvia había
escrito su dirección cibernética y le envié varias fotos de Salzburgo, de sus
valles, de sus lagos, de la iglesia donde se casaron el Baron y la Institutriz,
del parque donde Julie Andrews cantó el famoso Do, Re, Mi… en la tal renombrada
película.
Creo que recibieron mi mensaje, pero no me contestaron. Aun así creo ver la
sonrisa de Sylvia viendo las fotos de aquel lugar que le hacía tanta ilusión, y
solo el pensar en eso me hace feliz.
1 COMENTARIOS
Anónimo Jan 13, 2012
Muy bonito Elsa, ya puedes empezar a escribir un libro. Maggie
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Anónimo Jan 13, 2012
Muy bonito Elsa, ya puedes empezar a escribir un libro. Maggie
Muy bonito Elsa, ya puedes empezar a escribir un libro. Maggie
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