5 de noviembre de 2011

SIGO SENTADA EN EL CONTÉN DEL PARQUE

Sigo sentada en el contén del parque

Marlene María Pérez Mateo

Escuché por primera vez, estando aun en Cuba, a Carlos Varela, sobre 1995 aproximadamente, por una trasmisión radial desde España. “Guillermo Tell”, uno de sus temas emblemáticos, salía de su voz y de su guitarra desde más allá del Atlántico. En el Mercado de Divisas Convertibles cubano se podían comprar sus grabaciones. Increíble pero cierto. Conocí a este artista cubano radicado en la Isla “desde afuera” o “desde lo que se ofrecía desde afuera”. Era posible pensar en el precepto bíblico: “Nadie es profeta en su tierra”. Su rostro cobró forma ante mis ojos en la portada de uno de sus discos. Tras una vestimenta negra, barba y bigote, dejaba ver un rostro joven y una bella mirada.

En uno de los versos de sus canciones él mismo menciona “A veces me pasan en la radio”. Yo diría “nunca me pasan en la radio“. Poco a poco he ido conociendo su obra y su hacer artístico. Con ello, del movimiento a que pertenece: “La novísima trova”. Trova desde Homero en la antigua Grecia, quizás; pero más aún de los trovadores que inundaron el Santiago de Cuba de inicios del siglo XX y dieron origen e impulso a toda una estructura musical que logra su mayor eclosión hacia 1940. Mencionar nombres luenga en lo imposible, dado lo relevante de sus aportes y lo extenso del recuento, que como toda buena lista, involuntariamente, excluiría a alguien u omitiría algo. Mucho después nace, de las entrañas de una necesidad contenida, la expresión “noisome”. Allí estuvo Carlos Varela y otros con él.

Su canto es suyo, y el grito de una generación. Él es de esos de guitarra en mano, presentación simple y sin glamur. Varela compone mucho y bien. Sus letras tienen de lo poético y lo cotidiano. Mucho de lo que he sabido últimamente de Facundo Cabral, recientemente fallecido, tiene un paralelismo con el cubano. Por cierto, cubano no, cubanísimo. La alegría interna e íntima en la obra de Varela deviene de la meditación y hasta de la introspección. En su lirica van conflictos, confrontaciones, crisis y dilemas. Solubles todos, reales todos.

En Cuba se dice mucho “el que tiene padrino se bautiza” y ello es casi universal. Llegando a significar que el que se vende a un superior, fuere quien fuere, valida su empeño sin mucho esfuerzo. Ciertamente Martí lo explicó mucho mejor en su poema “Yugo y estrella”.

Es posible pensar que Varela no tiene padrino y al parecer ni los quiere. Dicho de paso no se bautiza. Su música y lo que en ella capto no es de nepotismo ni sumisión. Es compleja pues no se casa con tendencia alguna, se compromete consigo misma, su contenido y con todos los que hablamos en su lirica. Pienso que por ello a Varela no le ha sido fácil. Sus escasos conciertos en La Habana no cuentan con difusión ni el mejor sistema de acceso. En el extranjero ha dado “giritas” cuando otros de menor calibre ya han dado la vuelta al mundo.

No me asiste poder alguno para hablar de su persona. Tampoco me corresponde. Le conozco como publico oyente y ahora bitacórico. Comparto lo que conozco de su buen sentir. “Sigo sentada en el contén del parque como hace un siglo atrás.”

Marlene María Pérez Mateo
Octubre, 29 2011

Carlos Varela canta "Gujillermo Tell" en:
http://www.youtube.com/watch?v=7y9nF9ssH9I

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