18 de junio de 2011

.

(Foto: adg)
Copenhague

- Ana Dolores García

La capital de Dinamarca, Copenhague, nos recibió con frío y con lluvia. No fue realmente un gran comienzo, particularmente si se aspira a conseguir buenas fotos. Fue también un feo presagio de lo que hubiera podido ocurrir –que afortunadamente no fue- en el resto de las vacaciones.

Por suerte, la lluvia nos daba respiro a ratos, y nos lanzamos a caminar por nuestra cuenta.  Un ómnibus nos llevó desde el barco hasta la plaza del Ayuntamiento y una vez allí nos dispusimos a caminar para regresar de nuevo al puerto a través de la ciudad, y llegar a él casi justo a la hora en que el barco estaba listo para  “levar ancla”. 

Copenhague fue fundada en plena Edad Media (1167).  Su fundador, Absalon o Axel, arzobispo primado de Dinamarca y Ministro de Valdemar I, había  nacido  en  Selandia, isla en la que favoreció el engrandecimiento del primitivo poblado  “Havn” para convertirlo en la incipiente Copenhague. Su estratégica situación frente a las costas del norte de la Europa continental y a la entrada del Mar Báltico favoreció su rápido desarrollo y la convirtió en uno de los puertos más importantes de la región.

(Foto: adg)
Siglos después, a mediados del XVIII, reinaba en Dinamarca Cristian VIII, al que un buen consejero le recordó que cuando el pueblo se divierte no piensa en la política. El rey llevó a la práctica la sugerencia y en 1853 quedó inaugurado un gran parque de atracciones en las afueras de la Copenhague de entonces,  hoy en  su  mismo centro.  El lugar, “Parque de Atracciones de los Jardines de Tívoli”,  conserva aún la misma entrada principal de hace más de un siglo. Muy frecuentado por los daneses, lo es también por sus vecinos suecos y, a pesar de la brevedad del verano escandinavo, las visitas suman millones cada  año.

(Foto: A. Porres)

(Foto: adg)
 Bien cerca de los Jardines de Tívoli está la Plaza del Ayuntamiento, presidida por un viejo y gran edificio que data de 1905 y que es el sexto que se ha tenido que levantar en la ciudad, ya que los cinco anteriores resultaron destruidos por incendios. El edificio, fiel al estilo nórdico, muestra en su entrada principal una estatua dorada de Absalón, el obispo fundador de la ciudad.  Su interior acoge una hermosa sala central donde se efectúan conferencias y conciertos. En su exterior se adorna con la impresionante Fuente del Dragón y la columna de los Intérpretes de Lur. 

De la Plaza del Ayuntamiento salimos por la Stroget, una calle peatonal y comercial muy importante, admirando y tomando fotos de edificios, monumentos y torres de iglesias que sobresalían en el paisaje citadino. Así llegamos hasta el  Nyhavn, o Puerto Nuevo. Es un hermoso canal rodeado de edificios multicolores y restaurantes que expanden sus servicios por sus amplias aceras bajo sombrillas que protegen a sus clientes del tímido sol danés. Allí hicimos una pausa para almorzar. 


 Luego de reponer fuerzas, seguimos nuestro recorrido hasta  Amalienborg, el palacio donde vive la familia real danesa. Amalienborg no es en realidad un solo palacio, sino el conjunto de cuatro palacios similares, neoclásicos con detalles del rococó, que enmarcan una gran plaza. En un principio se consideró que la cercana Iglesia de Mármol también formara parte del conjunto, al igual que lo hace la estatua del Rey Federico V que se encuentra en la rotonda. 
(Foto: adg)
 Estos palacios fueron realizados entre 1750 y 1768, como residencia de diferentes familias de la nobleza danesa. Desde 1974, cuando el primitivo Palacio Real quedó destruido por un incendio, Amalienborg se convirtió en la residencia de invierno de la Familia Real. 

(Foto: Google)
Parte del proyecto original fue la iglesia que se conoce popularmente como “la Iglesia de Mármol” o también “Iglesia de Federico”, porque fue el rey Federico V quien ordenó su construcción para conmemorar el tercer centenario de la ascensión de familia Oldemburgo al trono de Dinamarca. El proyecto original, de estiló rococó, fue abandonado por su excesivo costo y finalmente se realizó en el estilo neoclásico que presenta desde 1894, año de su terminación. Se trata de un templo luterano, tal como la mayoría de las iglesias de la península escandinava por ser ésa la religión predominante. 

Nuestro pequeño grupo perdió aquí una de sus integrantes: rendida por el cansancio  regresó al barco en taxi. Los tres restantes seguimos a pie rumbo al puerto, al encuentro con la figura emblemática de la ciudad: la sirenita. Pero antes de llegar a ella nos topamos con la impresionante Fuente de  Gefjon, el mayor monumento de Copenhague. Su principal figura es la diosa Gefjon, y se encuentra al final del paseo del Amaliegade, en una amplia explanada junto a la iglesia anglicana de Saint Alban y a la bahía. Fue una donación a la ciudad por parte de la empresa cervecera Carlsberg para celebrar su 50º Aniversario en 1908. La restauraron recientemente en el año 2004. 

(Foto: A. Porres)
 Gefjun, también Gefjon, era, en la mitología escandinava, pitonisa y diosa.  La asociaban con la agricultura, las vírgenes y la buena suerte, y muchos de los primitivos  reyes daneses blasonaban de ser sus descendientes.

El relato mitológico se refiere  a que el rey Gylfi  le había prometido tanta tierra como pudiera arar en una noche. Gefjun no dudó en transformar  a sus cuatro hijos en bueyes y así pudo arar tierra suficiente para crear la isla de Selandia, donde se emplaza hoy Copenhague. Tal es la leyenda y su simbolismo, por lo que Copenhague se siente muy orgullosa de esta monumental y hermosa fuente.

(Foto: adg)

 Bajo breves chubascos que alternaban con cielos despejados, llegamos hasta la sirenita, la escultura más popular de Copenhague, situada sobre una piedra en la orilla del agua, en el Parque Churchill. 

Una “sirenita” que pesa 175 kilogramos y mide 1.25 metros. Así y todo, ante la inmensidad del mar que le sirve de fondo luce tan pequeña, que se aviene muy bien en tamaño al personaje del cuento de hadas de Andersen: “La Sirenita”.

(Foto: adg)
Esta sirenita de bronce se ha convertido en un símbolo de la ciudad desde que en 1913 la colocaran sobre una base de piedras en la bahía del puerto, a la entrada del Mar Báltico.  Al igual que la Fuente de Gefjun, fue donada a la ciudad por el magnate cervecero Carl Jacobsen, propietario de la marca Carlberg.

La mítica leyenda fue recogida por Hans Christian Andersen. Se refiere al amor de una bella sirena por un apuesto marino, la que sabedora de que no era un ser humano, prefirió poseer aspecto de mujer para conquistar el amor del príncipe. La encantadora y fantasiosa historia no puede contarse en pocas palabras y, además, nos perderíamos la belleza de la narración concebida por el genial cuentista que fue Andersen.  

Después de las imprescindibles fotos junto a esta mítica sirena, seguimos nuestro rumbo. Nos quedaba una larga caminata hasta el barco, fondeado mucho más lejos, en el puerto para los cruceros. Y el buque partía a las cinco de la tarde. 
Fueron demasiado pocas las horas en las que intentamos conocer Copenhague, por lo que nos quedamos sin siquiera ver otros lugares también emblemáticos, como el Castillo de Rosenborg o la Ópera, o sin entrar en el parque de atracciones de Tívoli o sin pasear en barco por los canales de Nyhavn….   En vez de los legendarios cantos de las sirenas, nos pareció escuchar la voz de la ciudad que nos decía, remedando los versos de Buesa,

Pasarás por mis calles sin saber que pasaste,
pasarás con apuro, y en tan raudo pasar,
pensarás que me llevas en las fotos que tomaste,    
y soñarás que me has visto… ¡y jamás lo creerás!    

©2011 Ana Dolores García

Para deleite de que quienes quieran leerlo, “La Sirenita” de Hans Christian Andersen:

Las fotos se amplían haciendo clic sobre ellas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario