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CÓMO OBAMA PUEDE HACER LIBRE A CUBA,
Y MÁS RÁPIDAMENTE
Por Roger F. Noriega
19 de enero de 2011
Quienes viven en una gran ciudad como Washington, D.C., saben lo que se denomina "dinero perdido" (“mugger money”). Es el billete de $20 que se lleva en el bolsillo frontal mientras se esconde la mayor parte del dinero en otros bolsillos. Para evitar irritar a un atracador afirmando que no se tiene dinero, se le ofrecen los $20 con la esperanza de que desaparezca. La decisión de la administración de Obama el viernes pasado para permitir que los estadounidenses envíen más dinero a Cuba, es como deslizar “dinero perdido” a unos pocos millones de cubanos. Pero en Cuba, el atracador nunca desaparece.
Algunos podrán considerar como algo intrascendente los planes de la administración de Obama para permitir a las iglesias y universidades estadounidenses el expandir los viajes de estudio. Y ese es otro problema. En un momento en que este gran país debiera adoptar iniciativas innovadoras y audaces para ayudar a los cubanos a liberarse y gobernarse, la administración restablece unos viajes que fueron objeto de abusos hasta que hace años tuvieron que ser descartados. Es simplemente deshonesto el decir que los cubanos se beneficiarán. En realidad, los viajes a la isla serán más vulnerables a los abusos de aquellos a quienes poco les importa la libertad de Cuba.
Los responsables de supervisar los viajes a Cuba antes de que las reglas fueran más estrictas, recordamos un incidente en el que la licencia de un viaje patrocinado por una iglesia fue usada para organizar un paseo a un campo de golf de la isla. De igual modo, el patrocinador de un viaje de yates aconsejó a sus viajeros que llevaran un par de sillas de ruedas o productos farmacéuticos en sus barcos para así poder justificar su visita al Habana Yacht Club, y se comprobó que la propaganda emitida para un viaje universitario atraía a los estudiantes con la promesa de visitas a bares locales para probar el ron cubano. La decisión de la administración de emitir licencias a universidades e iglesias hace que esos abusos aislados vuelvan a repetirse.
De hecho, los viajes humanitarios, educativos o religiosos de buena fe, eran legales incluso antes de los cambios anunciados la semana pasada, por lo que es simplemente deshonesto decir que los cubanos se beneficiarán, al hacerse los viajes a la isla más vulnerables a los abusos de aquellos a los que les importa poco la libertad de Cuba.
Hasta el viernes, los amigos del pueblo cubano tenían la impresión (o, al menos, el alivio) de que el Presidente Obama no se había dejado confundir con las insuficientes medidas adoptadas por el Gobierno interino del Presidente cubano Raúl Castro.
Es cierto que la dictadura se ha visto obligada a recortar sus listas de empleo y que ha liberado algunas docenas de presos políticos (a los que ha obligado al destierro). Sin embargo, todavía tiene que reducir o renunciar a las tácticas estalinistas que emplea diariamente para atormentar a once millones de cubanos.
Nadie se atreve decir que el Presidente Obama no quiera lo mejor para el pueblo cubano. Pero facilitar que ellos puedan obtener dinero en efectivo de sus familias para que el régimen cubano les vacíe sus bolsillos en tiendas estatales de dólares, no es lo mejor que podemos hacer.
Permanecer en silencio mientras el régimen busca el favor internacional liberando disidentes inocentes que en primer lugar nunca debieron haber sido encarcelados, no es lo mejor que podemos hacer.
Sostener conversaciones habituales de negocios con la dictadura cubana, que ha mantenido como rehén al trabajador social estadounidense Alan Gross por sus servicios humanitarios a la comunidad judía de la isla, no es tampoco lo mejor que podemos hacer.
Y recortar programas creativos de ayuda pro-democrática por no irritar a la dictadura, y sustituirlos con proyectos de micro-crédito que harán muy poco en ayudar a quienes son cesanteados por el régimen, es quizás lo peor que podemos hacer.
Las medidas "incrementadas" —usando el término adoptado por el oficial de alto nivel de la administración que informó a los reporteros durante la presentación del viernes— no responden a concesiones de la dictadura. ¿Son esas medidas "incrementadas", diseñadas realmente para producir un cambio, o para asegurar que el cambio sea lo suficientemente lento como para que podamos reaccionar? ¿Son programas diseñados para garantizar una "salida suave", incluso compatible con un cambio fundamental? ¿Y qué podrá ser tan bueno sobre la "estabilidad", si esto quiere decir que los cooperantes de quienes han estado controlando Cuba durante las pasadas cinco décadas son ungidos por los “incrementadores” líderes mundiales para controlar Cuba por un tiempo aún mayor?
Es hora ya para un liderazgo valiente, cuando los camaradas del régimen incuban argumentos para conservar su impunidad y privilegios, y cuando los demás en la isla se preguntan si al mundo le importa poco si viven como esclavos o son un pueblo libre.
Nuestro presidente tiene la capacidad única de mover la opinión pública internacional, y no hay para él otro tiempo mejor para desafiar al mundo a que se nos una insistiendo en profundas, amplias e irreversibles reformas en Cuba, no "una salida suave" para la dictadura. Puede mover ese objetivo aquí en casa prometiendo vetar cualquier concesión unilateral –que incluya los lucrativos viajes turísticos- hasta que un régimen democrático de transición esté en el poder en Cuba.
Entonces podrá trabajar conjuntamente con otros que se preocupan por la libertad de Cuba y lograr un acuerdo general bipartidista basado en medidas realmente significativas que ayuden a los cubanos a ser más libres y más rápidamente.
Roger F. Noriega ha sido Embajador ante la Organización de Estados Americanos de 2001 a 2003, y Secretario Asistente del Dpto. de Estado de 2003 a 2005.
Enviado por Frank Calzón, Director Ejecutivo de Of Cuban Rights
Traducción, adg
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