Lic. Amelia M. Doval
Dovalamela@yahoo.com
Leyendo algunos correos, de esos que se filtran a través de la internet, me asombré ante la teoría expuesta de relacionar la miseria con una actitud mental o una mala disposición ante la vida. Por primera vez pensé en la posibilidad real de la tan cacareada justificación castrista sobre el fatalismo geográfico, claro con versión propia.
Esta persona nunca tuvo el infortunio de nacer en Cuba después de 1959, si así hubiese sido tendría, como yo, otra manera de pensar y sobre todo entendería la fatalidad de haber nacido en medio del ´"mal" ( no, no hay equivocación, la gran isla está rodeada y no precisamente de mar).
Todo aquel que ostente un certificado de nacimiento a partir de la fecha fatidica tiene un cúmulo de experiencias que rayan entre lo grotesco, lo burlesco y hasta lo satírico. Nosotros, los cubanos colindantes, los que nacimos entre etapas, chocamos con una realidad que nos ahoga y un recuerdo que según el historiador varia la versión.
La gran opulencia descrita por quienes vivieron una Cuba que transitaba el desarrollo, contrastaba con tanta decadencia. Vivimos un deterioro más allá de lo normal y una división ciudadana que se describia entre apáticos (contrarios al régimen) o muy enérgicos considerados locos criminales. Nunca les importaron las víctimas ni el motivo sino la satisfacción de decir "yo lo hice".
Lo que más nos pesa en estos años es darnos cuenta del daño que una vida tan enfermiza causó en la salud física y cerebral de las supuestas nuevas generaciones. Si tenemos en cuenta las cifras de divorcios, suicidios, traumas y daños mentales reportados entre los nacidos durante los primeros 20 años de dictadura, las respuestas no dejan duda.
En cuanto a la salud corporal, es curioso por más que el bicomplex, el calcioral, la vitamina C, el buchito bucal y las clases preventivas de salud nos obligaban a entender lo importante de mantener dientes sanos, la carente alimentación, la ausencia de leche, la poca higiene de las clínicas estomatológicas, el cepillado con la pasta Perla, buena para nada o la Pomorín, similar a tener entre los dientes un puñado de arena o cal de construcción, poco lograron. Casi todas las bocas lucían una hilera de muelas grises, cubiertas por la amalgama.
A estas alturas debemos agradecer la calidad humana de nuestros médicos que buscaron siempre soluciones viables para protegernos de infecciones en salones no estériles o daños mayores por medicamentos carentes. Esos mismos galenos que con mucho sacrificio y años de estudios se consagraban a mantener saludable una población aún sin contar con los medios, el gobierno los manipula, los vende, los vigila y los chantajea.
Un tratado de ayuda médica entre el gobierno de Cuba y cualquier otro país, significa (en realidad contable) que como mínimo este consagrado de la medicina va a consultar diariamente 18 pacientes que significan, por ejemplo en Venezuela, $2500 o más de ganancia diaria por ese concepto, de ahí ellos, las maquinarias de la salud, recibirán tan solo $3.00 por dia.
El dinero acumulado en el país, después de concluir este extenuante periódico de un contrato que otros ejercieron en su nombre, bajo la presión de trabajo y de vigilancia, puede ser de 18000 chavitos (moneda inventada por el gobierno para quedarse con los dólares) que le serán entregados en caso de no ser desertor. Negarse a regresar puede implicar que pierda el dinero y la familia sea retenida como castigo a la insubordinación.
Otro correo me llegó esta semana donde un médico con 25 años de labor para el Ministerio de Salud de Cuba se niega a regresar después de una ´"misión" y su esposa e hija son secuestradas por el gobierno. La fidelidad determina el acceso al dinero y la familia.
Esas son las reglas que impone el sistema. Cualquier persona que ajena a la situación intente opinar sobre la realidad de los intelectuales cubanos debería cuestionar este tipo de intercambio bajo presión que reciben los médicos. Según las leyes que en silencio se aplican, todos los graduados universitarios cubanos tienen una deuda que es impagable, la deuda de finalizar los estudios universitarios sin, supuestamente, haber pagado por el servicio.
¿La miseria, en Cuba, es disposición o una aberrante imposición?
Miami, Fl
Ilustración: caricatura de Pong
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