RECICLANDO LA CONCIENCIA
Lic. Amelia M. Doval
Los cubanos son ingeniosos por naturaleza, propiciadores del reciclaje universal. Cualquier cosa que parezca desechable para un 80% de la humanidad, en la isla se le atribuye la utilidad necesaria, según sea el caso.
Cuando en los años 60´, escasearon las ropas, los viejos trajes de papá y abuelo fueron reinventados para los niños, a muchos se le rajó el pantalón por las partes curiosas mientras jugaban. Los antiguos vestidos de mamá fueron extraordinarias minifaldas.
Con las bolsas de nylon negro donde se resguardan las raices de los árboles antes de traspantarlo, las artístas de Tropicana se hacían las polainas para simular botas.
El maquillaje iba desde las tizas de pizarra como sombra de ojo, hasta el betún de zapatos para las pestañas. La elegancia nunca se perdía aunque los productos desaparecían de las tiendas.
La crisis en Cuba jamás ha sido un recuerdo, fluctúa entre lo existencial, lo personal y lo económico. En 1990 y hasta la fecha se comenzó un período de depauperación total de la sociedad desde las simientes mismas del gobierno, iniciada con el juicio de Ochoa (1989), llegando hasta los productos de consumo.
Con las carencias, el común detergente fue sustituido por la sosacaústica, el agua de la llave por la de lluvia. La savila servía de limpiador del cuerpo. La flor de majagua teñía de negro el cabello y lo suavizaba. La inventiva popular y los remedios caseros no se hicieron esperar. Un cerdo se criaba en el balcón de un apartamento en plena ciudad. Un ingeniero creaba una máquina casera de hacer cercas de alambre o una pulidora de piso. La realidad superaba cualquier fantasía.
Mientras algunos se deshacían inventando cómo comer o cómo crear productos para canjear, otros ideaban la manera de abandonar el país con mágicas interpretaciones de diseños reales asociados a embarcaciones navieras.
Con la llegada del 2000 no ha habido grandes cambios, sólo varían o aumentan los nombres de las carencias. Una década ha pasado desde que comenzara el siglo XXI, y "todo está igualito".
Los habitantes de la isla no desmayan, convierten lo perenne en cotidiano para dar soluciones en la medida de lo posible. El grito de queja ha sido tan alto y tan sordo el oido para escucharlo, que se han conformado con vivir el inmediato y olvidar los sueños. Esos son tan inalcanzables que vuelan sin ser percibidos. Edificar lo nuevo con elementos viejos es un lema a nivel de conciencia.
Un viejo edificio cae y con ello muere una época, un mundo que fue y se desploma pero, su interior, su esencia es reutilizable (así debería ser a nivel social). El reciclaje del inmenso basurero se inicia antes de su total desplome, es una transición emblemática.
Cuando los primeros granos de polvo comienzan a caer, la policia aleja a los intrusos para evitar males mayores, a una señal se da paso al "desgüeazamiento", acción de llevarse todo lo aprovechable. Cada ladrillo alcanza un valor de 4 pesos cubanos (se pueden llegar a obtener hasta 1000 pesos de la venta). El escombro cernido es polvo que almacenado en sacos se puede vender a 60 pesos (cada saco lleva 4 cubos).
Como se debe llevar un orden, una vez terminada esta primera etapa comienza la estructura. Las vigas del techo de hierro y de madera, tienen usos diversos. Las tuberías de bronce, los viejos cables. Todo tiene utilidad aparente o ingeniosa. Al final queda un terreno vacío, otro espacio que sirve de refugio a roedores, un maloliente rincón que pronto nadie recordará su historia. Lo increiblemente cierto es que esta ciudad alguna vez estuvo poblada por gente soñadora y alegre, sus edificios se construían unos sustentados por otros, para que nadie se perdiera su pedazo de capital. El final es imaginable, pronto caerá otra construcción porque su soporte se ha desplomado. Si los gobiernos son como viejos edificios ¿caerán todos como fichas de dominó sustentadas unas sobre otras?
Amelia M. Doval
Miami, Fl
Columnista de Ciudadanos -Cuba
dovalamela@yahoo.com
Los cubanos son ingeniosos por naturaleza, propiciadores del reciclaje universal. Cualquier cosa que parezca desechable para un 80% de la humanidad, en la isla se le atribuye la utilidad necesaria, según sea el caso.
Cuando en los años 60´, escasearon las ropas, los viejos trajes de papá y abuelo fueron reinventados para los niños, a muchos se le rajó el pantalón por las partes curiosas mientras jugaban. Los antiguos vestidos de mamá fueron extraordinarias minifaldas.
Con las bolsas de nylon negro donde se resguardan las raices de los árboles antes de traspantarlo, las artístas de Tropicana se hacían las polainas para simular botas.
El maquillaje iba desde las tizas de pizarra como sombra de ojo, hasta el betún de zapatos para las pestañas. La elegancia nunca se perdía aunque los productos desaparecían de las tiendas.
La crisis en Cuba jamás ha sido un recuerdo, fluctúa entre lo existencial, lo personal y lo económico. En 1990 y hasta la fecha se comenzó un período de depauperación total de la sociedad desde las simientes mismas del gobierno, iniciada con el juicio de Ochoa (1989), llegando hasta los productos de consumo.
Con las carencias, el común detergente fue sustituido por la sosacaústica, el agua de la llave por la de lluvia. La savila servía de limpiador del cuerpo. La flor de majagua teñía de negro el cabello y lo suavizaba. La inventiva popular y los remedios caseros no se hicieron esperar. Un cerdo se criaba en el balcón de un apartamento en plena ciudad. Un ingeniero creaba una máquina casera de hacer cercas de alambre o una pulidora de piso. La realidad superaba cualquier fantasía.
Mientras algunos se deshacían inventando cómo comer o cómo crear productos para canjear, otros ideaban la manera de abandonar el país con mágicas interpretaciones de diseños reales asociados a embarcaciones navieras.
Con la llegada del 2000 no ha habido grandes cambios, sólo varían o aumentan los nombres de las carencias. Una década ha pasado desde que comenzara el siglo XXI, y "todo está igualito".
Los habitantes de la isla no desmayan, convierten lo perenne en cotidiano para dar soluciones en la medida de lo posible. El grito de queja ha sido tan alto y tan sordo el oido para escucharlo, que se han conformado con vivir el inmediato y olvidar los sueños. Esos son tan inalcanzables que vuelan sin ser percibidos. Edificar lo nuevo con elementos viejos es un lema a nivel de conciencia.
Un viejo edificio cae y con ello muere una época, un mundo que fue y se desploma pero, su interior, su esencia es reutilizable (así debería ser a nivel social). El reciclaje del inmenso basurero se inicia antes de su total desplome, es una transición emblemática.
Cuando los primeros granos de polvo comienzan a caer, la policia aleja a los intrusos para evitar males mayores, a una señal se da paso al "desgüeazamiento", acción de llevarse todo lo aprovechable. Cada ladrillo alcanza un valor de 4 pesos cubanos (se pueden llegar a obtener hasta 1000 pesos de la venta). El escombro cernido es polvo que almacenado en sacos se puede vender a 60 pesos (cada saco lleva 4 cubos).
Como se debe llevar un orden, una vez terminada esta primera etapa comienza la estructura. Las vigas del techo de hierro y de madera, tienen usos diversos. Las tuberías de bronce, los viejos cables. Todo tiene utilidad aparente o ingeniosa. Al final queda un terreno vacío, otro espacio que sirve de refugio a roedores, un maloliente rincón que pronto nadie recordará su historia. Lo increiblemente cierto es que esta ciudad alguna vez estuvo poblada por gente soñadora y alegre, sus edificios se construían unos sustentados por otros, para que nadie se perdiera su pedazo de capital. El final es imaginable, pronto caerá otra construcción porque su soporte se ha desplomado. Si los gobiernos son como viejos edificios ¿caerán todos como fichas de dominó sustentadas unas sobre otras?
Amelia M. Doval
Miami, Fl
Columnista de Ciudadanos -Cuba
dovalamela@yahoo.com
_________________
No hay comentarios:
Publicar un comentario