El retorno inefable
Regino Pedroso
Yo te pensé olvidada para siempre, o ya muerta;
sin vida en el recuerdo de mi existencia incierta,
sin ningún débil lazo que me ligara a ti,
y hoy veo que, más fuerte que nunca, estás en mí.
¿Qué asociaciones psíquicas, qué vaga sugerencia
hacen que en esta tarde vuelvas a mi existencia?
Me acuerdo como antes te amara, en el pasado,
allá abajo los árboles del campo perfumado;
ebrios de luz, de oro y ensueños, cual de un vino,
cruzábamos el bello paisaje campesino;
tú, alegre y sonriente, soñando tus anhelos
de amor bajo la clara belleza de los cielos.
Morían los crepúsculos en las tardes tranquilas
con un deslumbramiento genial en tus pupilas,
y el ansia de un deseo clamaba en tu mirar
hondo, como el supremo misterio de la mar...
¡Cómo te he recordado, después, solo en la vida!
Aunque ya sin aquella fuerza desconocida
de la emoción pasada... poco a poco, lejana,
te vi perderte a modo de estrella en la mañana.
Fulgor sólo de un astro que se oculta en la sombra,
palabra azul que luego ya el labio nunca nombra.
¿Por qué en mi vida -estancia muda y abandonada-
enciendes hoy de nuevo la lámpara apagada...?
Estaba hoy solo y mudo, solo frente al destino.
Los cielos eran diáfanos, límpido mi camino.
Nada turbaba la honda serenidad del alma;
ni inquietud ni deseo alteraban la calma
total de mis arterias; la paz fluía en las cosas
vitales; en sutiles corrientes misteriosas,
en fluídicas ondas de luz y de armonía
el alma de los mundos a los seres se unía...
¿Qué vibración del éter unió nuestra existencia
de pronto, en luminosa, mutua correspondencia?
¿Qué esencia de las cosas, qué ley desconocida?
La paz era en mi espíritu y era en mi corazón.
Pero vibraste al ritmo de lo eterno en mi vida...
¡Y he temblado en la tarde con humana emoción!
Regino Pedroso
Yo te pensé olvidada para siempre, o ya muerta;
sin vida en el recuerdo de mi existencia incierta,
sin ningún débil lazo que me ligara a ti,
y hoy veo que, más fuerte que nunca, estás en mí.
¿Qué asociaciones psíquicas, qué vaga sugerencia
hacen que en esta tarde vuelvas a mi existencia?
Me acuerdo como antes te amara, en el pasado,
allá abajo los árboles del campo perfumado;
ebrios de luz, de oro y ensueños, cual de un vino,
cruzábamos el bello paisaje campesino;
tú, alegre y sonriente, soñando tus anhelos
de amor bajo la clara belleza de los cielos.
Morían los crepúsculos en las tardes tranquilas
con un deslumbramiento genial en tus pupilas,
y el ansia de un deseo clamaba en tu mirar
hondo, como el supremo misterio de la mar...
¡Cómo te he recordado, después, solo en la vida!
Aunque ya sin aquella fuerza desconocida
de la emoción pasada... poco a poco, lejana,
te vi perderte a modo de estrella en la mañana.
Fulgor sólo de un astro que se oculta en la sombra,
palabra azul que luego ya el labio nunca nombra.
¿Por qué en mi vida -estancia muda y abandonada-
enciendes hoy de nuevo la lámpara apagada...?
Estaba hoy solo y mudo, solo frente al destino.
Los cielos eran diáfanos, límpido mi camino.
Nada turbaba la honda serenidad del alma;
ni inquietud ni deseo alteraban la calma
total de mis arterias; la paz fluía en las cosas
vitales; en sutiles corrientes misteriosas,
en fluídicas ondas de luz y de armonía
el alma de los mundos a los seres se unía...
¿Qué vibración del éter unió nuestra existencia
de pronto, en luminosa, mutua correspondencia?
¿Qué esencia de las cosas, qué ley desconocida?
La paz era en mi espíritu y era en mi corazón.
Pero vibraste al ritmo de lo eterno en mi vida...
¡Y he temblado en la tarde con humana emoción!
Regino Pedroso ( Cuba, 1896 - 1983 )
Foto: Google
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